Yanis Varoufakis
El único antídoto a la propaganda y a las “filtraciones” maliciosas es la transparencia. Tras tanta desinformación respecto de mi presentación ante el Eurogrupo de la posición del gobierno griego, la única respuesta es publicar en su tenor literal las palabras que allí pronuncié. Leedlas y juzgad por vosotros mismos si las propuestas del gobierno griego constituyen una buena base de acuerdo:
“Colegas:
Hace cinco meses, en mi primera intervención ante el Eurogrupo, les manifesté que el nuevo gobierno griego se enfrentaba a una tarea dual:
Teníamos que conseguir ganarnos una divisa preciosa sin malbaratar un importante bien de capital.
Esa divisa preciosa que tendríamos que ganarnos era la confianza, aquí, entre nuestros socios europeos, y en el marco de las instituciones. Para acuñar esa divisa preciosa necesitaríamos un paquete de reformas significativas y un plan de consolidación fiscal creíble.
El importante bien de capital que no podríamos permitirnos malbaratar era la confianza del pueblo griego, que tendría que arrostrar las consecuencias de cualquier programa de reformas acordado para poner fin a la crisis griega. El requisito básico para no malbaratar ese capital era, y sigue siendo, uno. A saber: la esperanza tangible de que el acuerdo que traigamos con nosotros a Atenas:
- sea el que menos tengamos que lamentar en las presentes condiciones de crisis;
- incluya un paquete de reformas que ponga fin a esta ininterrumpida recesión de seis años;
- no golpee salvajemente a los pobres como hicieron las anteriores reformas;
- haga sostenible nuestra deuda creando genuinas perspectivas del regreso de Grecia a los mercados monetarios y poniendo fin a la indigna dependencia de nuestros socios en punto a devolver los préstamos de ellos recibidos.
Han pasado 5 meses, el fin del camino está a ya a la vista, pero nada de eso ha logrado materializarse. Es verdad: hemos acercado posiciones en el Grupo de Bruselas. ¿Hasta qué punto? En materia fiscal las posiciones están muy cerca, especialmente en lo atinente a 2015. Para 2016 las diferencias subsistentes montan un 0,5% del PIB. Nosotros hemos propuesto medidas paramétricas del 2% frente al 2,5% en el que insisten las instituciones. Déjenme decirles que sería un error mayúsculo permitir que una ínfima diferencia de este tipo llegara a causar daños gigantescos a la integridad de la Eurozona. También se ha logrado converger en un amplio abanico de asuntos.
Sin embargo, tengo que reconocer que nuestras propuestas no han logrado inspirar en ustedes la confianza necesaria. Y al propio tiempo, las propuestas de las instituciones que el Sr. Juncker trasladó al primer ministro Tsipras no pueden generar la esperanza que nuestros ciudadanos necesitan. Así pues, hemos llegado a un impasse.
En esta hora penúltima de las negociaciones, inmediatamente antes de que ganen la mano sucesos incontrolables, todos nosotros tenemos una deuda moral, y no digamos una deuda política y económica, que es superar este impasse. No es hora de recriminaciones ni de acusaciones. Los ciudadanos europeos nos harán colectivamente responsables a todos nosotros por haber fracasado en la búsqueda de una solución viable.
Aunque algunos, desorientados por los rumores de que una salida de Grecia no sería tan terrible y aun resultaría beneficiosa para el resto de la Eurozona, están resignados a ello, lo cierto es que una salida de Grecia desencadenaría fuerzas destructivas que nadie podría dominar. Los ciudadanos de toda Europa no apuntarán a las instituciones, sino a sus ministros de finanzas electos, a sus primeros ministros electos y a sus presidentes electos. Después de todo, nos han elegido a todos nosotros para promover la prosperidad compartida de Europa y para evitar escollos que puedan abrir vías de agua en Europa.
Nuestro mandato político es el de encontrar un compromiso honorable y factible. ¿Tan difícil es eso? Nosotros creemos que no. Hace unos días, Oliver Blanchard, el economista jefe del FMI, publicó un artículo titulado “Grecia: un acuerdo creíble requerirá decisiones difíciles por parte de todos”. Lleva razón. Las cuatro palabras operativas son: “por parte de todos”. El Dr. Blanchard observa que: “En el núcleo de las negociaciones se halla una simple cuestión. ¿Cuánto ajuste debe realizar Grecia, cuánto ajuste deben realizar sus acreedores oficiales?”.
