Francisco Garrido. Si un mal conductor se encuentra ante una paso de cebra ,hay un alto porcentaje de probabilidades que no aminore su velociad. Si este mismo mal conductor esta frente a un semáforo en ámbar, aumentara la velocidad seguramente. Sólo si se encuentra ante un guardia o ante un rotonda, disminuirá la velocidad Pero guardias hay muy pocos y son muy caros.Las rotondas son mucho más eficientes ¿Por qué?.
Normas y conductas.
Las normas sociales (entre las cuales se insertan las normas jurídicas) tienen como objetivo propiciar o evitar conductas. Las acciones y programas políticos también y por eso suelen servirse de normas sociales. Los conjunto de normas sociales que reúnen algunas características como la estabilidad, la regularidad y la generalidad, y que están dotadas de ciertos recursos (simbólicos o materiales); conforman instituciones. Las normas y la intuiciones pueden ser formales (positivas) o informales (consuetudinarias). Hacer política es producir una suma articulada de normas e instituciones.
Pero las normas y las instituciones tienen sus propias virtudes formales o estructurales tanto en la maneras de producirlas (“quién” y “de que manera”), como en la finalidad y las formas ( “para que” y “como están hechas”). El interés por “el quien” de la producción y el ¨para que “ de las función , han dominado el análisis crítico de las normas y de las instituciones. Lo importante era saber quien mandaba y para que, olvidando de camino el estrecho vínculo entre el “quien” y el “como” y entre la “función” y la “forma”. Mucha de los efectos perversos de las políticas igualitarias y radicales se producen más en el “como” y en la “forma”, que en el “quien” y el “para quién”. La obsesión idealista del humanismo por la intencionalidad, ha obnubilado al pensamiento crítico en las ciencias sociales a la hora de abordar las evaluaciones de las políticas de reformas. No cabe duda que esos efectos perversos achacables a los procesos y a las formas de las normas y de las instituciones, están infestados de intereses particulares que persiguen objetivos muy precisos. Pero son esos mismos efectos perversos no intencionales, los que permiten la entrada a los intereses intencionales ajenos a las finalidades públicas.
Estoy seguro que los objetivos intencionales de los que han programado las reformas en Venezuela, estaban cargados de buenas intenciones democráticas e igualitarias pero los efectos perversos reales de mucha de esas reformas, ha modificado drásticamente los resultados deseados. Y esto ha sido debido en gran medida a la inobservancia de las reglas y las condiciones estructurales y formales de producción de las normas y las instituciones. El desaliño formal de las instituciones revolucionarias o reformistas ha sido en demasiadas ocasiones el peor enemigo de estas; un grave error herencia de aspiraciones idealistas que confían todo a a las “buenas intenciones“ de los reformistas o revolucionarios. Por el contrario, un afrontamiento materialista de las relaciones sociales, debe incorporar, con el máximo rigor, la comprensión científica de esta tecnología social que son las normas y las instituciones.
Las diversidad motivacional.
La primera cuestión que habría que plantearse es, ¿cual es el tipo de impulso que genera la acción o la elusión de conductas?. A ese impulso le llamamos “motivación” y son diversas, al menos dos, y en ocasiones contradictorias. Las “motivaciones internas” proceden de estímulos emocionales autónomos o ideológicos fuertes y cuyo resultado reside en estados internos de placer o de rechazo de los individuos.
Las “motivaciones externas”, sin embargo están basadas en impulsos procedente del exterior y suponen un premio o castigo ajeno a la acción misma motivada. Analógicamente podemos entender que también las instituciones y los colectivos sufren también estos dos tipo de motivación.
