Rafa Rodríguez
- La base de la política
La base de la política son las distintas respuestas colectivas ante la división social generada por la desigualdad que provoca el capitalismo en la distribución del poder de los grupos sociales. En Andalucía, esta división es entre las oligarquías globales, europeas, españolas, andaluzas y locales y las clases populares y medias.
La desigualdad se manifiesta sobre todo en la contradicción entre los intereses de los grandes poderes económicos que defienden la reproducción del capital y el aumento de su tasa de beneficio, y los intereses de los trabajadores y trabajadoras que ocupan el papel central en la defensa de los intereses generales. La desigualdad se proyecta en múltiples espacios interconectados, en la desigualdad económica, territorial, de género, de raza, social, cultural o de edad.
2. Reivindicación de la democracia como fin y como medio
La izquierda andaluza tiene su razón de ser en la defensa de los intereses de las clases trabajadoras tanto a corto como a largo plazo, en Andalucía y desde Andalucía para el conjunto de las personas trabajadoras en España, Europa y el mundo.
Formamos parte de la tradición emancipadora del movimiento obrero y popular, de los nuevos movimientos sociales y de las luchas por la Democracia, la Autonomía, la República y el Socialismo.
De esta tradición extraemos las experiencias de las conquistas y avances y de los fracasos y derrotas, cuya piedra angular ha sido la relación entre la izquierda y la democracia. Las conquistas y avances se han logrado desde la lucha por la democracia; los fracasos y derrotas han sido atroces cuando se ha disociado socialismo y democracia, porque sin democracia no hay socialismo, y sin socialismo no hay democracia plena.
La política emancipadora se construye desde la base del binomio democracia para la transformación, transformación para la democracia. Democracia como medio para la transformación social y como fin, como valor universal en sí misma, para el empoderamiento de las personas y de las comunidades sociales.
Y desde ese binomio, defendemos hoy un proyecto político en el que la economía esté al servicio de las personas, de la comunidad y de la reproducción de la vida y de la naturaleza.
3. El Principio de realidad
Partimos del principio de realidad (la realidad existe y, además, es inteligible) que implica, por una parte, que la realidad social puede transformarse estructuralmente, frente a quienes han decidido que es imposible de cambiar, que sólo se puede gestionar aceptándola como un destino inmutable (como le sucede en la práctica a la socialdemocracia) y, por otra, que no se puede sustituir por ilusiones o sueños, confundiendo el deseo con la realidad (como le pasa al izquierdismo) y, desde luego, es exactamente lo contario del negacionismo, que es precisamente la negación del principio de realidad, sobre el que está basando su política tanto la derecha (el PP), como la extrema derecha (Vox).
El principio de realidad se sustenta en una triple dimensión: en la realidad política específica de cada territorio, de cada tiempo y de cada cultura. Desde Andalucía, miramos al mundo de una forma singular, y esa singularidad genera un efecto espejo que nos devuelve una imagen útil, referenciada, para interpretarnos a nosotros mismos como comunidad social, cultural y política; en este tiempo en el que la crisis de la globalización y del neoliberalismo ha dejado un mundo exhausto y gravemente amenazado; y con nuestra cultura, como uno de los principales recursos para el progreso y nuestro principal patrimonio para una convivencia asentada en los valores de tolerancia, autonomía y equidad, por su carácter universalista, creativo e incompatible con cualquier forma de violencia.
4. Andalucía: una situación difícil
En este contexto, Andalucía se enfrenta a la crisis ecológica, la dependencia del modelo económico y la desigualdad social (interna) y territorial (externa), con una oligarquía reaccionaria y centralista que ha conseguido que el PP gane las elecciones por mayoría absoluta y gobierne en la Junta.
El último informe del IPCC (el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas) concluye que serán necesarios cambios sin precedentes y en todos los aspectos de la sociedad para limitar el calentamiento a 1,5ºC. La crisis ecológica se está manifestando con especial dureza en nuestra tierra: calor sofocante, escasez estructural de agua, desertización, calentamiento del océano y del Mediterráneo, pérdida de biodiversidad o aumento de los incendios forestales.
La baja participación del PIB andaluz (13%) en la producción española, en relación con el porcentaje de nuestra población (18%); el limitado peso de la producción industrial; la brecha en innovación o la escasa autonomía financiera y, por el contrario, el hiperdesarrollo de sectores de servicio como el turismo, la dependencia de los combustibles fósiles, etc. explican las tasas diferenciales de paro y pobreza y la existencia de los barrios más pobres de España, incluso de la Unión Europea. Lo más específico de esta situación es su carácter persistente y estable, ya que no responde a situaciones coyunturales, sino que tiene un carácter estructural.
