No sabemos todavía, a ciencia cierta, si los huesos encontrados en la finca de Córdoba son los del niño y la niña desaparecidos. Ojala no lo fueran. Ojala hubiese alguna posibilidad de que aparecieran sanos y salvos. Pero los datos no invitan al optimismo y parece más que probable que el último análisis de ADN sea correcto y estemos ante un horrible crimen a manos de su propio padre. Pero es, en todo caso, un asunto exclusivo de la Justicia no un banal espectáculo mediático.
A muchos medios de comunicación no les importa mucho la verdad más bien les incomoda. Y menos aun la verdad procesal con toda su tediosa cautelas garantistas. Les interesan los mensajes groseros, las imágenes de impacto inmediato, las sentencias (condenatorias por supuesto) súbitas, el odio en manada y la truculencia a borbotones. Quieren a millones de personas pegadas ante el televisor hipnotizadas por la sangre y la maldad, inmunizados ante contra el cambio de canal y tragándose barbaridades a cual mayor, incluyendo (pieza clave) los anuncios publicitarios.
El caso de la desaparición de estos niños, como el del asesinato de Marta del Castillo, ha mostrado las entrañas (malas entrañas) morales de los medios de comunicación españoles. El esquema se repite. Programas especiales a las horas de máxima audiencia. Primero nos aturden con supuestas imágenes en directo de los lugares del crimen. Continúan con entrevistas a personas que dicen que conocían a un sobrino de alguien que dice que vivió cerca de donde pasó su adolescencia el asesino. Y finalmente, la imprescindible “mesa de expertos”, compuesta por “expertos” tan expertos que son capaces de emitir un perfil sicológico exhaustivo del criminal con sólo conocer la fecha de nacimiento. Y si todo esto se puede aliñar con sangre y lagrimas mucho mejor. Audiencia garantizada.
Lo malo de este esquema es que todos hacen lo mismo, incluidos los medios públicos como Canal Sur, y esto obliga a competir en demagogia y grosería. Lo importante desaparece, y a la justicia ni se les espera. Casi nadie habla por ejemplo de que este es un crimen de género. El padre ha tratado de matar a su antigua esposa de forma más dolorosa que si la hubiese asesinado a ella misma. La muerte le parecía poco. El objetivo y el medio son tan crueles que da pavor pensar en la capacidad de destrucción de la ideología patriarcal que lo sustenta. Pero esto ya es demasiado reflexivo y complejo para cautivar en segundos a la audiencia o para explicarlo en 140 caracteres en Twiter. Por cierto, vaya papelón el de Twiter y FacebooK en este asunto, peor que Tele 5 y Antena 3 juntos.
La educación sentimental de millones de personas está en manos de empresas sin escrúpulos que trafican con la droga del horror y el sufrimiento humano. Convierten el dolor real, la muerte real, en un espectáculo que encapsulan y venden. A diferencia del arte esta espectacularización de las tragedia humanas no es catártica sino patológica, no nos hace sino peores; nos convierte en consumidores compulsivos del mal.
Pues sí. Tiene razón el «post» en lo que dice. Pero no solo la educación sentimental, que de alguna forma sigue manteniendo, incluso con el horror de este crimen , la ocultación del origen del mismo: la violencia de los hombres, y en ocasiones tambien de la mujer, en vengarse con los hijos el odio hacia la compañera. Lo expresais muy bien. Pero no hay que descuidar el flaco servicio a la Justicia que se realiza con la dramatización de este excrable crimen. No solo hay un juicio paralelo y una condena, probablemente merecida, hacia este padre que ha matado a sus hijos, si no que se sustituye el deseo lógico y natural de Justicia sobre el más primitivo y asocial de la venganza.
En este , como en todos los casos de deliciuencia criminal hacia las personas, ha de ser la Justicia la garante de una aplicación acorde con el Codigo Penal, lo dura que deba ser, pero justa y proporcionada. Cualquier otra lectura teñida por la pasión y el deseo de «ejemplaridad, conduce a la perdida del sentido real y proprcionado de las cosas. Las victimas han sido esos niños y su madre y de alguna manera también su propio padre. Restauremos en la justa medida de las cosas el orden roto criminalmente en ese nucleo familiar y que los medios de comunicación realizen el dificil, pero a largo plazo más efectivo, de informar , denunciar y ofrecer salidas justas en el marco de las garantias del Estado de Derecho. Y apliquese esto a todos los casos.