Mar Bermúdez./ Supongo que a estas alturas a ningún lector se le habrá escapado la reciente polémica en torno a la última campaña de la marca Loewe, con su vídeo protagonizado por jóvenes vástagos de la cultura institucionalizada en el que se nos muestra cómo disfrutan de la vida al ritmo de la Danza del Sable.
Vaya por delante que, mientras escribo esto, soy perfectamente consciente de la completa intrascendencia de esta polémica, además de su carácter absolutamente efímero. De hecho, a estas alturas ya casi nadie habla de la campaña en este mundo de eterno presente que es Internet, pequeña burbuja donde solo parece existir el “aquí” y el “ahora”.
Sin embargo, la campaña de Loewe me ha traído a la mente algunas reflexiones que quizás a algún lector le interese compartir. A veces las anécdotas nos ayudan a organizar las ideas y a plantearnos nuevas preguntas (ya que, para mi desgracia, pocas veces encuentro respuestas)
Reflexión 1: El azar existe en publicidad (y cada vez tiene más protagonismo)
Más de una vez he escuchado estos días que el gran impacto del anuncio de Loewe estaba perfectamente estudiado y planificado desde su lanzamiento. Aunque no puedo demostrar mi tesis (una de las grandes ventajas de las teorías de la conspiración es que se hace imposible demostrar que no existen), creo que los que opinan así están equivocados.
Por supuesto, doy por hecho que los autores de la campaña esperaban que esta tuviese una cierta difusión a través de las redes sociales. Pero no creo que hubieran previsto ni por asomo un impacto como el que ha tenido finalmente. De hecho, estoy convencida de que si el día de su lanzamiento algunos “tuiteros” influyentes hubiesen estado ocupados con algún otro tema, probablemente las cosas hubiesen tomado un rumbo bien distinto. Por mucho que nos guste imaginarnos a maquiavélicos “persuasores ocultos”, la realidad de la comunicación 2.0 es que el azar juega un papel protagonista en una campaña viral.
Personalmente nunca he estado de acuerdo con la máxima que predica “que hablen de mi, aunque sea mal”. Y en este caso pienso que la polémica le está haciendo más mal que bien a Loewe. Por mucho que se quiera rejuvenecer la marca, su imagen de seriedad y de bastión del lujo español (aunque ahora pertenezca a un grupo francés) se está viendo seriamente deteriorada. Por no hablar de que, cuando media España ha decidido que llevar un bolso Loewe se convierta en sinónimo de estupidez y frivolidad, probablemente hasta los jóvenes del Barrio de Salamanca se lo piensen dos veces antes de lucir el logotipo en público.
Reflexión 2: La crisis está cambiando los modelos aspiracionales
¿Por qué han caído tan mal los protagonistas del spot de Loewe? Es verdad que son pijos y que lanzan mensajes frívolos y superficiales. Pero no son más pijos que los protagonistas de algunas series que han tenido un enorme éxito: véase “Gossip Girl”, “Sexo en Nueva York” o aquella “Sensación de Vivir” de mi adolescencia. Tampoco lanzan mensajes más superficiales que los que se han venido escuchando en cualquier campaña de publicidad de moda de la última década.
¿Qué nos repele tanto de ellos entonces? Yo pienso que la diferencia está en el contexto. Con un 40% de paro juvenil y una crisis que está cambiando seriamente la forma en que los jóvenes perciben su presente y su futuro, los modelos aspiracionales clásicos están dejando de funcionar. Ante un sistema que privilegia a unos pocos mientras deja en la estacada a una enorme mayoría, los chavales de hoy prefieren fijarse en aquellos que han logrado abrirse camino a través de su creatividad y su esfuerzo: jóvenes que sacan adelante sus proyectos en Internet, que inventan nuevos modelos de negocio, etc. El viejo cliché de rico, guapo de vida fácil resulta mucho más antipático cuando ya pocos creen vivir en la tierra de las oportunidades.
Reflexión 3: Twitter ya está marcando la agenda de los medios
¿Por qué la polémica campaña ha ocupado tanto espacio en los medios informativos? ¿Acaso tenía alguna importancia? ¿Era un tema que debiera ocupar el tiempo de los ciudadanos?
En mis años de facultad mis compañeros y yo debatíamos acerca de la “agenda de los medios” que construía la realidad de las sociedades desarrolladas. La tesis era bien sencilla: aquello que no apareciese en los periódicos o en la televisión simplemente no existiría para la mayoría de ciudadanos. A día de hoy observo sorprendida como la “agenda de los medios” está siendo sustituida por la “agenda de Twitter”. Y es que los periodistas utilizan cada vez más esta red social como fuente de información. Los “trending topics” de Twitter se convierten en noticia casi de forma sistemática. Hace pocos días el diario El País titulaba en portada y a cuatro columnas con el “hastag” #nimileuristas.
Entiendo que la prensa no puede dar la espalda a la realidad de las redes sociales, pero… ¿hasta dónde se piensa llegar para ganarse al público tuitero? Al fin y al cabo la red de los 14o caracteres no es más que un cotarrillo en el que algunos personajes (guionistas, periodistas y “opinólogos” en su mayoría) están absolutamente sobrerrepresentados. La realidad de Twitter tiene muy poco que ver con la realidad de la calle. Los temas que triunfan en Twitter no preocupan en absoluto a la mayoría de ciudadanos que, por cierto, no utilizan esta red.
Con unos medios informativos que luchan por encontrar un modelo de negocio viable en la actual sociedad de la información, ahora la prensa parece haber decidido que la esperanza está en las redes sociales. Yo no lo entiendo: si quiero saber lo que está pasando en Twitter, simplemente me meto en Twitter. No necesito que me lo cuenten en el diario El País. Cuando abro un periódico quiero noticias contrastadas, análisis en profundidad y puntos de vista razonados. Las frases ingeniosas y las polémicas absurdas las prefiero en su lugar: las redes sociales.
Señores periodistas, por favor, dejen de pasar tanto tiempo en Twitter.
Extraído de EL INTERCAMBIADOR