Porque es mentira que el cese de Chaves sea similar a los de Zaplana y Bono. Coinciden los supuestos de hecho, pero no los argumentos jurídicos ni sus consecuencias políticas. Para el papel del obrero, Vittorio De Sica seleccionó a un parado auténtico que acompañaba a la audición del hijo al que rechazó. En las tres dimisiones políticas, los directores también eligieron al padre. Pero valencianos y manchegos tuvieron que soportar al niño interinamente porque sus estatutos no concedían a sus respectivos presidentes la potestad de disolver sus parlamentos y convocar elecciones. Todo cambió con la Ley de 18 de mayo de 1994, (aprobada con el apoyo de Arenas, Rejón y Pacheco), que concedía al Presidente de la Junta la misma competencia que al gallego, catalán o vasco: convocar elecciones propias para Andalucía. Y Chaves tomó la palabra a la oposición, traicionó el espíritu de la norma, y las anticipó para hacerlas coincidir con las Generales de 1996. Y desde entonces hasta ahora.
Es mentira que nuestro sistema de elección presidencial sea parlamentario. Eso dice la ley pero no mis ojos ni mis oídos cuando veía y escuchaba a Chaves en campaña electoral en calidad de Candidato a la Junta de Andalucía. Él se ha llevado la bicicleta de la legitimidad democrática mientras dejaba pegado su cartel en la pared, y a setenta mineros de Boliden casi dos meses acampados frente al Parlamento. Como aquel obrero depresivo, hemos encontrado al ladrón en Madrid pero no podemos recuperar la bicicleta a menos que robemos otra. Y no lo haremos. Porque aunque muchos piensan que debe perdonarse a quien roba a un ladrón, somos más lo que creemos que quien responde a un mal con otro mal causa dos males.
Cuando dentro de unos años el cronista local revise el 14 de marzo en las hemerotecas, no encontrará por ningún lado que Maribel Martín de Jarcha, La Mari de Chambao y más de 400 personas participaron en uno de los actos más emocionantes que he vivido en el Ateneo Popular de Almodóvar del Río. La única verdad que hallará en la prensa escrita fue que un ladrón robó una bicicleta que devolvió al poco tiempo. Pero no será más verdad que la verdad misma, aunque tenga mejor final que las farsas de Griñán y Antonio Ricci.