Hoy reivindica Cataluña la «soberanía fiscal». Y el President afirma que nunca cómo ahora han estado tan cerca de su «plenitud nacional». Exactamente, ¿qué es lo que quiere? ¿Y por qué precisamente ahora? En este artículo intentaremos analizar someramente algunos conceptos políticos básicos sobre los que algunos tienen la losa del prejuicio y que son claves para entender lo que nos está ocurriendo: soberanía versus autonomía, independencia versus inter-dependencia, nación versus Estado. Nos hemos acostumbrado al decorado político de nuestras vidas y quizá no sea más que un atrezzo que esconde mucho más que enseña.
1.- Autonomía versus soberanía
Desprecio el concepto soberanía. Porque implica necesariamente verticalidad. Una relación de vasallaje. La palabra proviene del latín super-anum que significa “por encima del resto”. El soberano era el monarca. La revolución francesa hurtó el fundamento de su poder a Dios para concedérselo al pueblo. Hermosa teoría. En la práctica, el pueblo siguió siendo vasallo de otros monarcas sin corona. Hasta hoy. El pueblo nunca fue soberano. Ni lo es: el pueblo no puede ser superior al pueblo.
Prefiero el concepto autonomía. Política significa en griego lo que ciudadanía en latín: vínculo del individuo con la comunidad. Que hayan degenerado hasta parecer antónimos no es culpa de las palabras sino de quienes las ejercen. Curiosamente, autonomía significa lo mismo el latín que en griego: ley propia. En consecuencia, es autónomo quien tiene la capacidad de tomar decisiones por sí mismo. No se somete a nadie, ni a nadie somete. No hay verticalidad. Autonomía es la soga que anuda al ciudadano con la política y a la política con el ciudadano, que son la misma cosa. Digo premeditadamente soga porque no puedes escapar aunque no la ejercites. Eres ciudadano aunque no quieras. Aunque no votes. Aunque quieras abdicar. El vínculo político te viene impuesto como la vida.
2.- Dependencia versus inter-dependencia
Autonomía no es independencia. Por ejemplo, la mal llamada ley de dependencia en realidad promueve la autonomía personal. La independencia niega la relación con el otro que necesitas en la medida que lo rechazas. De forma que sólo eres independiente de quien no quieres ser dependiente. Como el hijo de un padre. O la colonia de un imperio. O el invadido del invasor. La autonomía no niega la relación con el otro, sino que admite la inter-dependencia de los diferentes sujetos que componen la comunidad. La dependencia implica círculos concéntricos; la independencia, círculos aislados; la autonomía, círculos secantes que comparten numerosas zonas de intersección.
Llamémosle soberanía o autonomía, todo ciudadano es titular del derecho a decidir por sí mismo (capacidad jurídica). Sin embargo, la gestión de ese derecho es delegada parcial, temporal y voluntariamente a unos representantes (capacidad de obrar). Siempre nos queda la posibilidad de intervenir directamente y de revocar la representación. Como decía el político sueco Dag Hammarskjöld, “sólo es digno de su poder el que lo justifica día a día”. El mecanismo por el que cedemos nuestra autonomía se llama democracia. Y será más real cuanto más representativa, participativa y revocable sea. Sobra decir, que no lo es.
3.- Nación versus Estado
El Estado es un vaso de cristal que contiene una gota por cada delegación ciudadana. Yo soy nacionalista y por eso creo que la forma y el tamaño del vaso deberían venir determinados por la nación o naciones que lo compongan. No es igual el Vaticano que el Sáhara, Luxemburgo que China, Suiza que Uganda. Unos son Estados sin nación, otras naciones sin Estado. Hay Estados plurinacionales y naciones pluriestatales. Lo que no hay son Estados-Nación, porque es mentira que las naciones se fundamenten sobre Estados. En todo caso, justo al revés. Nación es una noción política injustamente estigmatizada que alude a la memoria colectiva como unidad embrionaria de las supra-estructuras de poder político territorial. Para postularse como sujeto político, esta comunidad de espacio y tiempo precisa un parto o acto de voluntad constituyente de quienes la integran (nosotros): nación es a Estado, lo que vientre a barriga. A partir de ese momento, será el republicanismo resultante del sumatorio de delegaciones quien colme más o menos el vaso. Los ciudadanos son contenido; el Estado, continente; y la Nación, la forma del mismo.
