José Luis Serrano
Legitimidad es la cualidad en virtud de la cual un orden político merece reconocimiento. Si la constitución de ese orden político es democrática, el reconocimiento se expresa en votos y la legitimidad del gobernante proviene sólo de haber sido elegido por la mayoría. No proviene de sus cualidades, de su carisma, ni de su sangre.
Según el máximo órgano entre congreso y congreso del PSOE de Granada, José Antonio Griñán es la persona que debe ser elegida como nuevo presidente andaluz por su capacidad como gestor, su «talante sosegado», su habilidad para «transmitir confianza» a los ciudadanos y sus buenas relaciones con sindicatos y empresarios.
Estupendo, pero el presidente legítimo no lo es por tener estas cualidades, ni cualquiera otras, sino sólo por haber sido elegido. Escribo esto un 14 de abril y no hay que explicarlo más. Sólo queda por añadir que si no quiere arrastrar penurias de legitimidad, Griñán debería disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas.
Ya sé que, según el Estatuto, al presidente lo elige el Parlamento y no el pueblo, pero la ciudadanía elige al parlamento sobre la base de programas de gobierno para cuatro años. ¿Cambia la persona pero continua el programa? ¿Qué programa, el que ganó las elecciones de 2008 y prometía el pleno empleo para el 2009? Hoy estamos camino del 30% de desempleo. Griñán tiene que cambiar el programa y eso debería someterlo al refrendo de la ciudadanía.
Si lo hiciera, acabaría de camino con el fraude de las elecciones conjuntas y con la sensación de que no elegimos a un presidente, sino a un delegado regional del partido que puede en cualquier momento ser llamado a ocupar otras vicarías del estado. Si adelantara las elecciones acabaría con las interferencias de Zapatero, abriría el espacio político andaluz, recuperaría el espíritu del 4D y del 28F, nos devolvería la sensación de que nosotros decidimos quién nos gobierna y terminaría con el sucursalismo. Si convocase elecciones propias demostraría que, a diferencia de su predecesor, Andalucía le importa más que el partido. E igual hasta las ganaba.