Los primatólogos Roger y Deborah Fouts consideran que los chimpancés, poseedores de cultura, deberían tener derecho de propiedad sobre sus selvas
Jacinto Antón.El País. 04/07/2011.Pocos chimpancés han sido tan entrañables como Washoe, la primera de su especie que aprendió la lengua de signos. Los célebres primatólogos estadounidenses, el matrimonio formado por Roger y Deborah Fouts, la conocieron bien. Casi se les escapan las lágrimas al recordarla (falleció en 2007) en el bar de CosmoCaixa, el museo de la ciencia barcelonés donde han ofrecido la conferencia Conversando con chimpancés.
Los chimpancés a los que se ha hecho vivir en entornos humanos llegan a creer que son eso, humanos. Fue el caso de Lucy Temerlin (por el apellido del matrimonio de psicoterapeutas que la adiestró), a la que nunca le gustaron los machos de su especie y solo sentía atracción sexual por los hombres. «Washoe estaba inmersa en la cultura humana y no fue sino con cinco años cuando fue introducida en un grupo de chimpancés. Fue muy traumático. Al verlos no se reconoció como una de ellos. La asustaban. En lenguaje de signos los llamaba ‘bichos negros’. Sin embargo, actuó como una antropóloga, interesándose, tratando de entenderlos y hasta con altruismo. Cuando finalmente comprendió que ella también era un chimpancé fue un shock, pero lo aceptó».
El aprendizaje del lenguaje de signos ha mostrado que los chimpancés conversan -de su comida favorita, por ejemplo- y que algunos se dedican a monologar, que hacen soliloquios, a lo Hamlet. «Así es, hablan consigo mismos o piensan en voz alta. Sueltan interjecciones espontáneamente. Y componen incluso pequeños poemas». ¡Un mono poeta! Los Fouts explican que uno de sus pupilos simios, Moja, se entregaba a repetir con signos series de palabras que parecían no significar nada. El asunto les tenía desconcertados hasta que un amigo escritor les dijo que lo que el chimpancé hacía eran trabalenguas con aliteración. También insultan, parece que con gran fruición.
¿Tienen moral? «Saben lo que es justo. Y mienten. Una chimpancé, al descubrirse que había hecho sus necesidades en la alfombra, acusó de ello a una becaria humana». ¿Tienen consciencia de la muerte? «No sé si entienden que ellos morirán, pero ¿cuántos humanos lo entienden en realidad? Los chimpancés sin duda saben lo que es morir».
¿Influimos en su evolución? «Es posible; el aprendizaje de culturas nuevas como el lenguaje de signos puede hacerles dar un salto. La verdad es que nos sentimos muy responsables de lo que hicimos con ellos en los años sesenta y setenta. Éramos muy ignorantes. Hoy no repetiríamos aquellos experimentos. No deben vivir con nosotros. Cambiamos su vida para siempre». Los dos estudiosos apoyan los entornos naturales para la especie, la preservación de su medio. «Deberíamos respetarlos como una nación soberana». ¿Creen que los chimpancés deberían tener derecho de propiedad? Los Fouts cruzan una mirada. «Sí, igual que EE UU respeta a España, habría que respetar la selva de los chimpancés, considerarla su país».
Para los Fouts la diferencia entre los chimpancés y los bonobos o chimpancés pigmeos no es significativa. Consideran el gran interés actual por los bonobos en función de su parecido a nosotros una moda y una «chorrada». «Se dice que parecen más humanos porque tienen más sexo -¡habría que ver qué significa eso!-, porque copulan cara a cara, porque tienen las piernas más largas. Pero son características que tienen que ver con su entorno. Presentan menos dimorfismo sexual, así que, con masas corporales parecidas, machos y hembras pueden copular de formas que no son usuales en los chimpancés, en los que el macho es mucho más robusto. Son solo adaptaciones. Decir que se parecen más a nosotros es insultarlos como bonobos».
¿Hay indicios de que crean en algo superior, una trascendencia? «Es posible, parece que realizan algo semejante a rituales».