Vicente Jurado Doña (*)
A principios del pasado mes de diciembre pude participar en una de las rutas de trashumancia todavía existentes en la Península Ibérica, en concreto en tierras de la provincia de Jaén. Durante 9 días y llevados por el buen hacer de 15 ganaderos trashumantes, 9.000 ovejas segureñas, decenas de cabras y varios perros guardianes, incluidos varios mastines, nos desplazamos recorriendo los caminos y veredas que surcan este bello paisaje del Parque de Cazorla, Segura y las Villas en las cercanías de Santiago de la Espada, ya con algo de nieve en las cumbres, en dirección a los pastos otoñales de la Sierra morena de Jaén. En total unos 160 km atravesando dehesas arboladas y arroyos rebosantes esos días de agua.
A principios de junio, y bajo un sol de justicia, otras 2.000 ovejas merinas habían hecho una trashumancia corta (trasterminancia) en la provincia de Córdoba para aprovechar las rastrojeras de cereal de la campiña del valle del Guadalquivir. También en la provincia de Sevilla subsisten aún pequeños ganados trasterminantes conducidos por pastores que aprovechan pastos cercanos a algunos pueblos, caso del cordel de los carboneros que conecta Olivares con Aznalcóllar. La ganadería trashumante se mantiene viva aún en estos tiempos de neoliberalismo económico que arrasa con los recursos naturales sabiamente manejados desde hace siglos.
No podemos olvidar que la ganadería supone uno de los más antiguos aprovechamientos tradicionales de los bosques mediterráneos. En la Antigüedad, el ganado (pecus) tuvo tanta importancia como moneda de cambio que de él deriva el sustantivo pecunia: dinero. Los visigodos por ejemplo, mantuvieron la política agraria romana y también se ocuparon de fomentar la ganadería, principalmente la cría de caballo y cerdos, e incluso regularon el aprovechamiento de los pastos y de la montanera.
La ganadería trashumante, motivada por la necesidad de encontrar pastos para el ganado en determinadas épocas del año, tiene orígenes antiguos. Probablemente las ovejas merinas llegaron de mano de los benimerines a principios del siglo XII. El rey Alfonso X reunió a todos los ganaderos de Castilla y León en una organización que se denominó Honrado Concejo de la Mesta (1272), que fue durante siglos la más importante organización ganadera del mundo y contribuyó al sostén de la economía del Estado español y modificó buena parte de la fisonomía de pastizales, matorrales y bosques del país. Los Reyes Católicos fueron fervientes defensores de la Mesta frente a la agricultura y los bosques y, protegieron las cañadas, auténticas “autopistas” que recorrían casi toda la Península conectando áreas de distinta productividad. Numerosos factores como la introducción de la oveja merina en otros países de Europa a lo largo del siglo XVIII, la pérdida paulatina de los privilegios concedidos a los pastores y ya en el siglo XX la irrupción del transporte en ferrocarril y el cambio en los usos del suelo, junto a la apropiación de cañadas y veredas por parte de particulares e incluso de Ayuntamientos, llevaron al deterioro generalizado de los caminos y a la marginalidad de la trashumancia y su cultura pastoril asociada. A pesar de todo todavía en la década de los 90 trashumaban en España unas 300.000 cabezas de ganado. La trashumancia, no lo olvidemos, ha contribuido a conformar la identidad cultural de muchos territorios de España, y ha originado un rico patrimonio etnográfico, reflejado en fiestas y tradiciones, en la toponimia, en la gastronomía e incluso en la arquitectura.
El pastoreo trashumante además, juega un papel muy importante en la prevención de los incendios forestales en la Cuenca Mediterránea dada la “limpieza natural” que realizan los animales al ramonear distintas especies pascícolas y arbustivas mientras caminan, ahorrando así en medios dedicados a la extinción. La perturbación ocasionada por el ganado, al pisotear y abonar el terreno, favorece una cierta heterogeneidad espacial y con ello un aumento de la diversidad de especies.
Por todo ello, se tendrían que poner en marcha por parte de la Junta de Andalucía ayudas medioambientales específicas para fomentar y proteger la trashumancia que tuviesen en cuenta éste y otros factores tales como la distancia recorrida a pie en duras jornadas por los pastores y los ganados (muchas veces sin abrevaderos ni puntos de descanso) para cubrir al menos en parte los costes del desplazamiento. Es necesario un amplio acuerdo social que permita el reconocimiento de los efectos positivos de la ganadería trashumante en el medio natural, entre ellos el mantenimiento de cañadas, cordeles y veredas públicos hoy en día casi olvidados por la Administración regional y municipal y usurpados históricamente por los terratenientes.
En los dos últimos años la Diputación de Jaén con buen criterio ha subvencionado con cerca de medio millón de euros un total de 141 solicitudes de ganaderos, incluidos los trashumantes, estando pendiente la resolución del año 2016. Además es importante implementar una medida agroambiental específica dentro del articulado de la nueva PAC. Ayudemos entre todos a propiciar un escenario de futuro inmediato viable y a mantener un sistema casi único en Europa de ganadería sostenible.
- Vicente Jurado Doña es biólogo y Doctor en Geografía Física por la Universidad de Sevilla. Ha sido Profesor Asociado de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla en el Área de Ecología. En la actualidad es Asesor ambiental de la Fundación Savia. Ha simultaneado su labor docente como Catedrático de instituto con su militancia en Asociaciones de defensa de la naturaleza y promueve el mantenimiento de la trashumancia y la vida rural en Andalucía.