Josep Ferrer Llop .Sinpermiso.23/01/2011.
Recientemente se han presentado las conclusiones del último informe de la Fundación CyD, presidida por Ana Patricia Botín, de forma que consideramos claramente tendenciosa: primero, exagerando el distanciamiento entre el mundo empresarial y el universitario; segundo, culpando de ello a la universidad, como incapaz de atender las demandas de las empresas. En la misma línea cabe situar el todavía más reciente informe de la Fundación de las Cajas de Ahorro. Bien al contrario, creemos que tal distanciamiento proviene de que la mayoría de nuestras empresas son incapaces de seguir el ritmo de puesta al día e innovación que buena parte de la Universidad pública española está consiguiendo.
En efecto, mediante un esfuerzo notable en las últimas décadas, nuestra universidad ha recuperado el terreno perdido, de manera que en estos momentos nuestros titulados son reconocidos internacionalmente y nuestra producción científica es equiparable a nuestro entorno europeo. Más aún, en áreas como supercomputación, biomedicina y muchas otras, nuestra universidad está en la primera línea mundial de investigación. Y en cuanto a la docencia, varias universidades desarrollan programas de dobles titulaciones para estudiantes de alto nivel. No podemos ser triunfalistas, ya que todavía hay mucho por mejorar y no es fácil mantener el reconocimiento y nivel conseguido. Lamentablemente estos resultados no se ven recompensados por determinados ránquines basadas en parámetros que quedan fuera de nuestro alcance. Por ejemplo, índices de producción acumulada, que perjudican claramente a las universidades jóvenes, o la obtención de premios Nobel, que no son posible en áreas como el derecho o la ingeniería. Por el contrario, si se consideran ratios por presupuesto o por plantilla, nos situamos claramente en los escalones superiores.
Igualmente, una parte de nuestro tejido productivo ha sabido afrontar retos análogos. Basta recordar, por ejemplo, las sesiones organizadas por la Cámara de Comercio de Barcelona, conjuntamente con varias universidades, donde empresas de diversos ámbitos y territorios mostraban que la apuesta por la I+D, la contratación de doctores e investigadores de alto nivel y la colaboración con instituciones académicas se traducen en mejoras considerables de la productividad y en definitiva de las cuentas de explotación.
Lamentablemente, el citado informe de la Fundación CyD pone de manifiesto que esos ejemplos no han tenido un efecto contagio generalizado, a pesar de las cuantiosas ayudas públicas por la vía fiscal o crediticia y de los beneficios acumulados durante el último ciclo alcista. Al contrario, tanto la demanda de alianzas para la investigación como el mercado laboral altamente cualificado parecen estancarse. Nuestros titulados más brillantes se ven obligados a emigrar a multinacionales o entidades extranjeras, o bien a subcontratarse en puestos de trabajo que desaprovechan sus potencialidades. Resulta decepcionante examinar la inversión en I+D o la plantilla de investigadores en la mayoría de nuestras empresas del Ibex-35. Igualmente, los extraordinarios beneficios en construcción o turismo no se han traducido en nuevos sistemas constructivos o en modelos de gestión turística para liderar la innovación en estos sectores.
Probablemente son esas empresas tan alejadas de la innovación las que, según el informe CyD, limitan sus demandas formativas a las llamada «habilidades directivas» (idiomas, hablar en público,…) y denuncian la universidad por no priorizarlas. Hay que decir claramente que estas demandas son propias de otras instancias y no de la universidad, la cual ha de atender, como así hace, las exigencias de generar y trasmitir conocimiento de alto nivel y de ejercer la docencia vinculada a la investigación, objetivos difícilmente alcanzables fuera de su ámbito. Es necesario también que la universidad forme, como así hace, en creatividad, rigor, espíritu crítico, capacidad de análisis, visión interdisciplinar, prospectiva… así como en valores como la solidaridad, la cooperación al desarrollo, la sostenibilidad, la igualdad, etc.
Mejorar en estos aspectos es la exigencia que hemos de asumir por parte de una sociedad madura y de un sector productivo de vanguardia. El informe de la fundación CyD viene a decir que sólo 1 de cada 6 empresas plantea este tipo de retos. Más aún, el informe detecta, coincidiendo con el de la Fundación de las Cajas de Ahorros, un replegamiento de la mayoría hacia posiciones conformistas, donde los objetivos de personal altamente cualificado y de conocimiento avanzado resultan cada vez menos frecuentes. Desde estas posiciones la colaboración con la universidad será poco fructífera, y el país desaprovechará una herramienta que con mucho esfuerzo de todos hemos conseguido poner a punto.
Traducción para www.sinpermiso.info: Josep Ferrer Llop
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