Nosotros y nosotras pagamos, nosotros y nosotras decidimos: rescatemos la democracia¡

“Huyendo de la candela, la nieve mis manos queman” dice la letra  del  cante. Esto es lo que ha ocurrido con el rescate del sistema financiero español. Todo lo que el gobierno del PP ha hecho para evitar el rescate sólo ha servido para llevarnos a él. El fracaso del PP es monumental. La estafa política abismal. El fraudulento juego de palabra (“rescate” no,  “préstamo”, si) ridículo. La pose triunfal de Rajoy, un día después de esconderse tras la cejas de Guindos,  patética. Todo esto, además,  ocurre en medio de un desplome vertiginoso e imparable del andamiaje institucional del sistema bipartidista creado en  la transición.

Desde que el nefasto ZP proclamara que “el sistema financiero español era uno de los más fuertes del mundo”,  el umbral del oprobio político ya estaba situado en el rescate. Ningún gobernante quería que durante su mandato “España fuera rescatada”.  El gobierno del PSOE hizo todo tipo de barbaridades para que ZP no se fuera con esa mancha en el expediente. Ese umbral ya ha sido traspasado. El corralito aparece como la nueva línea roja del descrédito político. Y ha sido, la sombra del  “corralito”, forzado por la acelerada fuga de capitales, la que ha precipitado algo que estaba en las previsiones de cualquiera que conociera la bancarrota del sistema financiero español. Veremos si esta fuga hacia delante para evitar el “corralito” no termina  también provocando, como en el rescate, la  aparición  del “corralito”.

La deuda de los bancos españoles es la mayor porción de la deuda privada española,  que es una de las mayores del mundo. Desde el PP, y desde la instituciones neoliberales europeas, se nos ha tratado de convencer que el problema es el déficit público cuando es absolutamente falso. Lo que lastra nuestra economía es la deuda privada, y básicamente la deuda de la banca. En el sistema financiero español se han unido la especulación financiera y la especulación inmobiliaria: el  monstruo resultante es lo que tenemos ante nuestros ojos.  De este proceso son responsables tanto el PP como el PSOE y el conjunto de partidos y sindicatos, que han participado, con tanto entusiasmo como rentabilidad,  en los consejos de administración de las cajas y en el fomento irracional del ladrillo. Es todo el régimen de la transición el que de sentarse en el banquillo.

Merece especial interés el análisis del diseño perverso de las cajas  de ahorro, grandes protagonistas de la “operación rescate”. Pensadas en origen como entidades públicas con fines sociales y culturales, ha sido  trasformadas en  los bulldozer de la especulación urbanística y financiera.

¿Cómo ha sido posible esta metamorfosis perversa? Por medio de una serie de reformas legales de corte neoliberal, supuestamente impuestas desde Bruselas, diseñado para crear un modelo de funcionamiento  privado pero con fondos y gestión pública. A la irresponsabilidad del político en el gasto se le ha unido  la avaricia  sin límites  del banquero en una misma figura institucional. Un diseño de este tipo sólo podría conducir a  la quiebra, como así ha sido. El telón de  fondo es un modelo productivo adosado al Estado (el “capitalismo castizo” como lo ha llamado Cesar Molinas) cuyo principal recurso  productivo es el Boletín Oficial del Estado. Este “capitalismo castizo”  ha encontrado  en la especulación  del suelo, administrativamente fomentada y organizada, la fuente de renta más depredadora y fácil.  Para esta operación era necesaria la captura  y la complicidad del sistema político. El centro de financiación ideal: las cajas de ahorro. El círculo se cierra. España es un Estado sin patriotas en sus clases dirigentes, solo salteadores de camino y usureros: estos eran los que gobernaban las cajas.

Ahora ese cadáver político que es Rajoy trata de convencernos que el rescate no implicará aumento del déficit. Guindos, por el contrario, lo  había reconocido el día anterior. O que el rescate no tendrá ninguna condicionalidad macroeconómica. ¡Claro¡  la condicionalidad macroeconómica la podrá el gobierno, la está poniendo, para pagar el déficit que origina el rescate. Finalmente pagará la ciudadanía el desplome  de la farsa de la transición. Los ciudadanos y las ciudadanas tendrán que dar cuenta de la estafa de políticos, ladrilleros y banqueros. El sistema nacido de la transición se encuentra en estado catatónico  y en quiebra. El gobierno, y su presidente, carecen de toda credibilidad después de lo que hemos visto y oído en las últimas semanas. Sólo queda devolver la voz a los que tendrán que pagar. Disolver las Cortes y convocar elecciones generales. A estas elecciones una nueva izquierda deberá concurrir  unida y con con un programa constituyente. Toca rescatar la democracia.