Cualquier sistema mínimamente complejo de estímulos basados exclusivamente en una de estos dos tipos de motivaciones, está condenado al fracaso de uno u otro modo. Un sistema de estimulación concentrado por completo en el castigo (motivación externa) y que excluye cualquier colaboración voluntaria (motivación interna) será altamente ineficiente. Al igual puede ocurrir con la estrategia contraria que centra todo en la acción voluntaria. Pero tal como la mono motivación es defectuosa, no lo es menos una articulación del peso de cada una de las motivaciones, sin tener en cuenta el contexto, los tiempos , las inercias o la naturaleza de las acciones. Pretender, por ejemplo, motivar la donaciones de órganos con premios ( dinero o equivalentes) puede conllevar el bloqueo de las donaciones altruistas que es el la motivación más fuerte en este tipo de acciones altruistas. En el extremo opuesto nos encontramos, que concentrar la estimulación de las “buenas practicas” en la conducción vial, puede tener resultados catastróficos.
Cada tipo de motivación tiene un conjunto de virtudes y costes distintos que lo hacen adecuada o inadecuada para estimular cada conjunto de acciones. Tal como Kahneman distingue entre un “pensar rápido” (intuitivo) y un “pensar lento” (reflexivo) en virtud de distintas funciones e incluso subsistemas neurocognitivos ; debemos entender que mientras las motivaciones internas suelen ser muy económica en el uso de recursos materiales, muy estables, fuertes y vinculadas a acciones que tienen que ver con constantes evolutivas conductuales como la supervivencia y la reproducción; funcionan bien en contextos de “cara a cara” y de pequeños grupos fraternales, y suelen operar con una gran eficacia. Por el contrario las motivaciones externas al ser más económicas cognitivamente, funcionan mejor en contextos de múltiples y complejas interacciones en grandes grupos y en actividades cuyo resultado esta muy alejado de las motivaciones internas del individuo.
Simplificando, podemos enunciar una regla que diga: a mayor entropía social más peso tienen las motivaciones externas, y a menor entropía social, mas necesarias y útiles son las motivaciones internas. Tener un buen mapa de la distribución de las motivaciones que sea consciente de la diversidad de estas y la pluralidad posible de sus articulaciones, es fundamental para poder producir normas e instituciones eficientes en el cumplimiento de las funciones objetivo que se establezcan colectivamente. Elonor Ostrom, la premio Nobel de economía, nos advirtió de la importancia de un buen manejo y comprensión de la diversidad institucional en el gobierno sostenible de los bienes comunes, como los recursos naturales; igualmente un buen gobierno de la diversidad motivacional es imprescindible en el gobierno de las instituciones.
Las virtudes del diseño institucional.
Las normas se producen pero las instituciones se diseñan. Y entre otros materiales en ese diseño se usan normas. Pero lo esencial del diseño es el uso de formas que son normativas solo bajo el modo del subproducto. Este carácter de normatividad no intencional hace que en el diseño se pueda articular de manera muy eficiente las motivaciones internas y externas, con una reducción de costes simbiótica. Es decir, en el diseño podemos hacer que los costes de las motivaciones se anulan o reduzcan mutuamente.
En el diseño institucional hay tres sinergias cuasi simultaneas que le convierten en un instrumento de programación social muy eficiente y en una fuente preventiva de evitación de efectos perversos:
(a) La forma funcional de la institución contiene ya toda la información necesaria.
(b) En la información esta performativamente la conducta deseada.
(c) En la conducta inducida por el diseño formal de la institución, están presentes de forma aleatoria tanto las motivaciones internas como las externas
Para que nos entendamos pondremos cuatro modelos, recuerdos de la metáfora inicial, sobre cuatrode modos distintos de estimular conductas viales con respecto a una función objetivo; moderar o reducir la velocidad de circulación. Descartando que se pueda regular estas conductas por simple motivación interna (voluntariedad discrecional en el cumplimiento de las normas circulatorias); nos planteamos como hacerlo desde la motivación externa, que es donde se presentan los problemas sociales y políticas más graves en las sociedades complejas. Veamos cuatro diseños ideales: semáforos, son económicos tanto cognitiva como materialmente pero requieren de cierto grado de colaboración del conductor y su obligatoriedad coactiva erosiona en parte esta colaboración voluntaria (interna); “paso cebra” es mucho más discrecional que el semáforo pues el código de información no es univoco (rojo o verde) sino situacional ( hay o no peatones cruzando), esta ambigüedad le otorga virtudes en la estimulación de motivaciones internas de la conducción y en el reforzamiento de una cultura cívica del tráfico rodado ; “guardia de la porra”, es la forma más rígida de exterioridad de la motivación, la más directamente coactiva, tiene unos costes materiales insostenibles y devalúa enormemente los estímulos internos de los conductores; y por último tenemos “las rotondas”, aquí es la forma del diseño mismo de la vía la que contiene la información, la conducta y la motivaciones (internas, como la supervivencia, y externas, como la sanción).
