Manuela Martínez | Recuerdo que hace unos años ser mileurista, es decir, tener un salario de unos 1.000 euros al mes, era como ser un paria del mercado de trabajo. Hoy, con la crisis, ganar 1.000 euros se ha convertido en una meta para muchos trabajadores y trabajadoras. Hay quien ha dejado nuestro país para alcanzar ese sueño más allá de nuestras fronteras… aunque haya sido para realizar un trabajo que no le gusta o que nada tiene que ver con su perfil profesional.
Emigración forzosa, que no movilidad exterior por mucho que se empeñe la señora Báñez, que nos está hurtando, y no sabemos por cuánto tiempo o si será para siempre, el conocimiento y el talento de centenares de miles de jóvenes. Una factura de precio incalculable que condicionará, sin duda, el futuro desarrollo de nuestra economía y que marcará nuestra realidad social.
Lo cierto es que tanto si se analizan las estadísticas oficiales sobre los costes laborales, como si se toman en consideración las que hacen referencia a la distribución de rentas, se concluye que la clase trabajadora se está empobreciendo año tras año. Situación que obedece a la nefastas políticas fiscales y a la dañina reforma laboral impuestas por el gobierno de Rajoy, que se traduce en una falta de estímulo al consumo y la inversión y que impide la recuperación económica y la creación de empleo.
Nos decían que con “su reforma laboral” acabarían con la dualidad del mercado de trabajo y comprobamos que lo que pretendían era generalizar los bajos salarios y los contratos precarios. De ahí que cada vez sea más frecuente encontrar salarios por debajo del SMI, debido al efecto sustitución de trabajadores con contrato indefinido a tiempo completo por trabajadores con contrato a tiempo parcial. Y para hacer todavía más atractiva esta opción, el gobierno plantea ahora que estos contratos tengan un año de periodo de prueba sin derecho a indemnización en caso de despido. Han optado claramente por una competitividad basada en bajos salarios y contratos precarios.
¡Craso error! Debería saber el señor Rajoy que el camino por el que nos lleva acabará pasando factura a la calidad de nuestros productos y servicios y, en definitiva, empeorará la competitividad de nuestras empresas.
¿Acaso no sabe el señor Rajoy que las empresas o grupos de empresas que más se están aprovechando de los bajos salarios y la precariedad laboral son las que están obteniendo mayores márgenes de beneficios a pesar de la crisis? Así es, son las empresas que quieren ganar más a costa de sus trabajadores, que no reinvierten sus excedentes en el sistema productivo, y no las empresas con dificultades económicas, las que más se benefician de las posibilidades de “explotación laboral” que les ha puesto en bandeja el gobierno con la reforma laboral.
¡Qué tontería! ¡Cómo no lo va a saber Rajoy! Si gobierna para ellos…
¿Y cómo afecta todo esto a la economía y al empleo? Basta comprobar que a pesar de la devaluación salarial, la economía no se recupera, se sigue destruyendo empleo y el Estado de Bienestar se está deteriorando día a día, para concluir que hay que buscar otra salida. Nuestro país necesita con urgencia un cambio en la orientación de la política económica e implantar medidas expansivas que estimulen la actividad económica y el empleo. Pero necesita también empresarios responsables que arrimen el hombro, en lugar de aprovechar la crisis para seguir amasando dinero en beneficio propio.
Por eso me duele tanto oír frases como las que ayer escuché en el programa de Jordi Évole, en la Sexta, dedicado al “precariado”. Frases que esconden miedo, conformismo y resignación:
“Cuando me oigo diciendo frases como ‘es lo que hay’ me doy asco”
“No nos podemos quejar”
“Qué vamos a hacer”
“Es lo que nos ha tocado”
“Al menos tenemos trabajo”
Pero no, no es lo que hay… es lo que quieren que haya. No debemos resignarnos. Nuestra obligación es pelear para impedir que se salgan con la suya. Hay que salir a la calle y luchar en las empresas. No queda otra.
@Manuela_MJ