La izquierda liberal es un cadáver exquisito que ya empieza a apestar. Son esos y esas que proclaman el derecho a una muerte digna y olvidan el derecho a una vida digna. Están muy preocupados con la libertad de opción sexual cuando, la mayoría social está tan abrumada por la precariedad, el desempleo o la pobreza que no tiene ninguna opción para el sexo. Ellos y ellas, bien pagados, solamente están interesados por las batallas culturales contra una derecha, mucho mas lista, que los están dejando sin espacio asumiendo sus decorativas reivindicaciones. En fin, la izquierda liberal española es aquella cuya disidencia cabe en las páginas de El País y en las ondas de la Cadena SER.
Como ejemplo, resulta interesante comparar dos artículos de Muñoz Molina y Elvira Lindo, ambos publicados en el suplemento cultural Babelia de este sábado 29 de abril. Los dos artículos están tan bien intencionados como bien escritos y reflejan lo poco honesto que queda en las páginas de ese periódico pero a la vez, -¡ay a la vez!- expresan el drama político de una izquierda liberal condenada a ser barrida por su incapacidad de entender el momento histórico y la naturaleza social de nuestra especie. Por un lado, Muñoz Molina clama contra las tradiciones comunitarias (cualquier tradición); por el otro, Elvira Lindo lo hace contra la familia (cualquier familia). En los dos artículos se reivindica algo tan razonable y progresista como la autonomía con respeto a la tiranía del pasado y el derecho de las mujeres a no ser madres, sin tener que dar razones por ello, nada que objetar en principio, aunque este relato esté trazado sobre un horizonte de soledad que dibuja finalmente un paisaje moral donde la absoluta autonomía del sujeto aparece como el óptimo social progresista.
Pensar que uno pude vivir sin relaciones sociales estables y sin memoria comunitaria, porque las relaciones sociales en que viven son invivibles y la memoria que recuerda es aborrecible, es como pensar que se puede vivir sin oxígeno porque respiramos un ambiente contaminado. A esto se le llama, desde antaño, ‘tirar el niño con el agua sucia’. La ruptura de todos los lazos, como si todos los lazos sociales fueran grilletes, como si existieran individuos al margen de las relaciones sociales, es una utopía idealista neoliberal que gran parte de la izquierda ha asumido. Lo cierto es, y la nueva derecha lo sabe y explota, que hoy junto con la desigualdad, cosa que a la izquierda neoliberal le preocupa muy poco, la ruptura de todo tipo de lazos sociales es la mayor amenaza interna contra la libertad y la felicidad de los individuos. La mayor amenaza externa es la ecológica, contra la supervivencia de la especie, pero tampoco parece importarle a esta izquierda neoliberal, a los Clinton de provincia.