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La pluralidad nacional de España como oportunidad adaptativa ante los retos del siglo XXI

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Rafa Rodríguez

1. Una de las singularidades del Estado español frente a otros Estados de nuestro entorno es el fracaso, desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, en la construcción de un Estado -la nación española- (transición del capitalismo mercantilista al capitalismo industrial y del Estado imperial y patrimonial de la monarquía absoluta al Estado moderno) como soporte jurídico y político del Estado liberal (https://www.paralelo36andalucia.com/sobre-el-concepto-de-nacion-1/).

El acto final de este fracaso puede tener como fecha simbólica la independencia de los últimos territorios sometidos como colonias en 1898 y el surgimiento alternativo de los nacionalismos subestatales (https://www.paralelo36andalucia.com/notas-para-una-cronologia-del-concepto-de-nacion/).

2. El primer tercio del siglo XX fue el escenario de las dificultades para construir un sistema económico postcolonial y un Estado-nación democrático y republicano que integrara la emergente realidad política plurinacional de España. Esta posibilidad, que adquiere entidad durante la II República, se frustra definitivamente por el golpe de Estado militar fascista de 1936.

3. Durante el franquismo se cimenta un Estado que tiene como soporte político un nacionalismo español caracterizado por sus componentes antiliberales y antidemocráticos, el centralismo, el dominio de una oligarquía rentista enquistada en el Estado y la alianza con la iglesia católica. La unidad nacional, basada en su identificación con la unidad religiosa y étnica, se intenta mantener mediante la recuperación de los mitos excluyentes de la monarquía imperial española (reconquista y cruzada que resaltan la xenofobia contra magrebíes, judíos, indios o negros y la criminalización de la heterodoxia ideológica –masones, rojos, separatistas, etc -) y la durísima represión contra cualquier disidencia política o cultural.

4. El Estado democrático constitucional de 1978, producto de la correlación de fuerzas en la transición entre las fuerzas democráticas y populares (muy movilizadas pero sin fuerza suficiente para derrocar al dictador) y unas élites económicas necesitadas de salir de su aislamiento pero sin el soporte político necesario, se sustenta en:
a) Un proyecto de marco político definido por un Estado – nación español plural compatible con la existencia en su seno de nacionalidades y regiones;
b) la continuidad de las élites económicas del franquismo
c) la restauración la monarquía, transformada en un órgano del Estado (no un poder)
d) la despolitización y profesionalización del ejército
e) la laicidad del Estado aunque con una posición privilegiada de la iglesia católica.
f) Los difíciles equilibrios se garantizan mediante un sistema electoral que prima el bipartidismo a través de las circunscripciones electorales provinciales que, excepto cuando tienen grandes ciudades, provocan un efecto parecido a los sistemas electorales mayoritarios con una desproporción similar del voto.

5. Estos equilibrios son los que están hoy en cuestión:
a) En primer lugar las élites económicas han dominado a las élites políticas del bipartidismo imponiendo un modelo económico neorrentista, especulativo y extractivo del Estado (lo que les ha permitido pasar desde una dimensión local a la integración en el capitalismo global) a cambio de financiación política privilegiada y privilegios personales (puertas giratorias) mediante la desactivación de los controles democráticos, provocando un clima de corrupción generalizada.
b) En segundo lugar, la incapacidad de la monarquía y de la iglesia para normalizar su situación y pasar página de su protagonismo decisivo en el fracaso histórico del liberalismo y la democracia española.
c) Las consecuencias de la espúrea relación entre una parte de las élites económicas y políticas y las debilidades de la democracia española han originado un modelo económico ineficaz y un Estado del bienestar raquítico que no han sido capaces de evitar el desempleo masivo, el aumento de las desigualdades y de la pobreza ni de garantizar los sustentos vitales para una parte muy importante de la sociedad.
d) Los efectos de la crisis de la globalización han puesto de manifiesto todas las debilidades que arrastramos.