Que Grecia necesita ajuste, está fuera de duda. La cuestión, sin embargo, no es cuánto ajuste necesita hacer Grecia. Es más bien qué tipo de ajuste. Si por “ajuste” entendemos consolidación fiscal, recortes de salarios y pensiones e incrementos de tipos impositivos, es claro que hemos hecho más que ningún otro país en tiempos de paz.
* El déficit fiscal estructural –o cíclicamente ajustado— del sector público trocó en superávit a lomos de un ajuste del 20% que “batió todos los récords mundiales”.
* Los salarios cayeron un 37%
* Las pensiones experimentaron una reducción del 48
* El empleo público disminuyó un 30%.
* El gasto de consumo se recortó un 33%.
* Incluso el crónico déficit griego por cuenta corriente cayó un 16%.
Nadie puede decir que Grecia no se ajustado a sus nuevas circunstancias luego de 2008. Pero lo que sí podemos decir es que ese ajuste gigantesco, necesario o no, ha producido más problemas que los que ha resuelto:
El PIB real agregado cayó un 27%, mientras que el PIB nominal siguió cayendo trimestre tras trimestre durante 18 trimestres seguidos, y sigue cayendo.
- El desempleo se disparó hasta el 27%.
- El empleo sumergido llegó al 34%.
- Los bancos están trabajando con créditos no rentables y la morosidad ronda el 40%.
- La deuda pública rebasa el 180% del PIB.
- Los jóvenes laboralmente calificados están abandonado Grecia en tropel.
- La pobreza, el hambre y la privación energética han registrado incrementos normalmente ligados a situaciones de guerra.
- La inversión en capacidad productiva se ha evaporado.
Así pues, la primera parte de la cuestión planteada por el Dr. Blanchard –“¿cuánto ajuste necesita hacer Grecia?”— ha de contestarse así: Grecia necesita mucho ajuste; pero no el mismo tipo de ajuste que hemos tenido en el pasado. Necesitamos más reformas, no más recortes. Por ejemplo:
- Necesitamos ajustarnos a una nueva cultura de pago de impuestos, no a unos tipos más altos de IVA, que lo único que consiguen es robustecer los incentivos al fraude y acarrear mayor pobreza a los ciudadanos que observan la ley.
- Necesitamos hacer sostenible el sistema de pensiones erradicando el trabajo sin paga, minimizando las jubilaciones anticipadas, eliminando el fraude de los fondos de pensiones, favoreciendo el empleo, no –como piden las instituciones— erradicando el tramo de solidaridad de los más humildes entre los que perciben pensiones bajas, lo que no haría sino hundir aún más en la pobreza a los más pobres entre los pobres despertando la hostilidad popular masiva contra otros conjuntos de medidas de las llamadas reformas.
En nuestras propuestas a las instituciones, hemos ofrecido:
- Una amplia (pero optimizada) agenda de privatización que abarca el período 2015-2025.
- La creación de una Autoridad Fiscal y Aduanera plenamente independiente (bajo la égida y el control del Parlamento).
- Un Consejo Fiscal que supervise el presupuesto público.
- Un programa a corto plazo para limitar las ejecuciones hipotecarias y gestionar el crédito moroso.
- Reformas judiciales y del código procesal civil.
- La liberalización de muchos mercados de productos y servicios (con protecciones para los valores de las clases medias y los profesionales que son parte constituyente de la urdimbre de la vida social).
- La eliminación de muchas tasas perjudiciales.
- Reformas de la administración pública (introducción de sistemas de evaluación del personal, reducción de costes no salariales, modernización y unificación de las remuneraciones en el sector público).
Además de esas reformas, las autoridades griegas han solicitado asesoramiento a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para ayudar a doseñar, llevar a cabo y controlar una segunda serie de reformas. Ayer mismo, me reuní con el Secretario Gneral de la OCDE, el señor Ángel Gurría, y su equipo para anunciar ese programa conjunto de reforma completado con un itinerario específico:
- Un gran Mecanismo Anticorrupción e instituciones efectivas para sostenerlo (especialmente en el ámbito de las contrataciones).
