Con motivo del importante posicionamiento que Laâbi acaba de realizar sobre la realidad marroquí en relación con los movimientos populares democráticos en el norte de África, parece imprescindible abundar en el conocimiento de este gran poeta, tan vinculado a Andalucía, reproduciendo un extracto de sus declaraciones.
Abdellatif Laâbi es uno de los grandes poetas marroquí actuales y además una persona comprometida con la democracia, la izquierda y la identidad andalusí. Ganador del premio Goncourt de Poesía en el año 2009, nació en Fez (Marruecos) en 1942. Poeta, novelista, dramaturgo, ensayista y traductor del árabe al francés, en 1963 participó en la creación del Teatro Universitario marroquí y en 1966 fundó, junto a otros compañeros, la revista Souffles (Soplos), conocida por su importante papel como órgano de expresión de las nuevas generaciones magrebíes. También intervino en la gestación de las Ediciones Atlantes y la Asociación de Investigación Cultural.
En marzo del 2010 publicó “El síndrome andaluz” en la editorial Alfar. Se trata de un relato de un viaje a Jerez de la Frontera como fondo de su memoria andalusí en busca de lo familiar como la caligrafía árabe que forma parte del bordado cultural de Andalucía o las callejuelas de la ciudad de Córdoba.
Para Laâbi: “Después de las prometedoras aperturas del comienzo del primer decenio, hemos pasado a una fase de vacilaciones y luego de inercia. La política oficial se ha hecho ilegible a fuerza de ser opaca. La concentración de poderes se ha acentuado hasta tal punto que las reglas del juego político, en lo que al principio nos fue presentado como un proceso democrático, se han pervertido, son inoperantes.
Ante semejante callejón sin salida, es obligado constatar que el pensamiento político está lejos de aceptar el reto. Ha abandonado entre nosotros sus dimensiones tanto crítica como prospectiva para limitarse, digamos, a la crónica, a la reacción ante los acontecimientos cotidianos. Se ha acabado, por ejemplo, la firme reivindicación de una reforma constitucional con vistas a un justo reequilibrio de poderes y de su separación según las normas democráticas universalmente establecidas, por no hablar de una reivindicación ya expresada al comienzo de la independencia, la de una Asamblea Constituyente cuya misión fuera la de elaborar el contenido y las reglas de semejante reforma.
La mayoría de los marroquíes desea una transición pacífica pero irreversible hacia la democracia. Se necesita un cambio de rumbo que instaure la separación de poderes y la protección de las libertades.”
Abdellatif Laâbi, desde que en 1979 recibiera el Premio Internacional de Poesía concedido por la Asociación de las Artes de Rotterdam, ha sido distinguido con numerosos galardones. Su obra ha sido traducida al español, inglés, alemán, turco, italiano y holandés. Entre los títulos en castellano, se encuentran: Fez es un espejo: el fondo de una tinaja, Un continente humano, Fragmentos de un génesis olvidado y la antología poética “La poesía marroquí. De la independencia a nuestros días.”
«A mi hermano del alma, Abdel-Latif»
Recuerdo tu barrio de los andalusíes, Fez de mi alma, tus callejuelas que te trasladan, sublimadas, a las de un barrio de la ciudad de los califas. Hay algo que sin embargo me atormenta, como una atroz pesadilla de la que no pudiese despertar. Pasear fuera de temporada por esas callejuelas cordobesas te evoca un cementerio. Apenas sin vida industrial o cultural, sin el trajín de los intercambios comerciales o los signos secretos de los amantes, despojada de su alma. Por el contrario, Fez -primera capital del Magreb, fundada por kurtubíes pedrocheños (Sierra Norte andaluza)- no cesa en una agitación incesante, allí están los artesanos del cobre, los tintoreros, los del bronce, los alicatadores artísticos con sus mosaicos, los peleteros con sus badanillas, los alfayates, los especieros, los perfumistas.
Olvidamos injustamente repatriar a los hijos de las Andalucías que un día fueron deportados. ¿Tanta dificultad supone integrar a gentes de nuestros mismos apellidos? Ahora, por contemporizar con el abyecto racismo inhumano, nos ha dado igual legalizar mano de obra extranjera sin distinción, como ganado, únicamente por su fuerza de trabajo. Y todavía se atreven, cínicos, a hablar de «integración». Todo menos devolvernos al Pueblo andalusí lo que un día nos fue robado, nuestra sangre, la de nuestros hermanos.
Fez, barrio andalusí de Kortoba, flor de invierno que palpitas entre ardientes cenizas, tráenos de nuevo las risas infantiles, los cantos de los pajaros, los fragantes besos furtivos, ¡cuánto te echo de menos, Amor mío…!