Eduardo Robredo Zugasti.26/10/2010.
La mejor prueba sobre la venerable antigüedad de las ideas naturalistas nos la dan los heterodoxos indios del siglo VII y VI a.C, anteriores incluso a la escuela jónica griega. Criticando la tradición védica y en especial las concepciones brahmánicas, los indios cärväka rechazan la existencia de Dios, la reencarnación y la existencia de una sustancia celeste distinta de la materia terrestre. Muchos siglos antes de los empiristas europeos, estos cärväka (algo así como «críticos» en sánscrito) conciben que sólo las percepciones sensoriales pueden considerarse fuentes fiables de conocimiento. Por desgracia los principales textos Lokäyata parece que son perseguidos y destruídos por la intolerancia brahmánica, y a partir del siglo XI el ateísmo indio (también el de los budistas) es golpeado del mismo modo por las invasiones musulmanas, por lo que todavía hoy buena parte de lo que conocemos sobre esta escuela filosófica procede de las parciales opiniones de sus contrincantes. Actualmente la mejor edición crítica de los textos Lokäyata corre a cargo de Debiprasad Chattopadhyaya.
2. La persecución de los atomistas griegos
Por mucho que el concepto de átomo (ἄτομον, sin partes) de Demócrito (460-370 a.C) o Leucipo (siglo C a.C) no coincida exactamente con el modelo de la física nuclear o de las mejores teorías físicas actuales, la intuición atomista es una de las más inspiradoras de la historia de la ciencia. Sin embargo, los partidarios del atomismo no siempre tienen la ocasión de debatir en igualdad de condiciones. El mismo Platón, según Diógenes Laercio, desea prender fuego a los libros de los atomistas y un asesor del emperador Juliano al mismo tiempo que recomienda estudiar con ahínco a Platón, sugiere «acallar con odio y menosprecio las opiniones impías de epicúreos y escépticos». La persecución y la intolerancia también se encarnizan contra los seguidores de Epicuro, a los que en el siglo II se les prohibe fundar una escuela en Roma, y las ideas atomistas sobreviven en occidente gracias al poema de Lucrecio (99-55 a.C) sobre la naturaleza, que los ilustrados reivindican como fertilizante de la ciencia moderna.
3. La destrucción de la biblioteca de Alejandría y el cierre de las academias filosóficas
Parece que el saqueo de la biblioteca alejandrina tiene lugar tras el decreto de prohibición del paganismo por el emperador cristiano Teodosio en 391, y específicamente en el contexto de las algaradas populares promovidas por el patriarca Teófilo. La escalada de violencia alcanza hasta el asesinato de la filósofa neoplatónica Hipatia, cuya memoria aún recoge una enciclopedia bizantina del siglo X (y la misma tradición cristiana, que la falsifica hábilmente como Santa Catalina). Aunque es difícil hacer luz sobre una historia complicada por la escasez y oscuridad de las fuentes, y donde los intereses científicos a menudo se entrelazan con los políticos y religiosos, la verdad es que a raíz de estos hechos ninguna filosofía no cristiana tiene la menor ocasión de propagarse por lo que resta del imperio romano. Este exilio de la filosofía secular, apunta Hecht, «alcanza su plenitud en el 529. En aquel año, temiendo la ira de Dios, el emperador cristiano Justiniano deja fuera de la ley el paganismo y cierra el Jardín Epicúreo, la Academia Escéptica, el Liceo y el Pórtico Estoico. Después de más de ochocientos años, ya no existen. Las filosofías «de la buena vida» (graceful-life philosophies), fueron prohibidas en toda Europa.»
Desde 1212 la universidad de París padece el escrutinio eclesiástico de distintas tesis consideradas heréticas, hasta culminar con la condena expresa de 219 de estas proposiciones en 1277. De la oposición se encarga el arzobispo de París, Étienne Tempier, y se dirige principalmente contra las tendencias averroístas y racionalistas que habían pregnado peligrosamente entre los doctores parisinos. La lista de proposiciones (citada también por Hecht) prohibidas incluye afirmar:
152. Que las discusiones teológicas están basadas en fábulas.
40. Que no hay luz más alta que la vida filosófica.
153. Que nada es conocido mejor porque sea conocido por la teología.
154. Que sólo los hombres sabios son filósofos.
175. Que la Revelación Cristiana es un obstáculo al entedendimiento.
37. Que nada debe ser creído a no ser que sea auto-evidente o pueda ser afirmado a partir de cosas que son auto-evidentes.
Etienne Gilson escribe en 1938 que «La lista de tales opiniones es prueba suficiente de que el racionalismo estaba ganando rápidamente el terreno sobre el fin del siglo trece.» Para Gilson, así como para otros historiadores que explican la condena de la universidad de París como un episodio del conflicto entre fe y ciencia, este sofocado racionalismo del siglo XIII podría considerarse nada menos que un anticipo «de la crítica de los dogmas religiosos típica del siglo XVIII francés.» El historiador de la ciencia Pierre Duhem se opone a esta interpretación, pero como está visto, ni siquiera tiene a los medievalistas de su parte.
