Antonio Aguilera Nieves / Como al pequeño mentiroso solo basta mantenerle un momento la mirada para descubrirlo, apenas se escarba en las cifras y el modelo de los presupuestos públicos puede verse su inseguridad e incertidumbre. No es que sean malos técnicos, hay que reconocerles que la realidad es complicada de entender, pero más lo es aún si se interpreta partiendo de una serie de premisas tradicionales. Los grandes técnicos suelen aplicar con exquisitez las normas, pero no se paran a cuestionar su bondad.
En el actual diseño y esquema de trabajo que se está aplicando en las políticas fiscales y monetarias no se cuestionan que las reacciones del mercado y los consumidores, las consecuencias macro y micro no tienen por qué responder a conductas clásicas. Y los síntomas son ya evidentes. La política monetaria ejercida desde los bancos centrales ha reducido los tipos de interés, pero la actividad no aumenta. Los impuestos han aumentado pero la recaudación y la actividad han descendido.
La visión catastrofista es que esta tendencia continúe y en apenas unos meses hayamos caído en la deflación y en el colapso del mercado.
Las políticas monetarias están subestimando la aversión al riesgo de los capitales internacionales y su volatilidad. No merece la pena engañarse, somos una zona de riesgo, el aumento de la deuda (pública+privada) que se sitúa en torno al 425% del PIB puede convertirla en impagable, la quita se apunta como única opción. Las ayudas públicas han amortiguado la crisis bancaria, pero no la han eliminado. Los inversores eso, lo saben.
De otro lado, la supuesta búsqueda de competitividad nacional vía reducción de salarios no está teniendo el efecto deseado, las mejores previsiones del gobierno apuntan a que el nivel de desempleo se mantendrá, ahí es poco, pero lo peor es el derrumbe de población activa. Según los últimos datos del Banco de España, la población activa ha caído en el último año en 350.000 personas aprox., de las que 143.000 se debe al descenso población, pero otras 206.000 han desaparecido del mapa por falta de expectativas. Para demasiada gente no tiene ahora sentido estar apuntado a las listas del paro, la realidad hoy son cientos de miles de toallas arrojadas al suelo.
El consumo, el motor principal de la demanda interna, no puede más que resentirse. Si ahora añadimos la presión sobre las pensiones y consideramos que en los hogares donde un jubilado es la persona de referencia (el 27% de los hogares españoles) fue donde se mantuvieron en 2012 los niveles de compra, es fácil vislumbrar que el consumo, con el anunciado recorte de las pensiones, va a experimentar una contracción en los próximos meses. Porque, y ese es el error de partida, el consumidor, el ciudadano español que sufre en carnes propias y ve lo que ocurre a su alrededor, hace tiempo que ha desterrado de sus hábitos el consumo irracional, raíz, en demasiados casos de sus problemas familiares actuales. La prudencia y la austeridad han llegado y se han anclado a la razón.
Las cuentas no salen. La necesidad de contener el déficit, cuando la presión fiscal no aumenta el ingreso público, cuando la paradoja de los costes sobrevuela las empresas, cuando el descenso de rentas anula el consumo, cuando no se encuentra de dónde sacar para mantener lo que hay, algunos creen que solo hay una solución, para que las cuentas empiecen a salir, el único camino es recortar derechos y servicios públicos.
El error de planteamiento en las premisas iniciales y las consecuencias que ello trae, nos arrastra a la solución del desmontaje de derechos y servicios públicos. Cuando todo falla en los planteamientos vuelve a ser el segmento más débil, el ciudadano el que sufre las consecuencias. A la calamitosa situación laboral y económica de las familias, se le suma como remate la indefensión de que te lancen a la calle. Como bien sabemos, en demasiados casos, en sentido literal.
En los presupuestos, por mucho que alguno empiece a sacar pecho, las políticas de activación de la economía y refuerzo del sistema de derechos básicos son apenas una luz de vela que se anulará con cualquier soplido. Es el cuarto año consecutivo en el que a final de año se mejoran las previsiones. Respecto a los índices de 2013, se estabiliza el PIB, la inversión en capital extranjero, incluso el consumo va a crecer un 2%, dicen, vamos incluso a disminuir deuda extranjera. Casi dan ganas de buscar una botella que descorchar!
No, a pie de calle, a cualquier persona sensata, estas noticias no permiten tan siquiera abrir la puerta a la ilusión, esa que detectan rápidamente las empresas para arrancar proyectos. Porque si parece claro, dicho está tácitamente que no es el sector público el que va a tirar de la economía, al menos debería dejar que lo hagan las empresas, pero para colmo de males, las políticas del gobierno plasmadas en los presupuestos lo convierten en el perro del hortelano, y las empresas encuentran como única solución irse fuera.
El detalle de los presupuestos me ha traído muchas sombras y pocas luces. Las sombras, las propias de una combinación de políticas monetarias y fiscales incorrectas en sus planteamientos y directivas que van a empeorar, desde lo macro, la situación micro de miles de familias en este país. Las luces, la conciencia de que otro camino es posible y que debemos luchar con fuerza por él. Este otoño es hora de movilizaciones, es hora de decirles alto y claro que se equivocan y que lo sabemos.