- Liberalización del sector de la construcción, incluido el mercado y las regulaciones de los materiales de construcción.
- Liberalización del comercio mayorista.
- Código de prácticas para los medios de comunicación (electrónicos e impresos)
- Centros de ventanilla única que erradiquen los estorbos burocráticos para hacer negocios en Grecia.
- Reforma del sistema de pensiones, con el énfasis puesto en un estudio actuarial propiamente dicho y a largo plazo, en la reducción progresiva de las jubilaciones anticipadas, la reducción de los costes operativos de los fondos de pensiones y la consolidación del fondo de pensión, en vez de un mero recorte de pensiones.
Sí, colegas, los griegos necesitan ulteriores ajustes. Necesitamos desesperadamente reformas profundas. Pero yo les urjo a tomar seriamente en consideración esta importante diferencia entre:
- reformas que atacan comportamientos parasitarios, buscadores de renta, o ineficiencias, y
- cambios paramétricos que aumentan los tipos fiscales y reducen las prestaciones a los más débiles.
Necesitamos muchas más reformas reales y muchas menos reformas de tipo paramétrico.
Mucho se ha dicho y escrito sobre nuestro “retroceso” en la reforma del mercado laboral y nuestra determinación de reintroducir protección para los trabajadores asalariados a través de acurdos logrados con negociaciones colectivas. ¿Se trata de una obsesión izquierdista nuestra que pone en riesgo la eficiencia? Pues no, colegas, no es así. Tomemos el ejemplo del rimero de jóvenes trabajadores en muchas cadenas comerciales que son despedidos cuando están a punto de cumplir 24 años para que el empleador pueda contratar en su puesto a trabajadores más jóvenes y evitarse pagar el salario mínimo normal, que es mayor para empleados de más de 24 años. O el ejemplo de los empleados a tiempo parcial por 300 euros al mes a los que se obliga a trabajado a jornada completa bajo amenaza de despido. Sin negociación colectiva, ese tipo de abusos proliferan, con pésimos efectos para la competición (puesto que los empleadores decentes están en posición de desventaja frente a los que carecen de escrúpulos), pero también con pésimos efectos en los fondos de pensiones y en los ingresos públicos. ¿Puede alguien pensar seriamente que la introducción de una negociación colectiva bien concebida, en colaboración con la OIT y la OCDE, constituye una “reversión de la reforma”, un ejemplo de “retroceso”?
Para volver brevemente a las pensiones, se ha hecho mucho ruido con el hecho de que las pensiones monta ahora más que en el pasado: representan un 16% del PIB. Pero consideren esto: las pensiones han encogido un 40%, y el número de pensionistas se ha mantenido estable. De manera que el gasto en pensiones ha bajado, no subido. Ese 16% es debido no a un gasto mayor en pensiones, sino –todo lo contrario— a una espectacular caída del PIB, que trajo consigo una igualmente drástica reducción de las contribuciones a causa de la caída del empleo y el acelerado crecimiento del trabajo sumergido.
Nuestro supuesto retroceso en las reformas de las pensiones consiste en que hemos suspendido ulteriores reducciones en unas pensiones que ya han perdido el 40% de su valor mientras los precios de los bienes y servicios que los pensionistas necesitan, por ejemplo, los medicamentos, apenas se han movido. Consideren este hecho relativamente desconocido: alrededor de 1 millón de familias sobreviven hoy de la magra pensión de un abuelo o de una abuela, mientras el resto de la familia se halla en el paro: y eso, en un país en el que sólo el 9% de los parados está cubierto por las prestaciones de desempleo. Recorten esta solitaria y modesta pensión, lanzarán a la calle a toda una familia.
