Antonio Manuel
(artículo publicado en «El día de Córdoba»)
No vemos la luz. Y sin la luz no veríamos nada. La luz nos permite ver todo lo visible menos a ella. Como la luna con relación al sol, los seres humanos sólo somos receptáculos de luz. Sombras. Los huéspedes de la caverna de Platón y Saramago. El ojo capta la luz y la codifica en impulsos nerviosos que el cerebro traduce en imágenes. Las células sensoriales de la retina se llaman bastones y conos. Las primeras reaccionan en la oscuridad para distinguir el negro del blanco. Los conos se activan con la luz para discriminar el espectro de colores a partir del rojo, el azul y el verde. RGB. Los colores de la televisión. Una prótesis fabricada a imagen y semejanza del ojo. En ella nos vemos como somos. Porque somos lo que vemos.
El color por excelencia es el rojo. El color del alba y del ocaso. El color que nace con el día y se precipita hacia las sombras de la noche. El color del PSOE. Y el color que da nombre al Ministro de Justicia más infame de la historia de la democracia: Bermejo. El que debiera ser escaparate de la legalidad del Estado, mata sin licencia venados al lado de jueces y policías. Como una prótesis de Franco. La fotografía manda a la mierda la división constitucional de poderes. Entre vítores y aplausos, entre filtraciones de sumarios y huelga de jueces, los suyos lo llaman torero en el Congreso. Lejos de dimitir como haría cualquier persona decente, Bermejo se ruboriza desolado y lamenta su ignorancia geográfica en Telecinco: “creí que Andújar estaba en Castilla-La Mancha”.
Azul es el color más cercano a las sombras. El color del recuerdo. El color con la longitud de onda más corta y frecuencia más rápida. El color del PP. Y el color de las corbatas de sus ediles y de sus espías y de sus escándalos propios e inducidos cuando casualmente coinciden convocatorias electorales. También es azul el color de las lenguas de las reses enfermas. Gallegas en su mayoría. Como Rajoy.
Verde es el único color primario y compuesto a la vez. Es el corazón del rojo. Y el color del horizonte donde confluyen el amarillo de los trigos y el azul del Guadalquivir. El río que legalmente no nos pertenece. Sólo tenemos competencias sobre sus aguas. Para pintarlas de verde, por ejemplo. El verde de la esperanza contenida en la bandera andaluza que enterramos el 18 de febrero de 2007. El estatuto de la vergüenza y del incumplimiento. El segundo aniversario lo celebró Canal Sur informando sobre las elecciones que más importan a los andaluces: las gallegas y las vascas.
Negro es la ausencia de luz. Negro es el color de las togas y del cieno que engulló a Marta y del alma de su asesino y del cerebro de los periodistas que entrevistaron a la niña novia del criminal y del corazón de sus padres que lo permitieron y de los escrúpulos de las cadenas que pagaron por ello y de la codicia de las empresas que se anunciaron en los intermedios y del morbo animal de los telespectadores. Más de un tercio de la audiencia. Porque vemos lo que somos. Porque somos lo que vemos.