Raúl Solís | Esta mujer llora desconsoladamente delante de su héroe. Es la fotografía que resume el resultado electoral de Estados Unidos. Espera en Chicago a que salga a escena su esperanza. Otro hombre negro que como ella se ha tenido que hacer un sitio en Estados Unidos a base de empujar a la clase dominante que prohibía que negros y blancos estudiaran en los mismos centros educativos, montaran en el mismo autobús o usaran el mismo baño público. Esta mujer llora ante Obama y dispara con sus lágrimas a quienes la señalaron como un ser humano de segunda categoría carente de derechos y dignidad.
Son lágrimas de perdedora que nunca pensó que fuera a poder votar a un don nadie para gobernar el país más poderoso del mundo. Llora con rabia y levanta la cabeza en un gesto altivo que desafía los planes inhumanos de los republicanos. Negra, grande y con las pupilas iluminadas de utopía, levanta su brazo como quien hubiera sido capaz de cambiar el mundo únicamente habiendo juntado su voto y deseo al de los demás parias que habitan la sociedad norteamericana.
Su madre, seguramente, fue semiesclavizada a cambio de desprecio; ella fue a una escuela de niños pobres y negros y tuvo prohibido enamorarse de un hombre blanco. Probablemente, su hija sea lesbiana y negra y Obama es su esperanza para romper el apartheid sexual e inundar el mundo de amor libre y derrocar las intenciones de quienes nada saben de amor.
Los surcos de su cara reflejan dureza vital y su belleza rompe los cánones de lo establecido. La estampa es una poesía visual que expresa la utopía de una perdedora nata que morirá mirando al frente, con el puño en alto y cantando victoria. A su lado, dos mujeres lesbianas, pobres y negras, en un gesto de provocación, ingenuidad y escenificación hollywoodiense, se dan el sí quiero delante de una multitud de perdedores que juntos han conseguido convertirse en ganadores en el país de la individualidad.
En Estados Unidos han ganado los pobres, las mujeres, los latinos, los gais, las lesbianas, los trabajadores, los intelectuales, los sindicalistas, los negros, los jóvenes y los don nadie. Todas las minorías han formado una gran mayoría de desheredados, perseguidos, castigados y solidarios que han vuelto a arrebatar el sueño a los que nada saben de amor ni de utopías colectivas.