Por eso no dejamos de decir a las instituciones que sí, que necesitamos una reforma de las pensiones, pero que no pueden ustedes sacar un 1% del PIB de las pensiones sin causar una viva y masiva miseria y una viva ola recesiva, en la medida en que esos mil ochocientos millones de euros multiplicados por un gran multiplicador fiscal (rayano en el 1,5) se sustraerían al flujo circular de ingresos. Si todavía existieran pensiones generosas, cuyo recorte tuviera impacto fiscal significativo, lo haríamos. Pero la distribución de las pensiones está tan comprimida, que para lograr un ahorro de esa magnitud habría que tocar las pensiones de los más pobres. Esa es la razón, supongo yo, de que las instituciones nos pidan eliminar de las pensiones el suplemento de solidaridad a los más pobres entre los pobres. Y es por esa misma razón que nosotros contraproponemos a eso reformas propiamente dichas: una drástica reducción –rayana en la eliminación— de las jubilaciones anticipadas, la consolidación del fondo de pensiones e intervención en el mercado laboral para reducir el volumen de trabajo sumergido.
Las reformas estructurales promueven el potencial de crecimiento. Pero los meros recortes en una economía como la griega lo que promueven es la recesión. Grecia debe ajustarse introduciendo reformas genuinas. Pero al mismo tiempo, y para volver a la respuesta del Dr. Blanchard, las instituciones necesitan ajustar su definición de lo que constituyen reformas generadoras de crecimiento: necesitan reconocer que los recortes paramétricos y las subidas de impuestos no son reformas, y que, al menos en el caso de Grecia, lo que han hecho es socavar el crecimiento.
Los colegas han venido repitiendo en el pasado, y tal vez lo vuelvan a repetir, que nuestras pensiones son demasiado altas en comparación con las de su población mayor retirada, y que resulta inaceptable que el gobierno griego espere de ellos que sostengan la factura de nuestros jubilados. Permítanme que sea particularmente claro en este punto: jamás les hemos pedido que subsidien nuestro Estado, nuestros salarios, nuestras pensiones o nuestro gasto público. El Estado griego vive en la medida de su posibilidades. En los pasados cinco meses, y a pesar de tener acceso cero a los mercados y de haber hecho cero reembolsos, hemos logrado devolver en plazo el dinero a nuestros acreedores. Y pretendemos seguir haciéndolo.
Yo comprendo que despierte preocupación la posibilidad de que nuestro gobierno recaiga en el déficit primario: y esa es la razón de que las instituciones nos urjan a aceptar mayores incrementos del IVA y mayores recortes de pensiones. Aunque nuestra opinión es que bastará el anuncio de un acuerdo viable para disparar la actividad económica y generar un superávit primario sano, comprendo perfectamente bien que nuestros acreedores y socios tienen motivos para ser escépticos y exigir garantías, una especie de póliza de seguros contra una posible deriva manirrota por parte de nuestro gobierno. Eso es lo que anda por detrás del llamamiento del Dr. Blanchard al gobierno griego para que ofrezca “medidas verdaderamente creíbles”. Muy bien; pues ahí va la idea de una “medida verdaderamente creíble”:
En vez de discutirnos por medio punto porcentual de medidas (o por si esas medidas fiscales serán todas de tipo paramétrico o no), ¿por qué no consideramos una reforma permanente más amplia y más profunda? Un sistema de frenos automáticos del déficit legislado y controlado por el Consejo Fiscal independiente que hemos acordado ya con las instituciones? El Consejo Fiscal controlaría la ejecución presupuestaria del Estado semanalmente, emitiría alertas si pareciera que se viola el objetivo mínimo de superávit primario y, llegado el caso, dispararía reducciones automáticas generalizadas, horizontales a todos los niveles, a fin de prevenir una caída por debajo del umbral preacordado. Por esta vía se pone por obra un sistema a prueba de fallos que garantiza la solvencia del Estado griego, al tiempo que el gobierno griego conserva el espacio político necesario para seguir siendo soberano y capaz de gobernar en un contexto democrático. Consideren esto una propuesta en firme que nuestro gobierno pondrá en ejecución inmediatamente después del acuerdo.
Dado que nuestro gobierno nunca más volverá a tener necesidad de tomar préstamos de los contribuyentes de ustedes o de los contribuyentes que más mediatamente están detrás del FMI, no tiene sentido un debate entre Estados miembros que compiten sobre qué pensionistas sobre más pobres, instigando una carrera hacia el abismo. El debate debe versar, en cambio, sobre la devolución de la deuda. ¿Qué volumen deben tener nuestros superávits primarios? ¿Crea alguien seriamente que la tasa de crecimiento es independiente del objetivo primario fijado? El FMI entiende cabalmente que ambas cifras están vinculadas endógenamente, razón por la cual debe considerar al mismo tiempo la deuda pública de Grecia.