6. Al mismo tiempo el proyecto del marco político del Estado (Estado – nación español plural compatible con la existencia en su seno de nacionalidades y regiones) se ha vuelto obsoleto porque:
a) La globalización ha provocado una dinámica que amenaza la viabilidad de los estados- nación democráticos consolidados y mucho más de aquellos que no han logrado realizarse como tales.
b) Los lastres históricos que arrastra el Estado español, las debilidades de los equilibrios de la Constitución del 78 y la dinámica material de su desarrollo (que alcanza su punto de inflexión con la modificación del artículo 135) han impedido la evolución hacia un estado federal plurinacional, y las políticas neocentralistas y la crisis ha puesto en primer plano los conflictos nacionales, especialmente entre Cataluña y el Estado.
c) La consolidación de las Comunidades Autónomas ha producido un Estado completamente distinto a toda realidad política – administrativa anterior, aunque por su deficiente reconocimiento y ensamblaje constitucional no ha logrado apaciguar los conflictos territoriales ni solucionar las desigualdades económicas y sociales entre territorios.
d) La integración en la Unión Europea y en el Euro ha supuesto un cambio sustantivo en el contexto institucional del Estado.

7. El empecinamiento en la vuelta al proyecto de estado – nación español contemplado en la Constitución del 78 es una miopía política que carece de cualquier viabilidad material. Frente a la crisis del Estado en esta época de la crisis de la globalización (que produce una realidad social interconectada, jerarquizada y en conflicto, en el contexto de la crisis ecológica, con bajo crecimiento, Estados endeudados y posición de dominio del capital financiero que ataca al Estado del bienestar mediante la generación de dinámicas de austeridad procíclica y competencia entre los Estados por “lugares óptimos” para el capital mediante la desregulación) necesitamos articular un nuevo modelo de Estado y un nuevo concepto de nación que rompan el yugo con el que los unió el liberalismo seminal.

8. El Estado requiere independizarse del concepto de nación y evolucionar hacia una estructura política que se adapte a los distintas escalas de las necesidades públicas: nueva institucionalidad global relacional con reconocimiento de la ciudadanía universal; institucionalización de nuestra pertenencia a la Unión Europea y al Euro; nueva funcionalidad del Estado central y reconocimiento de la naturaleza constitucional de las normas estatutarias de las CC.AA, a través de los principios del federalismo cooperativo y de la soberanía compartida.

El concepto político de nación necesita romper con su asimilación a un Estado y convertirse en el soporte de la cooperación comunitaria de los distintos estratos de la organización político – administrativa en función de los sentimientos subjetivos de identidad y pertenencia de la ciudadanía.

9. Un nuevo modelo que tiene que estar contextualizado por:
a) Una transición económica viable, ecológica y social, que de respuesta a los retos estructurales de la crisis.
b) La plena democratización del Estado que instaure la igualdad en el voto, establezca una ligazón efectiva entre representantes y representados al mismo tiempo que desligue a los representantes políticos de los poderes fácticos económicos. Que haga efectivos los controles del estado de derecho, la laicidad del Estado y permita decidir al electorado sobre la forma de Estado (Monarquía o República).
c) La garantía constitucional del Estado del Bienestar, los servicios públicos y los sustentos vitales.

10. El fracaso histórico en la construcción de un Estado – nación español (que carece de símbolo identificativos – monumentos -; o no expresan emocionalidad, como el himno; o tienen identificación política solo con una parte de la población – como la bandera-) y la consolidación de la pluralidad nacional de España como nueva identidad democrática (por vez primera hay símbolos integradores: los de las CC.AA.) que no excluye los sentimientos subjetivos de identidad y pertenencia de una parte importante de la ciudadanía a la idea de España como nación (a condición de que no reclamen la exclusividad), es una oportunidad adaptativa para hacer frente a los retos de esta nueva época que ha comenzado con la crisis de la globalización, que no pueden ser abordados desde la rigidez y la fragmentación global que implica el concepto liberal de Estado – nación.

11. Necesitamos un nuevo modelo político – territorial para el siglo XXI basado en la separación entre los conceptos de nación y Estado (y no en su negación o en su superposición) que abra las puertas al federalismo cooperativo, a la soberanía compartida y a la plurinacionalidad y que se oponga frontalmente a las dinámicas excluyentes y a la fragmentación política. Un nuevo modelo de Estado y un nuevo concepto de nación que proporcione el capital social, cultural, territorial, institucional y comunitario para la defensa de la democracia, la igualdad y que pueda impulsar una transición postcapitalista viable política, económica, ecológica y socialmente: un sistema público y comunitario capaz de articularse en las distintas escalas frente a los problemas que nos amenazan, desde lo global a lo local.

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