La democracia no consiste sólo en poder decidir colectivamente en pie de igualdad y mediante deliberación libre (una mujer, un hombre: un voto) sino también, y esencialmente, en no poder decidir sobre todo , especialmente sobre y contra los fundamentos de la misma democracia como son los derechos y libertades individuales básicos. Esto es así al menos en la concepción republicana de la democracia que es la original y la que representa a la mejor izquierda democrática y al más consistente liberalismo político.
Esta es la idea de democracia que defendió y formuló Kant, con tal ímpetu que en ocasiones la contrapuso a los sistemas políticos basados exclusivamente en la elegibilidad, por mayoría, de los gobernantes. Es también la concepción que ha defendido en la filosofía política contemporánea J. Rawls, o en la teoría jurídica Kelsen y Ferrajoli. El nuevo constitucionalismo también se abona a esta idea de la democracia antitotalitaria y garantista de los derechos y libertades individuales.
La democracia y la soberanía popular deben ser tanto instrumentos de limitación del poder político como instrumentos de ejercicio libre e igualitario de las decisiones colectivas o individuales. Es evidente que en el modelo de «democracia competitiva de mercado» que tenemos, de facto, el concepto de límite es especialmente repugnante y por eso se expande la idea democrática de que toda decisión colectiva es tomada por mayoría. De esta manera se podría incurrir en la aberración de aceptar como democrática la decisión que el 51% de la población tomara para suprimir el derecho al voto del 49 % restante. Estaríamos ante una forma de despotismo conocido en la tradición republicana como “despotismo de la mayoría”.
Viene todo esto a cuento por la decisión tomada en Suiza, por referéndum, de prohibir los alminares de las mezquitas. O la invocación de algunos vecinos de Sevilla del derecho a decidir si hay mezquita o no. Las creencias religiosas forman parte de las libertades individuales y no está sometida a decisiones colectivas. El referéndum suizo, independiente de su resultado, sino por su misma convocatoria y celebración es un acto antidemocrático y un “golpe de tiranía” contra el Estado de Derecho y la democracia. Lo peor no es el resultado, con ser muy alarmante, sino su convocatoria.
Desde la Ecología política esta concepción republicana, garantista y autolimitativa de la democracia no es muy grata y natural. ¿Cómo defender sino los derechos de los que nunca podrán votar entre los que se encuentran los seres vivos no humanos, los ecosistemas o las generaciones futuras? La democracia ha de proteger como suelo constituyente los derechos y libertades de todos (mayoría o minoría). Esta concepción de la democracia es preferible razonablemente a cualquier otra. Siguiendo a Rawsl, y al criterio por el propuesto del “velo de la ignorancia”, podemos decir que si a cualquiera de nosotros o nosotras nos dieran a elegir sin saber qué posición individual nos iba a tocar (minoría o mayoría) elegiríamos un modelo de democracia republica y garantista.
No es casualidad que se comiencen a perder las formas cuando se están perdiendo el fondo. Detrás del referéndum suizo de los minaretes o de las movilizaciones sevillana contra la construcción de una mezquita no hay sino xenofobia y racismo. Una xenofobia que ahora emerge en Europa como argumento legitimador de la distribución desigual de los recursos. Visto los límites físicos del planeta, la distribución de los recursos ha der necesariamente injusta, si se quiere seguir manteniendo la ilusión del crecimiento y el consumo ilimitado. Y de camino con estas actitudes racistas se le se le da motivos al fundamentalismo fascista islámico, tan querido por sectores dominantes en USA y por el Vaticano (miren el discurso de Benedicto XVI al embajador de Irán en Roma). Que nadie olvide que se comienza vulnerando los derechos de las minorías a cuenta de las mayorías y se termina destruyendo los derechos de las mayorías y el concepto mismo de mayoria democrática. Precedentes los hay…