Nuestro gran gasto de deuda debe considerarse como un enorme pasivo fiscal no financiado. Aunque es verdad que las fragmentaciones de nuestra deuda acometidas por Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFFE, por sus siglas en ingles) y por el Servicio Griego de Préstamos (GLF, por sus siglas en inglés) son a largo plazo y la tasa de interés no es elevada, lo cierto es que el pasivo fiscal sin financiación del Estado griego, nuestra deuda, es como un componente grumoso que impide ahora mismo la inversión y la recuperación. Me refiero aquí a los 27 mil millones en bonos del Programa de Compra de Valores (SMP, por sus siglas en inglés) de que es tenedor el BCE. Se trata de un pasivo no financiado a corto plazo al que los potenciales inversores en Grecia miran con el rabillo del ojo y se retraen, porque advierten que ese hiato de 27 mil millones en los libros del BCE impiden a Grecia aprovecharse de las ventajas de la flexibilización cuantitativa del BCE en el preciso momento en que ese programa se pone por obra y está alcanzado su máxima capacidad en punto a ayudar a los países que sufren el azote de la deflación. ¡Es una cruel ironía que el país más castigado por la deflación sea el único excluido del remedio antideflacionario proporcionado por el BCE! Y está excluido a causa de ese hiato de 27 mil millones.
Nuestra propuesta en este frente es simple, eficiente y mutuamente ventajosa. No proponemos más fondos, ni un solo euro nuevo más, para nuestro Estado. Imaginemos el siguiente acuerdo en tres partes que podría anunciarse en los próximos días:
Parte 1: Reformas profundas, incluido el sistema de frenos automáticos del déficit que he mencionado.
Parte 2: Una racionalización del esquema de devolución de la deuda griega conforme a las líneas que siguen. Primero, para efectuar una recompra al SMP, Grecia adquiere un nuevo préstamo del Mecanismo Europeo de Estabilidad (ESM, por sus siglas en inglés), luego recompra los bonos del SMP al BCE y los retira. Para garantizar ese préstamo, estamos de acuerdo en que la agenda de reformas profundas sea la común condicionalidad para el cumplimiento con éxito del actual programa y para asegurar el nuevo arreglo con el ESM que entraría en acción inmediatamente después y que discurriría en paralelo con la continuación del programa del FMI hasta fines de 2016. La financiación a corto plazo en el gran desembolso procedente del actual programa, y la financiación a corto y largo plazo, que se completa con la restitución de los beneficios del SMP –unos 9 mil millones de los restantes 27 mil—, que van a parar a una cuenta de garantía que se usará para honrar los pagos de Grecia al FMI.
Parte 3: Un programa de inversiones para relanzar la economía griega financiado por el Plan Juncker, el Banco Europeo de Inversión –con el que estamos ya en conversaciones—, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y otros socios que serán invitados a participar, también en relación con nuestro programa de privatización y con el establecimiento de un banco de desarrollo concebido para desarrollar, reformar y colateralizar los activos públicos, incluidos los bienes raíces.
¿Puede alguien realmente dudar de que este anuncio en tres partes alteraría espectacularmente el estado de ánimo; de que animaría a los griegos a trabajar arduamente con la esperanza de un futuro mejor; de que invitaría a los inversores a invertir en un país, los precios de cuyos activos han caído tan drásticamente; de que daría, en fin, confianza a los europeos de que Europa puede hacer, ya sea en la penúltima hora, lo correcto?
Colegas: en este momento crítico es peligrosamente fácil pensar que nada puede hacerse. No caigamos presas de ese estado mental. Podemos forjar un buen acuerdo. Nuestro gobierno se atendrá al mismo. Con ideas. Y resuelto a cultivar las dos formas de confianza necesarias para poner fin al drama griego: vuestra confianza en nosotros y la confianza de nuestro pueblo en la capacidad de Europa para desarrollar políticas que funcionen para él, y ya no contra él.”