Juan Torres.El 28 de febrero de 1980 se celebró un referendum en Andalucía con el que la extinta UCD trataba de impedir que Andalucía accediera al autogobierno por el artículo 151 de la Constitución, en las mismas condiciones que Cataluña o el País Vasco. Confiada en su histórico dominio de la voluntad popular, la derecha mintió y manipuló y terminó sufriendo una derrota histórica. No tanto por el resultado sino por lo que tuvo de auténtico levantamiento frente al poder oligárquico que el pueblo andaluz encontraba escondido entonces tras las maniobras de las derechas andaluza y madrileña, como en tantas otras ocasiones, confabuladas contra sus intereses.
Las elecciones del domingo me han recordado lo que sucedió aquel 28-F. La derecha andaluza estaba en los últimos meses tan segura de su victoria que ni por asomo pensaba que no llegase a gobernar porque pudiera ocurrir lo que ha ocurrido.
Los resultados electorales son sencillamente una respuesta bastante contundente al dar por hecho que las cosas en Andalucía han de ser necesariamente como digan los de siempre y un rechazo igualmente expreso a los recortes y mentiras del gobierno del PP que en menos de tres meses casi está haciendo bueno al de Zapatero.
A mi juicio, los resultados muestran muy nítidamente que una mayoría sustancial de la población desea un cambio de progreso y que sea la izquierda quien lo dirija a partir de ahora. La cuestión que está por ver es si el Partido Socialista e Izquierda Unida están dispuestos a sumar esfuerzos para regenerar la vida política y evitar que se vuelvan a dar los episodios de corrupción que se han producido en los gobiernos de Chaves y Griñán, para cambiar de modelo productivo y para avanzar en Andalucía hacia una auténtica democracia, participativa y abierta a la deliberación social.
A una mayoría importante de los dirigentes del Partido Socialista parece que les cuesta demasiado pensar y actuar en términos de izquierda, incluso en los de la socialdemocracia, y más bien actúan, como antes demostró la gestión del gobierno de ZP y ahora algunas de las propuestas que están haciendo en las Cortes, abducidos por el neoliberalismo. Si en Andalucía no son capaces de liberarse de esa servidumbre va a ser muy difícil que puedan responder al mandato popular que parecen encerrar los resultados electorales y que, en realidad, simplemente implica que los socialistas sean fieles a los principios y valores de los que hace gala su partido.
Izquierda Unida, por su parte, se debate también entre contradicciones. Líderes como José Manuel Sánchez Gordillo siguen renunciando a participar en un hipotético gobierno o incluso a llegar a pactos con el PSOE. Algo incomprensible en alguien de acción como él y que se reputa revolucionario porque renunciar al boletín oficial para escribir en él nuevas normas que consoliden cambios políticos, cuando se puede hacer y sobre todo en estos momentos de ofensiva neoliberal, es prescindir del instrumento que, junto a la presión ciudadana, hace firme cualquier transformación social.
Izquierda Unida tiene la oportunidad de demostrar en Andalucía que tiene alternativas y que sabe hacer las cosas de otro modo para cambiar la sociedad y, además, de ayudar a que el partido socialista deje de hacer políticas neoliberales y refuerce a sus dirigentes y militantes más progresistas, algo que no debe ver con temor sino, todo lo contrario, como el mejor refrendo social de que sus propuestas de izquierdas son más útiles y necesarias que ninguna.
El electorado progresista andaluz se ha expresado con claridad y ahora corresponde a las dos principales fuerzas de la izquierda estar a su altura. Al PSOE le toca demostrar que en su seno hay vida y no solo contaminación neoliberal y a IU que es una fuerza política en el pleno sentido de la palabra, capaz de hacer cestos con las mimbres existentes y de poner en marcha procesos de empoderamiento y cambio social efectivo. Lo ha hecho en otros niveles de gobierno y ahora le toca hacerlo en Andalucía.
La cuestión no es baladí. Generar en Andalucía un potente polo de resistencia frente a las políticas de recortes del gobierno de Madrid es hoy día una precondición para que se inicie en toda España la reconquista de los derechos sociales y personales en peligro. Algo que no será posible sin implicar en ese reto a un amplio bloque social de progreso que precisa del impulso conjunto de las fuerzas políticas de izquierda, de los sindicatos y de todos los movimientos y organizaciones empeñados sinceramente en decir No a las políticas neoliberales que es, en suma, lo que dijeron también los andaluces el pasado domingo.