Mario Ortega | En el asunto de las elecciones catalanas del 27S va a ser imposible mantener un debate sin retórica pasional. Es normal. Lo es en elecciones menos trascendentes, así que cuando en el juego de posiciones interviene la cuestión de la identidad cultural y su traducción en «quien manda aquí», pues más difícil aún.
Memoria. Estos debates pasionales han servido al peor catalanismo de derechas (el del 3%) para pegar buenas tajadas a través del BOE, y su DOGC, para lo que podríamos llamar el capitalismo catalán cuando el PSOE o el PP no gozaban de mayoría absoluta en las Cortes del Reino de España. Yo siempre me acuerdo del papel de Sazatornil en La escopeta nacional.
El problema es que el peor españolismo nacionalcatólico del PP no dio cauce, ni consintió, el proceso y resultado del nou estatut de Catalunya llevándolo al Tribunal Constitucional y consiguiendo con ello que uno de los más férreos candados de la transición del 78 (el TC) destruyera aquel proceso democrático y la consideración de Cataluña como nación (con sus consecuencias).
Sin dramatismos. Lo primero es la democracia. Esto es, favorecer las condiciones para que la decisión que ha de tomar el pueblo catalán sea la que se derive de un amplio debate compartido. No es cuestión de hablar de un supuesto «derecho de autodeterminación» si no de la evidente necesidad de que el pueblo catalán decida, sin amenazas. Las condiciones no se dan, ni por parte del poder nacionalista centralista español actual ni por parte del actual gobierno nacionalista independentista catalán.
Cita. «El federalismo es mucho más que la articulación del estado es el Principio para la defensa de lo público y la democracia en la crisis de la globalización.» Rafael Rodríguez de León.
Federalismo del siglo XXI. El capital no entiende de democracia, quiere los estados (el poder político) para su sometimiento con garantías jurídicas. Y no siempre, hay lugares, territorios de la tierra, donde al capital interesa la ausencia de estado o los estados fallidos (Irak, Libia, Méjico, en África varios, ¿será el próximo Siria, o lo es ya?).
Desde una perspectiva ecológica, biomimética, metapolítica, el federalismo construido sobre la voluntad de las partes que deseen ser parte parece la mejor manera de garantizar la justicia social y la igualdad. No es sólo una cuestión de identidad cultural, que lo es, si no una cuestión de democracia, eficiencia y eficacia «orgánica». Ojalá España dejase de ser el problema, que lo es, para contribuir a un federalismo europeo.
Agravios. Quienes quieran resolver la cuestión con asimetrías, concesiones fiscales, u otros mecanismos de construcción de desigualdad, habrán de encontrarse, una vez más, con Andalucía enfrente. Más vale solos que mal acompañaos.
Quienes aborden la cuestión con un proceso constituyente que parta de los objetivos de la igualdad de derechos de las personas cualquiera que sea el suelo que pisen, de la democracia de la voluntad de las partes para construir un todo justo, del principio de subsidiariedad, y de la delimitación clara de las competencias libremente reclamadas y asumidas, habrían de encontrar el apoyo en Andalucía. Si no, más vale solos que mal acompañaos.
Cuando Pablo Iglesias dijo aquello de «Cataluña is different» para justificar el modus operandi tactico/estratégico de Podemos allí, yo pensé «Andalucía is the most different». Por historia político/cultural y por forma y porqués sobre los que se instituye como sujeto político. Lo hizo desde posiciones hegemónicas de izquierdas, contra nadie, contra la desigualdad. Esto me parece que es algo preconstituyente, algo substancial. Otra cosa es cómo lo queramos expresar o el acierto que tengamos en su expresión en cada momento.
¡Oído al parche a quienes quieren y hablan de cambio de verdad! Ni asimetrías ni desigualdad.
@marioortega