1 Señalar el enemigo
La Política como el ajedrez es un juego entre contrarios. Un juego de intereses. Un proceso conflictivo. Es condición del juego democrático someterse a las reglas (las leyes), quien se salta las reglas o las cambia durante la partida no juega, impone o hace trampa. La democracia tiene reglas que sólo pueden cambiarse, sin violencia, desde la propias reglas. El cambio del artículo 135 de la Constitución española fue reglado, legal. La ruptura con el bipartidismo ha de ser electoral, necesitamos una nueva mayoría que mire a las personas y no al capital.
En el ajedrez la habilidad esencial, conocidas y respetadas las reglas, consiste en dominar hegemónicamente el centro del tablero. Quien ocupa el centro de la escena juega con ventaja. El juego de posiciones busca reducir las alternativas del contrario. Si se ignora que el contrario también juega la derrota está servida.
La voluntad de cambio ha de tensionar las reglas y ofrecer alternativas. La acción Política democrática puede jugar en el límite legal y en el espacio no reglado para crear las condiciones del cambio.
El debate sobre el derecho a decidir (centrado ahora en Cataluña) es un ejemplo. Quienes defienden el derecho a decidir, y quienes defiende el soberanismo catalán, juegan al límite para tensionar el estatus quo, para ganar la hegemonía social y para, en su caso, forzar una consulta pactada. La Constitución impide un referendum vinculante, pero nada hay escrito sobre una consulta no vinculante (el espacio no reglado). Luego lo normal es que la consulta se haga y su resultado tenga consecuencias políticas aunque no tenga consecuencias jurídicas inmediatas.
Para cambiar las políticas antisociales, para cambiar el sistema, hay que romper la tiranía de la troika y derrotar a la derecha. Es imprescindible mantener la tensión de las movilizaciones en la calle y generar procesos políticos sumativos que sean capaces de ganar la confianza de una mayoría social electoralmente activa. Suma de organizaciones y suma de personas. Es necesario reforzar el escenario de confrontación para ganar el centro del tablero y dirigir el ataque señalando el enemigo real. El centro del escenario está marcado por el concepto de culpa. La culpa es de la clase política (casta política le llama ya la caverna ultra mediática) y de los banqueros malvados, y la culpa es nuestra por haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Estos culpables son excelentes para el capital, porque ocultan el verdadero problema y sus causas, porque funcionan como chivo expiatorio de la indignación.
No basta con la indignación y mucho menos con la versión populista de la tecnocracia, el ciudadanismo. Mas adelante iremos hablando de Beppe Grillo. En la oposición a los recortes de derechos se ha cruzado la denuncia de la corrupción del gobierno del PP. La corrupción es el alfil que domina la diagonal y apunta al centro, pero no es la clave de la derrota del neoliberalismo. El gravísimo caso Bárcenas-Gurtel, no cambiaría ni un ápice un resultado electoral con triunfo de la derecha si la situación de desempleo, desigualdad y desahucios no estuviera como está. Camps ganó las elecciones en el Paìs Valencià de modo aplastante sentado en el banquillo y sin despeinarse. Bárcenas, la corrupción y los recortes son fruto de un modelo, son fruto del capitalismo. La representación del capitalismo es la troika. Hay que acabar con el gobierno de la troika. El pueblo portugués ha tocado la tecla en las masivas movilizaciones del 2 de febrero: «Que se lixe a troika,» que se joda la troika. He ahí el enemigo (la representación instituida del capitalismo).
Resulta revelador que el denominador común de los magníficos resultados de la Syriza griega (la izquierda radical), la explosión electoral del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo y la resurrección de Berlusconi, es el ataque frontal a la Europa de la Troika. A partir de ahí saltan a la vista las diferencias de modelos organizativos, programas y práctica política. Pero en el señalamiento del enemigo y su culpa coinciden. Aprendamos de ello y, para que haya coherencia y futuro, dando un paso más, digamos: «que se joda el capitalismo y su troika.»
@marioortega
Continúa con:
2. Reconocer las causas objetivas de la crisis