Pilar González Modino / Entre escribirte a ti y escribir sobre ti escojo lo primero. Duele menos. Escribirte a ti es mantener una ficción dialéctica que te implica, que te incluye, que te piensa cerca, aunque no respondas. Escribir sobre ti es saber que ya no estás, que no responderás nunca. Y el adverbio de tiempo se hace abismo y produce vértigo.
“Creo que en líneas muy generales, los humanos pueden dividirse entre los que conservan viva la infancia y los que conservan viva la adolescencia. Los primeros son los solitarios, los retraídos y siempre poderosos; los segundos somos los sentimentales, los apasionados y siempre los menos poderosos. Mi adolescencia fue colectiva y pandillera. Me gusta mucho recordar aquellas tardes interminables de primavera sentados en los paratrenes con las guitarras o con algunos juegos antiguos, juegos de pueblo que me temo que se han perdido como el churro-pico-terna o el quema”. José Luis Serrano.
Sentimental y apasionado, como el muchacho que nunca dejaste de ser. Y poderoso también, aunque el poder como sustantivo o como adjetivo te interesaba poco o nada. Magnéticos tu talento y tu voz, tan deslumbrantes precisamente por humildes. Desde aquellas tardes en casa de Concha y Antonio en las que sobre el mapa trazábamos imaginarias líneas verdes para conocer, comprender y cambiar esta polis común que es Andalucía y creamos espacios de pensamiento y cooperación en este Paralelo 36. Y fíjate lo necesarios que son ahora esos espacios.
¡Cuánto aprendimos contigo, cuánto nos enseñaste acerca del pensamiento y del derecho! Ahora, con tus intervenciones en el Parlamento entreveradas de doxa y polis, con ese andalucismo arraigado, y sin embargo de este siglo, emancipatorio y sin complejos, para que Andalucía sea siempre“como la que más”, todos habían empezado a darse cuenta. Filósofo entre juristas y abogado entre filósofos. Algunos periodistas veteranos se sinceran sorprendidos por la honestidad intelectual, la potencia conceptual y la calidad de tu discurso. Hace mucho tiempo que no se escuchaba nada semejante en el viejo hospital de las Cinco Llagas. Lástima que no apostaron conmigo quién sería el/la mejor parlamentario de esta Legislatura. Maldita vida desatenta que no me dejó ganar esa apuesta.
Escritor de novelas en cuyo interior habita un poeta. Confieso que a mí también me gusta “Brooklyn Babilonia” más que las primeras, es hermética y vital a la vez. Ahí te salió más el niño solitario que el adolescente pandillero. Y recuerdo la pasión con la que hablabas de “la Alhambra de Salomón”, casi terminada, aquella mañana en tu Granada, cuando de la política saltamos a la literatura. En aquellos días ya empezabas a conjugar el verbo poder con el sujeto en primera persona del plural “Nosotros” “Podemos”. Y con la determinación audaz de los valientes, ahora que la audacia vuelve a estar de moda. Precisamente en el tiempo de la madurez recién llegada, de la vida apacible y de los libros decides arriesgarlo todo de nuevo. Y tu entusiasmo político era contagioso.
Y pensábamos que, tal vez, desde Granada, en esta ocasión, se alumbraría un nuevo comienzo, otra etapa ilusionante en la historia de nuestra vieja Andalucía, una especie de justicia poética. Te dije que quería votar con alegría y que en ti encontraba la síntesis perfecta que me representaba. Que podía devolverte, en forma de voto, la gestión de nuestra esperanza, que una vez, generosamente, me confiaste. Que eras el mejor de nosotros y nosotras. Que eras y serás de nosotros, de los nuestros. Siempre. Y este adverbio de tiempo, lejos del vértigo, se hace certeza cálida, como de las raíces que nos sostienen a la vez que vuelan.
Si no fuera por la maldita vida desatenta…