La pregunta es por que la izquierda y los reformistas, y no digamos los revolucionarios, hemos usado tampoco las rotondas y tanto los guardias y los semáforos. El capitalismo, sin embargo, ha basado gran parte de su éxito y apariencia de eficacia en el uso masivo de diseños institucionales al moldo de las rotondas que contienen en su misma forma la información, la conducta y la motivación. Sabemos que este uso es sólo una apariencia ideológica, puesto que esta racionalidad es solo momentánea y local y esta originada por la irracionalidad colectiva de la desigualdad y la competencia, pero en la batalla cultural han ganado demasiados combates por esta apariencia. La respuesta a esta pregunta requeriría de cómo mínimo otro artículo y está aquí solo apuntada ideológicamente pero mucho tiene que ver con el arco hermenéutico que forma la intencionalidad y la finalidad (principio y fin de la tubería) y con el olvido de la tubería (medio o forma).
Diseño institucional: biomímesis y democracia.
Estas tres virtudes hacen que se genere una mayor automatización en la producción de las conductas deseadas sin por ello perder autoreflexividad colectiva sino todo lo contrario se gana pues se perfecciona la diana, al depurar los efectos perversos que actúan como ruido en la información. Y es así como los fines y la intencionalidad juegan un papel de racionalización del diseño y lo diferencian del uso meramente técnico o instrumental del mismo que realiza, por ejemplo, el automatismo del sistema de precios del mercado capitalista.
La apuesta por las “rotondas” (diseño institucional), es por tanto una apuesta por la calidad democrática en la toma de decisiones colectivas (refuerza y blinda las conductas deseadas) y por la evitación de los efectos perversos (ruido), que tanto dañan la eficiencia de las políticas públicas reformistas. Los conservadores han usado siempre los huecos de la razón para perpetuar su dominio; hoy, desde la hegemonía racionalista que consagró la ilustración, usan eso que hemos llamado las “trampas de la razón” (efectos perversos, ilusiones cognitivas, inconsistencia) para deteriorar la democracia y la racionalidad. Albert O. Hirschman lo ha explicado muy bien en las “retóricas de la intransigencia”, donde detalla como la estrategia conservadora postrevolucionaria se mueve dentro de los marcos cognitivos progresistas.
Esta controversia contra la irracionalidad de la racionalidad, en los momentos actuales, es equivalente a la confrontación que hubo que librar contra el oscurantismo de la teología política o de los mitos arcanos de las deidades de la polis. Ahora son monstruos de nuestra propia racionalidad los que son usados en contra de esta. Por ello no es casualidad que autores provenientes del nuevo republicanismo como Petit o Goodmin, sean a la vez expertos científicos sociales que trabajan sobre las instituciones y las normas. El diseño institucional pude ser un instrumento muy relevante para colocar en el cuadro de mando social y político a la inteligencia colectiva.
En el fondo, el uso del diseño institucional, al modo de las rotondas, no es sino una forma de biomímesis pues es así como opera la evolución a la hora de forzar las conductas y las acciones de los diferentes actores naturales. Ya decía Stephen Gay Gould que la evolución parecía que respondía a un plan establecido pero solo al modo en que un borracho que camina por una calle muy estrecha parece que avanza erguido y sin titubeo; por la fuerza del diseño de la calle.