Las políticas neoliberales de la Troika y de la Unión Europea han llevado al límite el sueño y las promesas de una Europa solidaria, unida y de progreso social. Los principios y valores fundadores de la Unión han sido violados y sacrificados en el altar del omnímodo poder de unos bancos irresponsables, que prestaron a mansalva durante años sabiendo positivamente que estaban creando burbujas de crecimiento ficticio y una deuda impagable.
En comunión de intereses con los grandes partidos europeos, el poder económico especulador ha impuesto en Europa la idea fundacional de la agenda ultraliberal (No hay alternativa), y ha convertido un continente admirado en todo el mundo en un proyecto mercantilista, en el que se aniquilan derechos y libertades y se toleran niveles de paro, desigualdad, pobreza e injusticia que solo fueron conocidos en la posguerra mundial.
La situación de asfixia económica, la crisis humanitaria y la falta de horizontes generada entre las poblaciones más vulnerables de los Estados más endeudados por esas políticas tecnocráticas es intolerable y debe terminar cuanto antes. La negociación con Grecia es solo el último ejemplo de que los políticos que dirigen las instituciones en la UE y la Troika gobiernan para los bancos y no para los ciudadanos.
CTXT quiere hacer un llamamiento urgente a la Unión Europea, de la que somos ciudadanos, para que ayude al Ejecutivo griego, libremente elegido hace solos seis meses, a gestionar con calma y sin presiones ni chantajes la emergencia social que fue producida por sus antecesores en el Gobierno, unos políticos que durante décadas promovieron la corrupción, el despilfarro y la evasión fiscal sin que la UE protestara y que después, con la llegada de la crisis, admitieron sin rechistar ni rendir cuentas las condiciones leoninas y el austericidio impuestos por los acreedores.
Pedimos también a Francia y a Alemania, los países que más dinero prestaron a Grecia y que más comisiones ilegales pagaron para fomentar sus negocios y exportaciones, que admitan una quita importante de la deuda griega y concedan una tregua inmediata a los ciudadanos del país heleno. No es verdad que no hay alternativa. Puede haberla, pero para que la haya es preciso que Europa se dé cuenta de que no es posible construir nada abandonando a los más débiles por el camino y olvidando las bases (paz, justicia, democracia y prosperidad) sobre las que se edificó la UE.
Lo contrario, seguir exigiendo hasta el infinito el pago de una deuda impagable (350.000 millones) a un país arruinado, no solo es una imprudencia temeraria sino que, muy probablemente, conducirá a un nuevo suicidio de Europa, el tercero en apenas 100 años.