La oligarquía, tanto andaluza como española e internacional, sigue utilizando el centralismo para fundamentar su dominio económico y político. Andalucía apenas dispone de centros de poder político y económico, con excepción de los del poder autonómico.
El gobierno del PP en la Junta de Andalucía, ha agravado esta situación, provocando un retroceso en la convergencia de Andalucía, en los servicios públicos, en la igualdad de género, con políticas discriminatorias para el colectivo LGTBI, las personas inmigrantes y minorías étnicas asumiendo muchas veces el discurso de la extrema derecha; en la sostenibilidad eliminando normas de protección medioambiental; en justicia social y en el desarrollo de nuestro autogobierno. Este gobierno ha favorecido a las grandes fortunas, reduciéndoles los impuestos, al mismo tiempo que recortaba el gasto público en sanidad y educación.
Esta situación nos avoca a la encrucijada entre una salida democrática que no deje a nadie atrás para transitar hacia una transición ecológica para la justicia social o los nuevos autoritarismos impulsados por determinadas élites económicas que nos llevan hacia la distopía.
5. Por el cambio estructural en Andalucía
El principio de realidad nos interpela en los fines a perseguir el cambio estructural en Andalucía, pero también en España, en Europa y en el mundo, como una necesidad inaplazable en esta crisis de la globalización que, desde su desigualdad estructural, nos arrastra a un mundo insostenible, incompatible con la igualdad, los derechos humanos, la estabilidad económica y la sostenibilidad ambiental.
Tenemos la responsabilidad histórica de reconstruir un mundo exhausto, amenazado por las consecuencias del fracaso de la globalización y el neoliberalismo. En Andalucía, esta reconstrucción es una necesidad y, al mismo tiempo, una oportunidad para superar la subalternidad, la dependencia y la desigualdad, a la que nos empujó el nacimiento y la consolidación del capitalismo.
Sabemos que no es una tarea sencilla. El poder económico de la oligarquía en sus distintas escalas proyecta su influencia a través de las empresas, los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales, las iglesias, el poder judicial, los centros de enseñanza y los diversos cuerpos del Estado, para condicionar a la opinión pública y apoyar a los partidos de la derecha que defienden de forma explícita o implícita sus intereses de clase. Además, el actual modelo de democracia, encapsulado en los Estados, segmentado en el ámbito internacional y limitado a la esfera política, está en desventaja frente al poder económico, que se extiende desde el ámbito local hasta el global.
Frente a ello, defendemos la ampliación de la participación ciudadana, la expansión de la democracia a todos los ámbitos, incluido el económico, y el principio federal para profundizar, por una parte, en la conexión entre los territorios con identidad cultural y social con el autogobierno, como Andalucía y, por otra, en la ampliación de la escala de los Estados, desde el pacto y los acuerdos, para alcanzar una institucionalidad democrática global.
6. Construir los consensos sociales
El principio de realidad nos interpela en los medios para convertir la evidencia científica (medioambiental, económica y social) en consensos políticos de la opinión pública.
La transformación estructural a través de la transición ecológica para la justicia social solo será posible si somos capaces de construir mayorías en todas las escalas que se proyecten en gobiernos comprometidos con el cambio y en estructuras políticas densas y potentes. Esta es la mediación entre la realidad actual y la necesaria realidad futura, conectando la democracia para la transformación estructural, desde el ámbito local hasta el global y situando, en la centralidad de la construcción de las políticas, a la persona común, a la ciudadana y al ciudadano medio.
Para ello es imprescindible defender y participar de los grandes consensos ciudadanos (democracia, derechos humanos, igualdad, convivencia, cambio climático, europeísmo, cooperación territorial, feminismo, etc.) como expresión democrática de la mayoría social y lograr que se identifiquen políticamente con el cambio, en un marco para la alianza de las clases populares y medias. Tal vez la mejor expresión de estos consensos sea la agenda 2030 a nivel global y sus proyecciones territoriales. El objetivo de la lucha cultural de la extrema derecha es precisamente dinamitar esos consensos, por su importancia en la construcción de hegemonías y contrahegemonías.
7. La renovación de la izquierda y el andalucismo
En Andalucía, en este tiempo de crisis de la globalización y en nuestro entorno cultural, para construir mayorías sociales que hagan posible el cambio estructural es necesario la renovación de la izquierda y del andalucismo, tanto en sí mismos como incorporando plenamente la izquierda al andalucismo y el andalucismo a la izquierda.