6. La persecución de Galileo y la condena del copernicanismo por la iglesia católica
A pesar de los tenacidad revisionista de los apologistas, tanto la persecución eclesiástica contra Galileo Galilei, iniciada en 1611 y culminada en 1633, como la expresa condena del sistema copernicano por decreto del Santo Oficio de 1616, permanecen como dos hechos incontrovertibles y calamitosos en la historia de las ideas científicas. Si es cierto que Galileo tuvo la «fortuna» de no ser quemado en la hoguera como Giordano Bruno, la historia de su querella con la iglesia católica (Galileo era creyente, pero le interesaba mucho más la ciencia natural que la teología) sigue siendo uno de los episodios más descarnados del conflicto entre la ciencia y el dogmatismo fundamentalista, particularmente representado por el cardenal Bellarmino, que también participa en la execrable condena de Bruno. Como muestra el bien documentado trabajo de Antonio Beltrán Marí, los contrincantes de Galileo no reivindican las «Buenas razones» ante la nueva ciencia matemática y experimental, sino más bien una autoridad mayor, bíblica en particular, aunque también inspirada por los padres de la iglesia hostiles a la filosofía «pagana». Y habría que recordar que también Melanchton o Lutero se oponen virulentamente a la ciencia de Galileo. El Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, uno de los grandes textos científicos de siempre, no es retirado del índice de libros prohibidos hasta 1822.
7. La teorías de la mente inmaterial
La teoría dualista de la mente parece ser instintiva y más profunda que las primeras elucubraciones filosóficas sobre el alma como una «forma» separada del cuerpo, tal como proponen Sócrates y Platón, y más tarde Descartes. Todavía el gran anatomista Vesalio (1514-1564) evita señalar los lugares físicos del alma por temor a la censura eclesiástica y la mayoría de los hombres cultos del siglo XVII aún consideran que el cerebro sólo es «una acuosa substancia sin estructura que no podía contener el complejo funcionamiento del alma» y que «sin espíritu no hay Dios». Thomas Willis (1621-1675) y su círculo de médicos y anatomistas de Oxford, a quienes se considera iniciadores de la neurología moderna, inician en el siglo XVII un esforzado camino hacia la física del alma, que culmina con el descubrimiento de la neurona y las técnicas actuales de neuroimagen. Hoy, la «era neurocéntrica» ha conseguido transformar los «misterios» de la conciencia en problemas con una base biológica y fisicalista.
9. El movimiento del «Diseño Inteligente»
A veces llamado «ciencia de la creación» o «creacionismo científico», el movimiento del Diseño Inteligente es básicamente un fenómeno político y religioso de la Norteamérica protestante, una vez que el intento de prohibir la enseñanza de la evolución fracasa, repetidamente, en los tribunales de EE.UU. Aunque las ideas creacionistas no han hecho mella alguna en la biología científica, y ni siquiera han logrado convencer a sus amigos potenciales, el activismo agresivo de sus proponentes sí ha provocado que muchos científicos desperdicien su tiempo respondiendo a unas objeciones que ni siquiera cumplen el mínimo requisito de una hipótesis científica. Para comprobarlo, no hay más que echar un vistazo a la reciente confesión pública de uno de sus principales teóricos. Para un informe reciente de la cuestión, hacer clic aquí [PDF].
10. El posmodernismo y la separación de las «dos culturas»
El desencanto por los llamados «metarrelatos» de salvación por la técnica, la ideología y la religión provoca que prolifere -sobre todo en la Europa de la posguerra mundial- un pensamiento pegajosamente relativista y hermenéutico que muchas veces se identifica a sí mismo como posmoderno. El auge de la banalidad coincide, no por casualidad, con la separación entre las «dos culturas» denunciada hace 50 años por C.P. Snow, que certifica el desinterés mutuo de «humanistas» y «científicos». Una «impostura intelectual» que Sokal y Bricmont se atreven a denunciar con toda claridad en 1997: la ecuación e=mc2 no es una ecuación sexuada. Por fortuna, parece que en los últimos años se observa una decadencia cuantitativa de los principales términos académicos asociados con la constelación posmoderna: deconstruccionismo, psicoanálisis, poscolonialismo… Desde hace tiempo es obvio que necesitamos una «tercera cultura«.
Publicado en www.revolucionnaturalista.com
No sé, no sé, creo que aunque no esté entre «los diez peores desastres», no hay duda que por su terquedad oscurantista y genocida en gran parte del mundo, se merece el reconocimiento «horroris causa» con la «laureada de san fernando el bizco» y la «gran cruz de isabel la caótica»…
Supongo que ya sabéis a quién me estoy refiriendo: el representante máximo de ese Terror aún no abolido viene a visitarnos por todo lo alto y los ciudadanos sin excepción, quiéranlo o no, pagarán los fastos de sus impuestos. Faltaría más, para eso estamos en una democracia aconfesional, con «todo atado y bien atado»:
http://www.youtube.com/watch?v=0qfc6rA9jO4