4.- Reivindicación de la autonomía individual y colectiva
El principal problema que padecemos hoy como ciudadanos es que la delegación de nuestra autonomía en los Estados no alcanza siquiera el rango de farsa. En el fondo y en la forma. Ahí radica la cepa del mal. No son los Estados quienes gestionan nuestra autonomía política, energética, alimentaria o financiera. Porque no son soberanos: es decir, hay otros entes (conocidos o desconocidos) por encima de ellos y, por supuesto, muy por encima de nosotros. Entes no elegidos democráticamente. Unas veces, impuestos con la coartada de la complejidad de los asuntos que gestionan (FMI, por ejemplo); otros, impuestos por las posiciones hegemónicas que ocupan de hecho (los maldenominados “mercados” y las multinacionales alimentarias o energéticas). Lo peor es que los Estados, en el escaso margen de poder político que les queda, se limitan a la genuflexión. Consienten los atropellos a la autonomía que les cedimos. Y ahora, precisamente ahora, no nos queda otra que reconquistarla para minimizar el daño de las enormes desigualdades sociales que se están generando de forma diseminada en el planeta.
Si la antigua soberanía política queda en manos de unidades supraestatales. Si la antigua soberanía energética está en manos de un puñado de Estados y multinacionales. Si la antigua soberanía alimentaria queda en manos de unas escasas cadenas que atan de pies y manos a productores y consumidores. Y si la antigua soberanía financiera (la emisión de moneda propia) queda en manos de mercados anónimos que especulan con las deudas de los Estados. ¿Qué soberanía nos queda? Sólo una: la fiscal.
Los Estados se han convertido en simples instrumentos de recaudación y redistribución de lo recaudado. Nada más. La mayoría de las veces, limitados a pagar los intereses de los enormes déficits públicos y privados generados. Es cierto. Pero soy quien pago y soy yo quien decido a quién pagar. De ahí que los territorios con más autonomía política quieran acompañarla de la única autonomía que la hace efectiva, huyendo de la dependencia que supone permanentemente percibir de otro. Esa es la razón del pacto fiscal que reivindica Cataluña y de la reestructuración del Estado en una España centralista junto al resto de naciones con esta autonomía (Euskadi, Navarra más Cataluña y Galicia).
Ahora encajan todos los conceptos. La vieja repetición de los males de España: mientras más apariencia de centralismo reaccionario, más desequilibrio de poder político y económico territorial. Hasta el Rey preside los Consejos de Ministros. Por supuesto, siempre ganan los mismos y, lo que es peor, siempre pierden los mismos: nosotros. Ya está bien. Ése fue el grito de rebeldía cuando todos tuvimos claro que la causa de nuestros problemas estaba en la bandera que encarnaba centralismo y dictadura. Y por eso entonces sacamos las andaluzas a la calle. Y por eso todavía hoy nadie se atreve a sacar las otras en las manifestaciones reivindicativas, aunque apabullen los balcones por el Corpus o el fútbol.
En esta lucha que se avecina cuerpo a cuerpo contra el desmantelamiento del Estado Social y autonómico, ambos conceptos van de la mano. Tenemos que tomar conciencia de ello. Y la solución sólo pasa por la reivindicación de la automomía. Individual y colectiva. Política, energética, alimentaria, financiera y fiscal. Desde la inter-dependencia con otras supra-estructuras políticas (Europa, especialmente). A más autonomía, más ciudadanía y más democracia.
Eh, webmaster! Lo puedo decir más alto pero no más claro. Que sea la última vez que publicáis una entrada de Antonio Manuel, que he podido leer esta mañana donde indicaba su lucha contra los recortes o lo que le parezca, y luego ahora por la tarde no está.
Seguid censurando, por favor, no vaya a entrar cualquier visitante nuevo o de fuera y vaya a pensar que nuestra deprimida sociedad de parias dependientes de madriz, ha dejado de ser FASCISTA.
Ya veréis como al final, torquemadillas baratos, nada de eso va a salir gratis…
«El Estado diga lo que diga miente, posea lo que posea lo ha robado». Bakunin.
Verás, mi querido A.M., también la colonización expañolista naZionalcatólica criminal, con el absoluto control de los media, puede no sólo fabricar su propia neolengua orwelliana, también dotar de campos semánticos esperpénticos a términos que creíamos conocer.
Por ejemplo, «autonomía» (de «aútós», mismo y «nómos», ley). En el caso andaluz que nos ocupa significa que tenemos la misma ley que los españoles, es decir con la que nos tiraniza y expolia el oligopolio partitocrático.
Prefiero el término INDEPENDIENTE… (¡Y el concepto gusta desde Islandia hasta el Sahel, pasando por Asturias!)
http://www.youtube.com/watch?v=mjZ_SBEYvSg