Raúl Solís | Para dar a conocer el otro mundo que está en marcha, los artesanos y microempresarios de los corralones de Pasaje Mallol y la Plaza del Pelicano han abierto, este fin de semana, sus talleres de orfebrería, forja, encuadernación, fotografía, arquitectura, danza, arte sacro, teatro o flamenco para mostrar que existe otra manera de salir de la crisis: con confianza, solidaridad, cooperación y cultura. No es una utopía, es una realidad que empezó hace más de una década y que se abre paso en medio del capitalismo salvaje.
Todo comenzó rehabilitando antiguos corralones. Cambiaron el cante jondo por proyectos empresariales vanguardistas donde lo importante no es crecer sin límites, sino en base a las limitaciones ecológicas del entorno y mimando el producto o servicio como un bien común que hace más rica a la sociedad en la que se inserta este modelo económico que sustituye competitividad por cooperación.
Por 180 euros, un arquitecto puede compartir espacio de trabajo con otros arquitectos que rehabilitan viviendas y diseñan infraestructuras para reconvertir las ciudades en lugares amables donde cultura, urbanismo y ecología son elementos indisolubles.
A este modelo de cooperación se le llama co-working pero no es más que solidaridad. Único elemento con el que es posible levantar sociedades desarrolladas para huir de la sinrazón capitalista que aumenta su PIB cuantos más derechos humanos vulnera o mayor patrimonio ambiental destruye.
Jaime es fotógrafo y durante este fin de semana ha mostrado cómo mima sus creaciones artísticas y demostrado que es posible comer, pagar el alquiler y criar a tus hijos sin renunciar al “equilibrio social”. Antonio es pintor y ha expuesto sus grabados y óleos en el estudio que comparte con otro colega. Julio se dedica a la producción audiovisual y al diseño gráfico. También da clases de fotografía a un precio asequible.
Luis edita libros que en el mercado editorial apenas tendrían oportunidad de ver la luz. Los encuaderna con cartón reciclado convertido en una obra de arte. Lanzas ediciones de no más de 100 ejemplares que reedita de 50 en 50 “siempre y cuando se vendan”. Casi siempre se venden. La poesía es un género mayor en esta imprenta del bien común que funciona desde la lógica empresarial sin perder de vista su compromiso con la cultura y la sostenibilidad.
Rafa es herrero. Trabaja el hierro como antaño. A martillazos, con lumbre de picón y delantal de cuero. Acaricia el hierro para dar forma a aperos agrarios o cuchillos de cocina que luego son demandados por los profesionales agrícolas y de la hostelería. Trabaja sin prisas porque el éxito está en la calidad, no en la cantidad. Su taller es un laboratorio de resistencia a la cultura de usar y tirar de IKEA. Rafa se resiste a la homogeneización de la globalización y convierte lo antiguo en modernidad.
Este fin de semana, los artesanos de los corralones sevillanos de San Julián-San Luis han convertido sus talleres en lugares de intercambio de ideas. Alrededor de una paella, migas, garbanzos con espinacas, té y tartas caseras han invitado a sus vecinos a salir de la crisis renunciando a la avaricia, a la pérdida de la identidad cultural, cooperando y desde la fuerza revolucionaria de la cultura.
Otro modelo económico y de sociedad está en marcha. En nuestras propias ciudades y pueblos. A pocos metros de donde vivimos hay hombres y mujeres que diseñan ciudades adaptadas a la realidad sociocultural del territorio.
Microempresas equitativas, sostenibles y ecológicas que demuestran que se puede conjugar el ánimo de lucro con el compromiso social. Es una revolución silenciosa, pacífica y comunitaria que sobrepasa las fronteras del capitalismo y el comunismo. Se llama Economía del Bien Común y quiere cambiar el mundo desde su barrio.