Nale Ontiveros.
A veces una chispa es la que prende un incendio. Un hecho que, a pesar de ser algo cotidiano, consigue más reacciones que otros de su misma naturaleza. Algo que despierta abruptamente nuestras conciencias, quizás demasiado adormecidas por la avalancha de acontecimientos contra las mujeres.
Lucía tenía 16 años. Su vida era normal. Estudiaba e incluso trabajaba al salir de clase para ayudar a su familia con unos ingresos extras. Le gustaba la música y disfrutaba con sus amigos y amigas. Tenía sueños universitarios. Sueños rotos en medio de la peor pesadilla. Su vida terminó el pasado sábado, en medio de una agonía que resultó ser mortal. Varios hombres se cruzaron fatalmente en su camino. No se conformaron con violarla de forma brutal. También se regodearon causándole un dolor extraordinario, empalándola. Haciéndole sufrir tanto, que su corazón no pudo resistirlo, y se paró. De nada sirvió que la acercaran a un Centro de Salud. Allí solo pudieron certificar su muerte.
Lamentablemente, cada día hay muchas Lucías en el mundo sufriendo agresiones violentas. A algunas las violan, a muchas les pegan y son vejadas, dentro y fuera del hogar. A otras, las asesinan. Porque, no olvidemos que las mujeres del mundo no mueren. A las mujeres del mundo se las asesina, se las mata. Y eso es porque hay hombres que nos pegan, violan, asesinan y matan.
Las Instituciones no paran de sacar campañas donde intentan (sin éxito) paliar estas violencias machistas hacia las mujeres y niñas. Son campañas donde nos indican a las mujeres cómo tenemos que comportarnos. Cómo tenemos que vestir. Cómo tenemos que hablar y callar. Son campañas donde nos dicen lo que nosotras tenemos que hacer para defendernos. Y nunca, nunca, son campañas dirigidas a los hombres, a los violadores, violentos y asesinos en potencia. Nos dicen que nos protejamos, pero no les dicen que se abstengan.
Es evidente que las leyes protegen, en teoría, a las víctimas de las violencias. Es evidente que las instituciones no protegen a los delincuentes. Pero, es igualmente evidente que no funcionan como algo disuasorio, al igual que en los Estados Unidos la pena de muerte no disuade a los asesinos. Las leyes sólo sirven para castigar conductas previas, y no sirven para atenuar sus efectos de una forma preventiva.
Los hombres que son violentos con las mujeres pueden no serlo con otros hombres. Los hombres que violan pueden resultar encantadores en su entorno íntimo y social. Los hombres que pegan en casa a sus compañeras pueden ser compañeros perfectos en el trabajo, hombros igualmente perfectos que sostienen historias de otras violencias de sus colegas. Seguramente, son hombres que se escandalizan cuando en los telediarios salen noticias sobre asesinatos machistas, sobre violaciones en grupo. Y, seguramente también, son capaces de reírse a escondidas, en la intimidad del anonimato, ante algún vídeo picaron que le llegue por Whatsapp.
A lo mejor, esos hombres violentos con las mujeres, se dedican en su vida laboral a temas de cierta sensibilidad, quizás sean médicos de urgencia, abogados, psicólogos e, incluso, policías. Puede que también sean padres de hijas, tíos de sobrinas o suegros de nueras. Puede que vivan en el seno de esta sociedad imperfecta que les encubre y consigue anonimizar a los culpables de tanta violencia. Pero, esos hombres llevan en sí mismos el estigma del Patriarcado, ese que les hace inmune al dolor de sus víctimas: las mujeres.
Frente a esto, las mujeres del mundo están diciendo ¡Basta! El mismo día que Lucía moría en otra parte de Argentina, en Rosario, cientos de miles de mujeres salían a la calle a gritar que ya basta de la impunidad que el sistema patriarcal otorga a los hombres. Basta a las desigualdades, incluso por ley, que mantienen a las mujeres en una situación de inferioridad, económica y social. Se manifestaban por el derecho al aborto total y gratuito, y fueron reprimidas por los efectivos policiales con gases lacrimógenos y balas de goma. Y una semana antes, las mujeres polacas salían por miles a las calles para pedir que, al menos, se mantuviera la injusta ley del aborto como hasta este momento, en contra de la nueva ley retrógrada que el nuevo gobierno conservador y religioso quería imponer a las mujeres del país. Una nueva ley donde no se contemplara siquiera el aborto cuando la vida de las mujeres estuviese en peligro o las malformaciones del feto fueran manifiestamente fatales para el.
Es obvio que hay más hombres gobernando que mujeres, al igual que es obvio también que las leyes las redactan los hombres. Así como es igualmente obvio que dichas leyes son ejercidas en juzgados eminentemente masculinos y masculinizados. Eso crea una desventaja económica, social y jurídica a las mujeres de todo el mundo. Y, mucho más, en aquellos países donde la religión sigue estrechamente vinculada con los Gobiernos.
Pero, las mujeres del mundo estamos gritando que ¡No!, no a todas estas desigualdades. Y por eso el próximo día 19 de Octubre las mujeres argentinas han convocado una huelga general de mujeres, seguida de una gran manifestación, en protesta de estas actitudes machistas y desiguales. El asesinato de Lucía ha sido la chispa que ha prendido la mecha de la contestación social de las mujeres. Y yo propongo que, en España, secundemos esta iniciativa con 10 minutos de huelga simbólica. Propongo que el próximo miércoles 19 apoyemos a las mujeres argentinas en sus luchas, dejando nuestras tareas entre las 12 y las 12,10 del mediodía. Que nos levantemos de nuestros asientos, que paremos nuestras actividades. Que les recordemos a las otras mujeres y a los hombres que estamos en lucha, que no vamos a seguir pasivas mirando cómo nos agreden, viola o mata. Seamos valientes, coherentes con la situación en la que vivimos cada día. Con más de 800 mujeres muertas en España en una década, con una violación-denunciada-cada 8 horas. Con agresiones continuas. Con acoso laboral. Con acoso escolar. ¡Respondamos!
Levantémonos y digamos ¡Basta! Al miedo.