Francisco Garrido. El viejo argumento de autoridad nos venía a decir , que un argumento era verdadero en virtud de quién lo enunciaba. Normalmente tal asociación entre verdad y autoridad estaba vinculada con distintos estatutos de poder . De esta forma el argumento de autoridad era un instrumento político de producción de la verdad oficial. El acceso a la verdad estaba vedado para la gran mayoría, sólo una minoría disponía de las llaves de la autoridad institucional a la verdad.
Contra esta tiranía se levantó la revolución ilustrada racionalista y empirista que desvinculó radicalmente la autoridad personal institucional y la validez del argumento. No había mas autoridad que la razón y la evidencia. Eran las instituciones y los individuos los que quedaban legitimados por el tribunal del crítica, como quería Kant ; y no al contrario. El arma de los débiles era la razón y los sentidos; algo que estaba repartido con justicia por la naturaleza entre toda la especie. En esa nueva autoridad despersonalizada se baso la epopeya de la ciencia y la democracia moderna.
La derrota del socialismo fue también, y esto no se ha visto con suficiente profundidad; la derrota del proyecto ilustrado. Esta derrota aunque es muy anterior a la caída del muro de Berlín, no se hiso plenamente efectiva hasta que desapareció el socialismo como fantasma de contención de la irracionalidad capitalista. Desgraciadamente La interiorización de esta derrota por parte de la izquierda conllevo que las tesis postmodernas del giro lingüístico idealista penetraran en el imaginario colectivo de los progresista sin ninguna dificulta. La izquierda abandonó el materialismo y a la ciencia como un instrumentos colonialista , imperialistas, productivista o patriarcal.
Lo nuestro era lo imposible, lo sentimental , lo pequeño, los micro discursos; nada de grandes narrativas. Una especie de neurohippismo se apodero de los discursos y las prácticas de los que se oponían al capital. Ya no había razón , ni verdad , ni evidencias solo una malla infinita de micro relatos y experiencias subjetivas de los que habitaban los márgenes del poder. Ya no había razón sino opiniones, ya no había evidencias sino subjetividad.
Y como este anarquismo solipsista era insoportable en la vida cotidiana, pues la acción colectiva era imposible en un mapa mudo y ciego como el que nos proponía la retórica posmoderna, por esta senda descarriada volvimos otra a caer en la trampa del viejo argumento de autoridad pero en esta ocasión invertido. Ahora un argumento era verdadero si quien lo enunciaba era un miembro de algún conjunto que ocupaba posición dependiente dentro de las relaciones desiguales de las sociedades capìtalistas. Un trabajador precario, una mujer maltratada, un emigrante, un indígena colonizado, un homosexual marginado, todos son considerados fuentes de autoridad intelectual por su sola condición de exclusión, explotación o dependencia. Los vientres de alquiler son una opción razonable solo porque quien lo demanda son gay y lesbianas. La homeopatía es una disciplina científica rigurosa por que lo dicen los naturópatas disidentes de la medicina alopática, la carne sintética es aceptable por que lo defienden los animalistas, o la opresión de la mujer india es correcta solo por que lo afirma el supuesto derecho indígena.
Toda esta inversión de autoridad aparentemente podría ser vista como una buena noticia para la causa de la justicia; por fin mandan los de abajo, las epistemologías del sur que diría Bonaventura Dde Sousa Santos Pero siento no ser tan optimista, después de darle la vuelta a una tortilla, lo que te encuentras es la misma tortilla pero al revés. El arma de los débiles no es la mentira sino la verdad, no es la irracionalidad sino la ciencia, no es el deliro sino la realidad . Al igual que el feminismo no es como el machismo pero al contrario, el pensamiento crítico no es la simple negación o inversión, del pensamiento conservador. A “sus mentiras” no podemos oponer “nuestras mentiras” sino la verdad, que no es ni “suya” ni “nuestra” y por eso es nuestra, porque es de todos y todas.
La postverdad es el hijo putativo de la esta inversión del argumento de autoridad y Trump su profeta . El Tea party convirtió al hombre común, al ignorante, al tejano devorador de perritos calientes, a la gorda que juega compulsivamente a las máquinas tragaperras en la fuente invertida de la verdad y los movilizó contra sus propios intereses. Pero el discurso del Tea Party o de Trump están cargados de mentiras, me dirán. Claro que si, pero no quedamos que todos son mentiras….
¡Qué bueno, Curro!
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Un abrazo.