La paloma se muere. Me refiero a esa que volaba hacia la izquierda sobre fondo rojo. Se equivocaba. Por ir al Norte, fue al Sur. Se equivocaba. Eso creímos algunos. Pero no. Mentía. Nos engañó. Aquella paloma señalaba proféticamente la dirección y el color de su nueva jaula hasta la muerte. Más pronto que tarde.
Llama la atención que la paloma de la paz mire a la derecha sobre fondo azul celeste. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos populares y las divinas intenciones, la paloma cordobesa anunciará el armisticio financiero desde el otro lado del hemisferio y del arco cromático. Y con olivo (de Jaén). Como la paloma bíblica de Picasso. Y dormirá en la orilla (de Málaga). Como la paloma laica de Alberti.
La paloma cordobesa engordó a otros palomos a costa de sus ahorradores. Quedó flaca. Y estuvo a punto de morir anoréxica. Pero siempre anduvo caritativa una mano pública y silenciosa para salvarla. El prestidigitador la necesitaba viva para realizar el truco invertido: en lugar de sacar la paloma de la chistera, la encerraría en una caja. El aplauso del público sólo se consigue con una paloma dócil. Y sólo las palomas vivas son sumisas. Las muertas no deben favores. Están muertas. Y en paz.
Una playa sin mar es un desierto. Una paz sin guerra es una utopía. La paz necesita ontológicamente de la guerra aunque sólo sea para negarla. Como el ateo a dios. Y hay paces miserables que esconden derrotas evitables y calculadas. Dentro de unos días se cumplirá el 70 aniversario de uno de los acuerdos más asquerosos de la historia europea: el pacto germano-soviético de no agresión. El protocolo secreto para impedir la guerra entre estos dos enemigos naturales consistía en el reparto de las zonas de influencia. Hitler lo aprobó por teléfono. Y Stalin brindó con champán: “Sé que la nación alemana ama mucho a su Führer. Por eso me gusta beber a su salud”. En menos de una semana, Hitler invade Polonia. Y comenzó la guerra mundial que pretendían evitar entre ellos. A nuestra paloma le cortarán las alas para que no salga de su jaula cordobesa. Ésa será su área de influencia resultante del pacto de no agresión. La que siempre tuvo. Y en silencio. Porque toda la ciudad conocía el truco de la paloma pero calló para no destapar al mago y dejarlo en vergüenzas. Si desaparece la paloma, quizá se rompa el silencio parasitario. O quizá se convierta en un silencio cómplice atronador. Igual de infame. Nadie correrá ese riesgo. La paloma ya no volará alto. Tampoco hay lugares elevados donde posarse. La torre de la Mezquita-Catedral. Y es suya.
Decía Aristóteles que la amistad se mantiene viva mientras una misma alma habite en dos cuerpos. En consecuencia, cuando dos almas viven en un mismo cuerpo no hay amistad sino esquizofrenia. Insoportable a menos que el alma de la paloma ocupe una parcela minúscula de la jaula cerebral. O que muera pronto de inanición. Todo el mundo sabe que está muy débil. Qué apenas si puede volar. Pero otra paloma también anunció el nacimiento del Mesías. Y aunque lo mataron, resucitó al tercer día.
La culpa no es de la Iglesia, sino de este gobierno de traidores a la democracia y sobre todo a la izquierda, que nos ha salido más nacionalcatólico que Franco.
La “izquierda” cordobesa ha sido la mayor colaboradora con la Iglesia del desastre Cajasur que es el desastre de Córdoba.
Hay que inevstigar lo que han hecho los Curas en Cajasur y el mangonéo que se han traido.
NO PUEDEN QUEDAR IMPUNES.