Portada / Democracia / Participación o corrupción

Participación o corrupción

Cuando apenas faltan diez días para las elecciones al Parlamento europeo, la actualidad política no se centra sobre esta cita electoral sino sobre las noticias en torno a la corrupción de los dos grandes partidos centralistas que manchan todo el mapa del Estado español. Espías, trajes, nepotismo, clientelismo, facturas falsas, extorsión a contratista, financiación ilegal de partido, negocios privados, etc. en Madrid, Valencia, Andalucía, Murcia o Canaria, por solo citar los territorios que aparecen en los titulares de la prensa de hoy, desprestigian profundamente las instituciones democráticas, cuando hoy necesitamos más que nunca que ejerzan un liderazgo moral.
Justo cuando la Unión Europea atraviesa la crisis más grave desde su creación, en el contexto de una crisis global sin precedentes que ha provocado en nuestra tierra casi un millón de parados, no sólo no existe debate alguno sobre las alternativas que se proponen para relanzar la Unión sino que incluso las propias elecciones europeas están ocultas por la sucia niebla que provoca esta corrupción generalizada.
Otras veces hemos señalado que esta crisis es multifuncional para avisar que, después de instalarse la crisis financiera y económica, es posible que los próximos huéspedes que amenazan con quedarse entre nosotros, por no se sabe cuánto tiempo, son las crisis medioambiental, social e incluso la crisis fiscal de las cuentas públicas. Pero sobre todo la crisis política, lo más desalentador, porque su función es precisamente, en estos momentos de emergencia, ser el instrumento para trasladar a la opinión pública las claves imprescindibles para comprender lo que realmente está ocurriendo, suscitar un debate racional sobre los sacrificios que tenemos que decidir para enfrentarnos a esta compleja situación y organizar el reparto de los costes desde la igualdad, la justicia y la cooperación social, tanto de las personas como de los territorios.
Pero la vieja política, fruto del desarrollismo, que confunde participación con márketing o servicio público con intereses particulares, se ha colado entre nosotros como si fuese la de siempre y no está dispuesta a desaparecer aunque su época esté ya en la historia. La consecuencia más directa es la ruptura de los vínculos de identificación entre la ciudadanía y la clase política en su conjunto y el resultado ahora será una abstención que sobrepase el 50% aunque el CIS haya hecho su prospectiva, de forma inaudita, sobre la hipótesis de una alta participación.
Una de las causas de la corrupción es la forma en que está regulada la financiación de los partidos y las organizaciones sociales mayoritarias. La financiación ilegal o inmoral suele ser el primer paso que luego deriva en corrupción personal de los agentes encargados de llevarla a cabo o de los que lo rodean. Así que una clave para desatascar la situación actual sería la reforma de la financiación de los partidos y las organizaciones sociales, limitando por una parte los gastos electorales, de acuerdo con el principio de austeridad que debe presidir toda la actuación pública, y, por otra, habilitando mecanismos que sustituyan las subvenciones desde el poder por la contribución desde la sociedad, por ejemplo a través de la declaración del IRPF.

Rafa Rodríguez.

Un comentario

  1. Un artículo objetivamente serio y con propuestas de reforma lógicas. Sabemos que chocarán con los intereses partidistas, con los 300.000 liberaos de los sindicatos y demás paniaguados de todas ideologías, pero, por eso, gusta ver las buenas ideas reflejadas, argumentadas y defendidas por un grupo inquieto políticamente.
    Enhorabuena.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *