Su ventana trasera queda enfrente del balcón del cuarto donde escribo. Está abierta. Lo puedo entrever vacío. Son la 6 de la mañana. Noche todavía. A esas horas de otro tiempo, el bar estaría atestado de jornaleros camino a la besana. Hoy no se oye otra voz aguardentosa que la de una radio mal sintonizada. Amanece. Entran unos cuantos. Piden café. Y se van sin cambiar palabra. A esas horas de otro tiempo, el bar estaría atestado de albañiles camino al tajo. Son más de las 10. Y decido bajar a tomar algo. Es la primera vez que lo hago y a modo de experiencia sociológica. A esas horas de otro tiempo, el bar estaría semivacío. Apenas un puñado de jubilados jugando al dominó por el precio de un medio. Hoy la barra está llena. Y un par de mesas. Me siento en la única que queda al fondo. Solo. Y escucho.
El dueño increpa al hijo de la Pelona: “Con el dinero que le van a dar a tu madre podrás pagar el vino que me debes”. El otro le llama hijo de puta, medio sonriendo, sin malicia. Todos hablan un correcto andaluz aunque yo lo transcriba en castellano. El compañero de la Pelona se echó a la sierra cuando fueron a prenderlo por rojo. Desapareció para siempre. No estaban casados. Tuvieron un hijo al que pusieron Germinal. Como el padre. Y como no dieron con él, la pagaron con ella. Era matrona de pobres. La pasearon por el pueblo con las manos atadas a una bestia, en camisón y rapada al cero. Nadie sabe el nombre verdadero del hijo de la Pelona. Todos lo llaman Paco o por el mote. Él se enteró hace poco al sacarse una partida literal de nacimiento para renovar el DNI.
“A mí no me parece bien que con esta miseria que tenemos se acuerden ahora de tu madre”. Eso dijo uno sin apartar la vista de la televisión. Fuma negro. Desconozco su nombre y el mote. Todos callan. Incluido el hijo de la Pelona. Quizá íntimamente este silencio no implique claudicación. Pero lo parece. Están echando un telediario de esos que se repiten como discos rallados. Otra locutora pero las mismas frases de hace media hora sobre los presupuestos y el apoyo condicionado del PNV. Sale Zapatero. Uno que está hojeando el periódico lo insulta. Esto es un soborno, y añade: “Primero se llevan Cajasur. Y aquí pone que ahora le van a dar una partida fija para el INEM de los vascos. Ellos que tienen un 10% de paro cobrarán igual que nosotros que rozamos el 30%. Y luego se meten con los andaluces por el PER. Lo que pasa es que somos unos mierdas. Ellos mandan en España con 6 diputados y a nosotros que tenemos 60 nos pagan con el suelo que nos sobra y nos quitan el agua que nos falta”. Todos callan. Quizá íntimamente este silencio no implique claudicación. Pero lo parece.
Uno se atreve a romperlo: “El otro día pusieron aquella película que rodaron en Fuentes de Andalucía, Tierra de rastrojos, y se me saltaron las lágrimas con las huelgas de entonces… ¿Tú vas a ir?”. Le pregunta al dueño del bar que le responde: “¿Y tú?”. Los parados no tenemos sindicato. Los autónomos tampoco. En la radio suena “mi calle tiene un oscuro bar, húmedas paredes, pero sé que alguna vez cambiará mi suerte”. Pagué el café y subí a escribir esta columna.
Artículo publicado en El Día de Córdoba. Entrada 1000 en P36 Andalucía