Francisco Garrido.
Los conservadores políticos son gente mucho más preocupada por la cuenta corriente que por la ética. Ser conservador tiene la ventaja de estar protegido por el innegable pragmatismo de los intereses, aunque esos intereses sean muy poco razonables. Con ellos vale eso de “tonterías las precisas”, al fin y al cabo se trata de gente “como Dios manda”. Es un club zafio que aparenta ser “selecto”. Pero a lo que vamos, los conservadores políticos sólo engañan a los que quieren dejarse engañar. Van a por lo que van, por ejemplo por la privatización de lo público (que consiste en privar a la inmensa mayoría de aquello que privatizan) y no escatiman esfuerzos en conseguirlo: son eficaces y coherentes con sus objetivos, se comportan racionalmente.
En las antípodas de la eficacia y simplicidad conservadora esta el marginalismo político y social: son gentes mucho más preocupada por la ética que por la cuenta corriente. Estamos hablando de aquellos que se sitúan en posiciones denominadas utópicas y que viven aparentemente alejados de las relaciones sociales dominantes. No son marginales por qué estén en minoría, sino porqué no les preocupa el estarlo; es más, encuentra una fuerte gratificación en el hecho de serlo. Creen estar fuera del sistema cuando en realidad donde se sitúan es fuera de la sociedad. Mantienen un permanente y peligrosísimo idilio con la inutilidad política. Parece que no les gusta ganar pero en realidad lo que les aterroriza es perder, por eso ni juegan .Pero en principio nadie duda a priori de que sus valores y objetivos son éticamente encomiables y que se sitúan en el espacio cultural de la izquierda.
Entre conservadores políticos y marginales las diferencias están claras y las elecciones no ofrecen espacio para la confusión.. Pero que pensaríamos sin detectáramos, como subproducto de la crisis sistémica, la presencia, cada vez mayor, de un movimiento de marginalismo político en el ámbito de la izquierda. Una especie de “Tea party de los perro flauta” que se expresa físicamente a través de colectivos y asociaciones pero también de corrientes de opinión cada vez más irracionales.
Fijemos algunas de estas posiciones que reúnen la increíble síntesis entre conservadurismo y marginalismo. “El odio a la política”. Confunden condición con conducta; una cuestión son determinadas “conductas políticas” y otra es la “condición política” al igual que un asunto es “una conducta humana concreta” y otra “la condición humana “. Olvidan que democracia y política van de la mano históricamente, no hay nada fuera de la política que no sea la tiranía, la dictadura o el esclavismo. Ignoran que atacar la política de forma general e indiscriminada es atacar a la gestión igualitaria de lo común, de lo colectivo. El apoliticismo desemboca en el individualismo mas insolidario y atroz, en el miedo y la desconfianza permanente.
Los marginales se apuntan, sin cuota de entrada, a la lógica de la conspiración. Se creen, y difunden, todo tipo de bulos conspiratorios de poderes ocultos que manejan el mundo con el objetivo de fastidiarnos. La intencionalidad malvada de los malos lo explica todo para el conspiranoico, nada de condiciones sociales, históricas o ambientales. Nada hay menos ecológico que esta forma de pensar, o mejor, de no pensar.
Son, como los conservadores de derecha, enemigos de la sanidad y la educación pública. Pero hay diferencias, mientras que los conservadores de derecha quieren privatizar los hospitales públicos para dárselo a las compañías privadas y las multinacionales; por el contrario los marginales quieren acabar con la sanidad pública para dársela a los brujos de la iristerapia, la sanación espiritual o la medicina transcendental. Nos quieren salvar de la burocracia fría del hospital público para meternos en el ritual caliente del vudú. La educación pública tampoco les gusta y los niños deben ser educados en casa y por los padres. Es la vuelta a la “sagrada familia” alternativa, olvidan como la familia ha sido un espacio de reclusión y dominación social como no hay otro (al día de hoy sigue siendo la institución más violenta).
