Gumersindo Ruiz.Dairio de Sevilla.10/04/12.LA política económica andaluza no puede desvincularse de la española, ni ésta de la europea. Si así fuera no estaríamos en esta situación. Hace siete años reclamábamos en este mismo periódico que los tipos de interés subieran del 2% al 5%, con la misma rapidez con que habían bajado tres años antes para sacar a Francia y, sobre todo, a Alemania de la difícil situación en que se encontraban. Sin tipos bajos y tanta liquidez no habría podido financiarse la burbuja inmobiliaria, ni se habrían incorporado millones de personas al mercado de trabajo (que ahora están en paro), ni se habría expandido la banca de manera absolutamente ineficiente, y las familias no padecerían un endeudamiento tan descomunal. Es más, con una ligera presión sobre los precios al consumo y una depreciación de nuestra moneda, la economía andaluza sería más competitiva en exportaciones y turismo. Una vivienda podría venderse fácilmente en el mercado internacional, fuera del euro, si al descuento del 30%, que es normal, se le aplicara otro 30% por depreciación de la divisa; es como si la paridad del euro estuviera alrededor de 1 en vez de 1,30 respecto al dólar. Con un 60% de rebaja, estaría ya liquidado buena parte del stock de vivienda que hay en Andalucía, y nuestra situación sería muy distinta.
Cuando se habla de que la economía española -y la andaluza- pueden ser intervenidas se desconoce que Alemania está intervenida por el Banco Central Europeo, que financia sus bancos al 1% y obliga a comprar deuda alemana a precios por debajo de la inflación; el euro está intervenido por la propia política del Banco, en su deseo de mantenerlo alto para impedir la inflación (permite comprar más barato el petróleo y las materias primas). Los bancos franceses están intervenidos para que puedan sobrellevar la deuda griega. El comercio exterior está intervenido y las grandes centrales comercializadoras pueden comprar baratos los productos agrícolas y de consumo, y venderlos con márgenes sorprendentes. La deuda buena y mala, pública y privada, la gestión de las entidades financieras está intervenida. También lo está el mercado de trabajo, que se regula y desregula, y condicionada la financiación de las pequeñas empresas. No hay un sector o mercado, público o privado, financiero o no, que no esté de una forma u otra, directa o indirectamente intervenido. La mano invisible del mercado tiene artrosis y, como tantas palabras que se someten a un uso excesivo, hablar de intervención resulta irrelevante.
A pesar de todo, Andalucía tiene un margen para su política económica, en colaboración con el Estado, desarrollando lo que tienen de aprovechables las reformas, profundizando en las relaciones con cámaras de comercio y asociaciones empresariales, y haciendo eficaces medidas como el pago a proveedores; con la Unión Europea, poniendo en marcha los acuerdos y reclamando los fondos para estímulo al crecimiento que figuran en los pactos de estabilidad firmados el año pasado y de los que ya no se habla. Y, de forma autónoma, facilitando que fluya el crédito mediante un ente público bien diseñado, que actúe además como banca de inversión y acceda al capital privado.