Rafa Rodríguez
El marco
La crisis del coronavirus va a provocar una recesión económica en todo el mundo y también en Europa, donde todos los Estados las van a sufrir, aunque con desigual intensidad.
Las consecuencias de la lucha contra esta pandemia y contra la recesión económica van a modificar la organización económica, social y política del mundo, y ya ha comenzado la tensión por la construcción del nuevo mundo que se vislumbra tras la crisis de la globalización y el ocaso del neoliberalismo en el que el conflicto político se centra en la disputa entre poner las bases materiales para una democracia global o lo que propone la extrema derecha que quiere seguir los pasos de Trump.
Hemos argumentado en artículos anteriores que la clave para una salida progresista a esta crisis es el reequilibrio territorial entre el poder público, básicamente de ámbito Estatal y el poder económico, de ámbito global, y que se puede encontrar en la continentalización un horizonte de convergencia entre las estructuras políticas y económicas para la transición ecológica y social, desde la defensa y la profundización de la democracia.
La Unión Europa debe estar a la cabeza de estos cambios.
Dejar atrás la parálisis
La Unión Europa ha sido la construcción política continental más importante del siglo XX, aunque, tras el esfuerzo de crear una moneda común y la ampliación a los Estados del este de Europa, entró en un periodo de estancamiento a partir de la nefasta gestión de la crisis de 2008, agudizado por la crisis de los refugiados y el Brexit.
Las consecuencias de la pandemia
Ahora es el momento de un salto cualitativo en la construcción europea, porque es más que una opción: es una necesidad.
El impacto en el crecimiento y el empleo, van a ser en la mayoría de los Estados tan elevados que ponen en riesgos la estabilidad del euro, en el contexto de una desestabilización económica y financiera global.
En una reciente publicación, el FMI calculaba que, en un escenario moderado en el que la pandemia se disipara en el segundo semestre de 2020 y que las medidas de política adoptadas en todo el mundo sirvieran para evitar quiebras generalizadas de empresas, cuantiosas pérdidas de empleo y tensiones financieras sistémicas, la zona euro decrecería este año un 7,5% del PIB.
Afrontar esta crisis exige movilizar unos recursos sin precedentes.
Hoy, desde luego, lo urgente es atender las necesidades inmediatas de los sistemas de salud, proteger a los grupos de población que han perdido sus ingresos o carecían de ellos y dotar de liquidez al sistema productivo y en una segunda fase reconstruir la economía desde unas bases diferentes.
La actuación de los Estados y el parón del sistema económico, implica un tremendo aumento del endeudamiento, tanto público como privado, para hacer frente a las necesidades inmediatas y a las nuevas inversiones necesarias para reactivar la economía, en el contexto de la recesión económica. El impacto socioeconómico de esta crisis será inmenso y muy desigual desde una perspectiva social y territorial, a pesar de que el shock es por definición simétrico.
Las estimaciones manejadas por la Comisión apuntan a unas necesidades de, al menos, 1,8 billones de euros. La deuda pública de los Estados miembros de la UE podría aumentar entre 10 y 15 puntos del PIB, como media. La media del área rozaría un endeudamiento público del 100%, y España cerca del 120%. (unos 250.00 millones de euros), mientras Italia incluso podría llegar al 170% (unos 40 puntos más de PIB es decir, casi 700.000 millones de euros).
Tres fases: la respuesta sanitaria y social, la respuesta fiscal común y la reforma de las instituciones y de las estructuras económicas
Con los niveles de deuda pública y sin la protección del euro y del BCE muchos países europeos estarían en suspensión de pagos y sin dinero para pagar las pensiones y el sueldo de sus funcionarios, por eso hoy ningún Estado quiere quedarse fuera de la UE.
En esta crisis nuestra casa se ha convertido en el símbolo de lo que nos protege. Europa tiene la dimensión necesaria para protegernos con sistemas públicos, autosuficientes y compartidos empezando por toda la cadena de protección sanitaria, desde la investigación y la producción de medicamentos hasta la coordinación de los hospitales.
Para vencer la pandemia y la recesión que la acompaña y adaptarse a los cambios estructurales que va a traer el mundo postpandemia, la UE necesita recorrer un camino que empieza por una respuesta eficaz común a la crisis sanitaria y social, continúa por la construcción de un tesoro común sobre la base de la emisión de deuda pública como UE y debe culminar con la reforma a fondo de todas sus instituciones homologándolas a una estructura federal, y de las estructuras económicas, diseñando una nueva política industrial sobre la base de reintegrar las cadenas básicas de suministro, producción y distribución dentro de la UE, en el contexto de la transición ecológica.
Una Europa democrática, solidaria y unida frente a la extrema derecha
La experiencia negativa de cómo la UE afrontó la crisis de 2008 ha dejado dos conclusiones: los enormes costes en todos los campos de no reaccionar a tiempo y que la respuesta debe garantizar que nadie se quede atrás, ni Estados, ni regiones ni colectivos sociales, empezando por dar soluciones a los campamentos de refugiados en las islas griegas con medidas apropiadas como ser evacuados para garantizar el acceso seguro a la atención médica, la cuarentena y otras actuaciones contra el coronavirus.
La solidaridad de la UE tampoco debe detenerse en las fronteras de la UE. Debe, desde luego, garantizar la máxima colaboración con la OMS y otros organismos internacionales para desarrollar una respuesta médica efectiva, pero también contribuir a resolver los problemas globales que va a agudizar esta crisis.
Hacer frente a la crisis sanitaria y social, poner las bases para evitar la quiebra de los Estados y la desestabilización del euro, y consolidar la UE tanto institucional como económicamente, desde los valores de la democracia, la justicia social y la sostenibilidad, son las condiciones para ganar el futuro frente a la extrema derecha, que busca el fracaso de la UE en esta crisis, para destruirla y despejar el camino para imponer regímenes autoritarios. Por eso es tan importante la alianza de las fuerzas democráticas en la perspectiva de una Europa unida como objetivo común.
(*) Imagen de la artista plástica argentina Elisa Insúa