La ley de bosques brasilera (Código Florestal) protege desde 1965 a los ecosistemas de la tala de grandes superficies. La reforma de la ley amenaza no sólo la selva amazónica sino también otros ecosistemas fundamentales como los bosques costeros de la mata atlántica, el cerrado rico en biodiversidad y el pantanal, uno de los humedales más grandes del mundo.
Tras la iniciativa de cambiar la ley se esconde el lobby agrario. Para hacer más espacio para los pastos para ganado, así como para plantar soja, caña de azúcar y otros monocultivos, quieren reducir las áreas protegidas de selva y savana. Modificada, la ley haría posible deforestar 76,5 millones de hectáreas de bosque -una superficie del tamaño de Alemania, Italia y Austria juntas.
La propuesta de ley contempla también una amnistía para la tala ilegal. En este sentido, no sorprende que el instituto INPE haya registrado ya un aumento drástico de la deforestación. Por ejemplo, un 70% más este año que el año pasado en el estado de Mato Grosso.
La mayor parte de los brasileros están en contra de más deforestación. También 200 organizaciones ambientales, sociales y de derechos humanos, así como movimientos como la Via Campesina y el Movimiento sem Terra MST rechazan que se relaje la ley de esta manera.
El Senado votará el 6 de diciembre una versión que la Comisión de Medio Ambiente acaba de aprobar. Después, y seguramente aún en diciembre, la Cámara de Diputados debe votar también. Si la nueva ley forestal pasa ambas cámaras, sólo la presidenta Dilma Rouseff podría detener con el veto esta iniciativa fatal. Fue su promesa electoral en 2010 no admitir nuevas reglas que implicaran una amnistía y facilitaran más tala de bosques. En junio del próximo año, Brasil será el país anfitrión de la conferencia de las Naciones Unidas Río+20.
Las firmas serán entregadas personalmente por un grupo de apoyo de Salva la Selva en los próximos días.