8. Un andalucismo federalista representativo de las clases populares y medias
La base de partida del andalucismo es la identificación con los andaluces y andaluzas tal como son, tal como sienten, escuchando y entendiendo sus sentimientos, sus intereses, sus dificultades y sus temores, pero también sus anhelos y esa enorme capacidad de lucha para vencer el día a día.
Desde esta conexión entendemos que la renovación del andalucismo avanza a través de dos certidumbres: el andalucismo es izquierda y no se estructura en torno a la confrontación territorial, como lo hace el nacionalismo burgués.
El andalucismo es izquierda porque conecta nuestra matriz cultural con la situación de explotación y opresión de las clases populares andaluzas, por lo que ponemos al trabajo en el centro de los valores sociales.
Por eso, para el andalucismo la unidad de la izquierda es constitutiva de nuestra identidad política y una exigencia del electorado que quiere gobiernos progresistas y transformadores. Una unidad basada en el pluralismo como valor democrático, en el diálogo, la cooperación y la participación desde las bases.
El andalucismo hoy es sobre todo el compromiso con la transformación estructural de Andalucía, desde la identificación con los intereses de las clases populares que representan los valores universales del conjunto de la sociedad andaluza.
No sustituimos el conflicto social por el territorial. Al contrario, defendemos la cooperación territorial, desde la igualdad, la participación y la solidaridad. Entendemos la diversidad de identidades no solo en el Estado, sino también en cada nacionalidad y en cada persona, como una expresión del pluralismo democrático, tal como sucede en Andalucía.
En este tiempo, los grandes problemas que afectan a Andalucía tienen una dimensión global, por lo que aspiramos a gobiernos multiniveles, federales, que constituyan un sistema abierto para articular la profundización en la autonomía con estructuras estatales más amplias, que puedan invertir la actual relación entre el poder económico y el poder político, desde la topofilia, desde el amor a la tierra. Por eso defendemos, sin complejos, la pertenencia de Andalucía a España y a la Unión Europea y luchamos por transfórmalos en un sistema federal.
En Andalucía el nacionalismo soberanista es una ideología condenada a la marginalidad, como se ha demostrado una y otra vez, porque ni hubo ni hay una burguesía que lo defienda como proyecto político. Las escasas élites intelectuales que intentan trasladar a Andalucía los proyectos de nacionalismos que se dan en España y en otras comunidades, no encuentran la complicidad de las clases populares. El nacionalismo soberanista es un traje viejo que le viene chico a las andaluzas y andaluces.
9. La renovación de la izquierda
Hoy la izquierda y las fuerzas progresistas, comprometidas con la democracia, son la única alternativa para liderar una perspectiva de salida a la crisis de la globalización.
Es esencial resaltar la importancia de la acción desde los gobiernos y el estado (en sentido amplio) para avanzar en la transición verde para la justicia social, en una relación de simbiosis con la organización, la participación y la movilización ciudadana. Sin gobernar es imposible avanzar en esta dirección y el tiempo se nos agota.
Esta evidencia es compartida hoy de forma mayoritaria, incluso ha dejado de ser motivo de debate en la izquierda, pero no hace muchos años era una herejía para la izquierda predemocrática.
En España y en Andalucía, con un electorado dividido prácticamente al 50% entre la izquierda y la derecha, con escasos traspasos de votantes entre bloques (quienes logran la movilización de su bloque y consigue que haya mayor abstención en el electorado contrario, suele conseguir la mayoría) solo son posible gobiernos de coalición progresistas entre la izquierda y el PSOE.
Lo importante es cambiar la correlación de fuerzas dentro del bloque progresista, en el que hoy es mayoritario el PSOE. Y eso lo podemos conseguir en Andalucía, si se consolida un movimiento unitario y participativo desde la base.
Además, necesitamos expandir la escala de los Estados y, al mismo tiempo, profundizar en la autonomía y el autogobierno, para equilibrar el poder público democrático, con el poder global de los mercados y las oligarquías. Por eso somos estructuralmente europeístas, aún con las limitaciones que tiene la actual Unión Europea, en donde se libra una dura pugna, al igual que en el interior de cada uno de los Estados, entre una Europa democrática, federal, social, verde, feminista, autónoma y con voz propia en este mundo interconectado, y una Europa neoliberal. Los avances o retrocesos en cada uno de los Estados decidirán la evolución de la Unión Europea pero, al mismo tiempo, el equilibrio de fuerzas en la Unión Europea, será decisivo para la evolución de cada uno de los Estados que la componen.
(*) La imagen representa una obra del pintor Rubén Guerrero (Utrera, 1976)