José Manuel Naredo.
Público. 01.02.2010
El optimismo acompañado de diagnósticos irreales, a la postre, defrauda. Es lo que ha ocurrido con el optimismo conformista del Gobierno que empezó por negar la existencia misma de la crisis para minimizarla después y afirmar que la actividad económica repuntaría a lo largo del pasado año, lo que evidentemente no ocurrió. ¿Tendrá lugar por fin en 2010, como ahora se dice, la prometida recuperación? En lo que sigue repasaremos algunos hechos que condicionarán la evolución de la actividad económica. Pues por mucho que se presente un futuro de color de rosa y que se soslayen los hechos más incómodos, estos seguirán ahí, condicionando la marcha del organismo económico.
El primer hecho a resaltar en un diagnóstico veraz es que la burbuja inmobiliaria fue el motor que aceleró sobremanera el pulso de la coyuntura económica reciente en nuestro país y que ahora lastra su recuperación. El pinchazo de la burbuja no sólo ha dado al traste con la pujante actividad inmobiliario-constructiva y las plusvalías que animaban la actividad económica y la recaudación de impuestos, sino que deja como herencia un enorme endeudamiento privado y, finalmente, público. Ya que, tras haber devorado el ahorro interno, la burbuja se siguió financiando irresponsablemente con cargo al exterior durante los últimos cuatro años del auge, recurriendo a titulizaciones y deudas a largo plazo que hoy los mercados internacionales no admiten. Sobre todo si estas proceden de cajas de ahorros que mantienen créditos al promotor y morosidades bien superiores a los bancos.
Habría que anunciar que en 2010, además de proseguir la cadena de suspensiones de pagos de empresas inmobiliarias, será el año en el que las cajas tendrán que empezar a sanear su excesiva concentración de riesgos en el sector inmobiliario, acometiendo un proceso de reestructuración a gran escala que alterará el panorama financiero del país. La fusión de entidades –orientada a cerrar sucursales y reducir gastos– y la inyección de dinero público para reflotarlas tendrá dos posibles salidas. Una, la reconstitución de la desaparecida banca pública. Otra, la privatización de esos últimos vestigios de entidades público-cooperativas que son las cajas. La opacidad con la que se está acometiendo la operación sugiere que será esta última salida la que se acabará imponiendo.
En este contexto se debería advertir también que no cabe esperar un repunte significativo de la marcha de la coyuntura económica general. El consumo de los hogares no va a estar muy boyante con el aumento del paro, con la eliminación de desgravaciones y de subvenciones diversas, con el mayor crecimiento de los precios, con la subida de impuestos y tal vez del tipo de interés. Al igual que las potentes inyecciones de liquidez y apoyos públicos practicados hicieron repuntar las bolsas, el oro, los mercados de materias primas… y la compra de empresas, pero no la inversión productiva, ni el mercado inmobiliario, que en España seguirá durante largo tiempo purgando sus excesos. No, no cabe esperar ningún milagro para 2010. Lo mejor que puede pasar es que sea un año de estancamiento.