Jesús Fernández-Villaverde.Nada es Gratis. 28/08/2011.
Una persona muy metida en el meollo de la negociación constitucional esta semana quedó muy sorprendida por mi comentario en un post anterior de que la idea de una regla fiscal tiene un origen en la Suecia de los años 30, y me ha pedido, por favor, si podía escribir un par de párrafos sobre el tema. Como estoy encerrado en casa mientras Irene golpea de mala manera (esto sí que es lluvia y lo demás tonterías), le he dedicado media hora a ello y he (basicamente) traducido al castellano parte de mis notas de clase de Historia Economica sobre la gran depresión (más algún comentario adicional;):
En 1932, el Partido Socialdemócrata Sueco obtuvo una rotunda victoria en las urnas. Primero, en coalición con el Partido Agrario y posteriormente en solitario, gobernará por los siguientes 44 años, un ciclo casi único en la historia de los países democráticos.
El Partido Socialdemócrata Sueco era una institución, ya en 1932, bastante diferente de otros partidos socialdemócratas europeos. Hjalmar Branting, el líder histórico del partido y uno de sus fundadores, había apostado desde el primer día por incorporar lo mejor de la tradición liberal al movimiento socialista de los trabajadores y campesinos. A parte de anclar al partido en un compromiso inequívoco con la democracia y la oposición a las dictaduras, viniesen de donde viniesen (que le haría condenar desde el primer día el golpe de estado de Lenin de 1917 y entender que los bolcheviques y la Familia Soprano son básicamente lo mismo: una banda de criminales asesinos), Branting afianzó una clara preferencia por el reformismo y por la creación de instituciones estables que permitiesen el bienestar en largo plazo de todos los Suecos. Esto se tradujo en que el Partido Socialdemócrata se convierte en un partido interclasista, uno de los primeros en Europa y que, al unir a los trabajadores industriales con las clases medias urbanas y (en coalición) con los campesinos, eliminase de raíz la amenaza fascista.
Este bagaje hizo que, ya desde 1932, la política económica de los socialdemócratas suecos fuera peculiar. Por un lado, buscaban crear un estado del bienestar generoso, que se fue afianzando a lo largo de las siguientes décadas, pero respetando el mercado como mecanismo de asignación de recursos (algo que no se dice a menudo: sí, Suecia tiene uno de los estados del bienestar más generosos del mundo pero también unos de los mercados más abiertos, flexibles y competitivos existentes). Por otro, querían emplear la política monetaria y fiscal para sacar a Suecia de la gran depresión y, más tarde, asegurar, la estabilidad macroeconómica.
Para ello contaban con varias ventajas. Una, existía una antigua y brillante tradición de economistas, con Knut Wicksell a la cabeza, que habían pensado en cómo emplear estas políticas mucho antes que Keynes. Por ejemplo, el Banco Central de Suecia, desde 1931, había buscado la estabilidad de precios y suministrado suficiente liquidez, fuera del corsé del patrón oro, para aminorar los efectos de la gran depresión (el Banco Central de Suecia sigue siendo, en 2011, quizás el banco central más inteligente del mundo). Dos, los socialdemócratas entendían que una política de estabilización en el corto plazo solo era posible si esta era sostenible. Esta observación llevó, desde el primer día, a buscar fórmulas que hicieran sostenible en el largo plazo la política fiscal contracíclica.
El documento clave fue la presentación del presupuesto de 1933, el primero de los socialdemócratas en el poder, por parte de Ernst Wigforss (que fue ministro de hacienda desde 1932 hasta 1949). El presupuesto incluían un anexo documental, escrito por Gunnar Myrdal, en el qué se explicaba que el estado debía seguir una regla fiscal que asegurase que los activos netos del estado fueran positivos: déficits en las contracciones y superávits en las expansiones, con la idea de que (en lenguaje más moderno) el déficit estructural fuera (aproximadamente) cero.
Y los socialdemócratas se tomaron esta regla en serio: mientras hubo déficit en 1933 y 1934, cuando la economía empezó a crecer con fuerza en 1935, el signo de la política fiscal cambió y se empezaron a acumular fuertes superávits, lo que mantuvo la deuda pública bajo un estricto control.
En 1951, en un famoso documento, Gösta Rehn and Rudolf Meidner, dos economistas de la Confederación de Sindicatos Suecos, compilaron muchas de estas ideas en un documento que dio nombre a lo que se llamo el Modelo Rehn-Meidner, aunque en realidad los elementos principales del mismo llevaban funcionando desde 1932. Rehn y Meidner querían asegurar el crecimiento económico y el empleo en el largo plazo y explícitamente enfatizaban la importancia de una estricta política fiscal. No es por ello un accidente que Suecia fuera uno de los primeros países en codificar explícitamente las reglas fiscales y en crear un Consejo de Política Fiscal.
Aunque el origen de las ideas es, en buena medida, irrelevante (estas son buenas o malas independientemente de quién las creó, eso es algo que hemos repetido mil veces en este blog), el concepto de una política fiscal que combine la contraciclicidad con la sostenibilidad en el largo plazo en un marco de estabilidad y prudencia tiene un claro punto de partida histórico: el gobierno socialdemócrata sueco de 1932.