Francisco Garrido. Freud afirmaba que en los sueños el abigarramiento de símbolos era inversamente proporcional a la racionalidad con que se asociaban. En la lógica onírica los deseos, recuerdos , pulsiones reprimidas o imágenes se asocian sin ninguna racionalidad aparente. Por esos los sueños eran para Freud, una de las grandes puertas abiertas a través de la cual hablaba el inconsciente. Propongo que interpretemos, desde esta lógica onírica el hecho social de la ferias andaluzas y especialmente la feria de Sevilla como uno de los modelos ejemplares de aquellas. Interpretar la feria como un sueño no significa para nada interpretarla como un deseo o como un horizonte utópico ideal. Lo que se sueña no es lo que se desea y lo que se desea no es solo lo que se sueña, también se sueña lo que se teme, lo que se repudia, lo que se desconoce, y lo que «se sueña y solo se sueña» sin fin o explicación simbólica alguna.
En la feria todo es antagonismo social aunque se representa como armonización bajo el pegamento de la alegría, la belleza y el arte. Lo que se teme y se detesta aparecen confundidos con lo que se desea y se quiere. “El traje corto “ del capataz con el traje de flamenca; los caballos y las calesas y los buñoleros y vendedores; la choza de los tratantes de ganado gitanos y los aires cortijeros del terrateniente en la caseta; las sevillanas corraleras y las sevillanas boleras, los grupos que bailan en la calle y el reservado del señorito. Nada es pacífico ni ideal sino dual y conflictivo en este espacio revestido de fiesta de la luz y la alegría.
La ciudad efímera que es “el real de la feria” supone una suspensión momentánea del conflicto pero por medio de una representación monstruosa y onírica del mismo que no hace sino grabar aún más esta dualidad entre trabajo y capital , entre capital y vida. Como en el sueño, la vuelta de lo reprimido y deseado , que se representa en la feria, es aliviadora pero no alienante, pues el conflicto esta sublimado pero presente, no se simula la ausencia del mismo sino su superación en la síntesis de una estética que no puede ser sino popular en su raíz.
La feria no es el producto de una tradición sino del invento de una tradición que comenzó siendo el intento de modernizar , es decir capitalizar, las antiguas ferias de ganado. El resultado, como en tantos otros casos, fue la metamorfosis de la feria de comercio de ganado moderna original en un hecho social de celebración del antagonismo social totalmente distinto al proyectado por las elites burguesas de la ciudad. Los de arriba se bañan en la cultura popular a cambio de resignificar los símbolos y prácticas populares; y los de abajo consienten esta re significación a cambio de tener un espacio de expresión propio. Como hemos visto en otros fenómenos se trata de la estrategia del disimulo que actúa en la cultura popular andaluza en muchas de las manifestaciones de la vida social. El producto de esta estrategia es un hecho social onírico, monstruosos y fascinante.
La feria, y las fiestas populares en general, son nuestra ventana abierta al imaginario colectivo andaluz. Toda nuestra historia como pueblo está atravesada por la lucha de clases, y la conciencia de la misma en formas más o menos elaboradas. La usurpación de la cultura popular por parte de las elites en la feria (gitana, casta, sevillanos, flamenco) no es sino el en vez del uso que la cultura popular hace de los símbolos de las elites. (caballo, toros, calesas, cortijo); en un pacto inconsciente , onírico, de teatro social. Muchos dicen que Andalucía es más que las feria y las fiestas, están equivocados, creo, es exactamente al revés: Las fiesta andaluzas son más que Andalucía, porque son el conjunto caótico de potencias contradictorias que habitan en nuestro imaginario. Ojala este hecho monstruoso encontrara al intelectual colectivo que lo interpretase .y con ello alumbrara caminos insospechados de redención.