Por supuesto, estos marginales conservadores son anticientíficos y espirituales. De ellos se podría decir aquello que dijo Chesterton: “Hay que ver en qué cosas más raras cree la gente, cuando deja de creer en Dios”. Aceptan a cualquier cura a condición de que no diga que lo es: monjes tibetanos, gurús más o menos majarachis, videntes telúricos, chamanes charlatanes. Reniegan de los viajes en aviones supersónicos pero están suscritos a la agencia de viajes astrales. El ateísmo, el materialismo, el laicismo ha desaparecido , sustituidos por los delirios espiritualistas.
Nada quieren saber del “estado de derecho”, de las leyes, de las reglas, de las formas. Todo eso son “restricciones ilegítimas” a la libertad individual ( la coincidencia con los granjeros armados norteamericano es alarmante). La libertad es un bien social, no un atributo ronbinsoniano del individuo. Con la ley ocurre como decía Kant que le podría pasar a una hipotética paloma que creyera que “sin gravedad volaría más y mejor cuando en realidad sin gravedad no volaría. Sin “Estado de derecho” el poder político seria más poderoso y la sociedad más débil hasta límites que rozarían la barbarie fascista y estalinista.
En fin, y por último, la ciencia, la gran enemiga de todos los conservadurismo. En los momentos que más sabemos, los conservadores de todo tipo se empeñan en alabar la ignorancia y presumir de imbéciles. Mal asunto si destruimos la alianza entre ciencia y el progreso social. Mal asunto, por qué no hay ningún futuro sin la ciencia, que es como decir que no hay futuro sin las habilidades sociales y cognitivas que la evolución nos ha dado para supervivir.
Coinciden pues derechistas y marginales en el apoliticismo, en la fobia a la salud y la educación pública, en el odio a la ciencia y en el desprecio al “estado de derecho”, amén de un en el amor irresistibel a los brujos. La diferencia es que para la derecha conservadoras todas esas estupideces no son sino rituales al servicio de sus intereses. Por el contrario los marginales conservadores se lo creen y juntan así la “inutilidad” tradicional del izquierdismo utopista y el cretinismo intelectual de la derecha conservadora: “lo mejor de cada familia”.
Totalmente de acurerdo con tu penetrante y lúcido análisis, Curro; pero debemos considerar el grado de postración, en todos los órdenes, al que nos ha empujado el colonialismo españolista. No olvidemos que los elementos que han dado el pistoletazo de salida de revoluciones han sido muchas veces elementos desclasados, espurios en apariencia, como los «sansculottes» en la Revolución Francesa (la cual dado nuestro atraso nos parece un sueño). Nadie sobra por ello si está dipuesto a luchar. Nuestro peor enemigo es la cobardía o la desidia y a muchos nos parece mucho más presentable el ingenuo de las batallitas del karma, el apocalíptico neomaya fumeta y hasta Rita la del vudú, que los comparsas y palmeros del abyecto e infame naZionalcatolici$mo rojipardo, cómplice de genocidios múltiples desde hace siglos.
Por ello que no nos salgan ahora con propaganda pseudoconstitucionalista, con la excusa del aniversario del plagio de la de la Ilustración, «la Pepa», como si todos ignorásemos lo que dice su Artículo XII, aún vigente hipócritamente hasta nuestros días, fingiéndose «demócratas»: “la religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana, única y verdadera”.
¡Combatámosles en todos los frentes!, ¡luchemos en todas las barricadas!, ¡nadie sobra hasta la Victoria final contra el autoritarismo oscurantista rojipardo clericalfa$ci$ta!, ¡ellos son momias zombis y nosotros representamos las fuerzas de la Libertad y de la Dignidad!, ¡el futuro nos pertenece!, ¡¡¡venceremos!!!
http://www.youtube.com/watch?v=JQl2B1z3e5U