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La pandemia del Covid – 19 o la segunda crisis de la globalización

Rafa Rodríguez

La globalización neoliberal generó un escenario nuevo, la desarticulación entre las estructuras financieras y económicas centrales, que adquirieron un ámbito planetario con respecto a las estructuras políticas, confinadas, salvo la excepción de la Unión Europea, en las fronteras del Estado – nación, aunque EE.UU. ejercía al mismo tiempo de impulsor de la globalización y de controlador político, a través de mecanismos ultraterritoriales, ya fuera mediante sus multinacionales, las bases militares o el dólar. Una nueva élite internacional, separada de cualquier vínculo territorial con el pueblo, adquirió un poder sin precedentes en la historia.

 

La crisis del 2008 desveló lo insostenible de este nuevo escenario, al verse las consecuencias del descontrol del sistema financiero globalizado o la incapacidad de aportar soluciones a los gravísimos problemas a los que se enfrentaba la humanidad, desde el cambio climático o la creciente desigualdad que provocaba migraciones masivas, guerras, situaciones de miseria, epidemias y hambrunas.

 

Una creciente ola de indignación sacudió el mundo con movimientos sociales que ocuparon las plazas desde El Cairo o Estambul hasta Wall Street, con especial fuerza en España, a través del movimiento 15M o canalizado en Cataluña en la reivindicación independentista. Fue un “momento populista”, según la expresión acuñada por Chantal Mouffe, un momento de deconstrucción institucional y de construcción popular mediante la movilización que expresaba la profunda frustración, sobre todo de los jóvenes, y señalaba a las élites políticas y económicas como las culpables de la crisis económica y financiera.

 

La acción de reconstrucción recayó en básicamente en los bancos centrales, que habían adquirido una funcionalidad mixta a medio camino entre su naturaleza pública, aunque independiente de los Estados, y el sistema financiero global, desarrollando políticas monetarias expansivas de forma coordinada, en unos niveles sin precedentes.

 

El sunami que provocó la crisis de 2008 fue poco a poco retrocediendo, al mismo tiempo que se producían reajustes políticos y se entraba en una fase de reinstitucionalidad que, por ejemplo, en España implicó el paso de un sistema político bipartidista a un sistema político multipartidista.

 

Las élites de la globalización neoliberal desplegaron una acción defensiva impulsando partidos de extrema derecha y regímenes autoritarios que tomó más fuerza tras la elección de Trump como presidente de EE..UU en enero de 2017, señalando como enemigo a los emigrantes y utilizando todos los mecanismos, incluido los judiciales, para desestabilizar las instituciones democráticas, debilitar al Estado, y sus extensiones como la Unión Europea, y destruir los sentimientos comunitarios mediante la confrontación y el odio social.

 

En este escenario de conflicto entre reconstrucción económica y política y la reacción elitista y autoritaria, la pandemia global provocada por el COVID – 19 ha supuesto una segunda crisis de la globalización, aunque con características muy diferentes, incluso opuestas, por la distinta naturaleza del hecho causante.

 

La pandemia ha puesto de manifiesto, al menos, tres elementos básicos:

 

1.La debilidad de las estructuras económicas de la globalización, no ya de las financieras como sucedió en la primera crisis de la globalización sino de las productivas, ya que se ha desvelado la vulnerabilidad de las cadenas globales de valor.

2.La importancia del Estado como escudo de protección social pero también como actor económico fundamental.

3.La necesidad de sentimientos comunitarios de solidaridad para hacer frente a los grandes problemas que nos amenazan.

La opinión pública no ha reaccionado con indignación, como ante la primera crisis de la globalización, a pesar de los enormes sacrificios sociales y económicos que estamos realzando, sino demandando seguridad, certidumbre y consensos sociales con una actitud proactiva.

 

Vencer al virus puede ser la primera victoria en una larga y compleja lucha contra la crisis ecológica, la desigualdad y por la democracia, en la que consigamos reequilibrar las relaciones entre lo público y lo privado y cimentar sólidos sentimientos comunitarios mediante la solidaridad y la pluralidad, democratizando las relaciones globales de poder, y sus extensiones.

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