La sentencia no es firme pero es dura y clara: Pedro Pacheco ha sido condenado a cuatro años de cárcel. Expulsado del PSA hace algunos años, arrumbado de la alcaldía de Jerez, Pacheco es la viva imagen del fin de una forma de entender el andalucismo político. Alejandro Rojas Marcos, su eterno contrincante, no ha sido expulsado de ningún sítio, ni tampoco condenado. Mucho más frio que Pacheco, cuestión de clase, con más suerte o mas astucia; Rojas Marcos vive un retiro dorado en sus torreón de Sevilla donde conserva el cadáver embalsamado del PA.
Ambos Pedro y Alejandro, Alejandro y Pedro (como decía la propagada electoral) son los representantes del secuestro del andalucismo popular y de izquierda manos del oportunismo y el populismo conservador. Usaron al andalucismo como ariete contra la izquierda. Aquellos que desde la derecha más españolista jalearon esta operación han arrumbado, sin misericordia alguna, cuestión de clase también, a un PA que una vez hecho el trabajo sucio, ya no eran útiles. Los votantes conservadores que esos años se fueron cultivando no dudaron tampoco en abandonar la nave andalucista en beneficio de UPYD o del mismo PP.
Engancharon al andalucismo en la fiebre del ladrillo y vendieron la marca nacionalista andaluza como si de una franquicia municipal se tratara. A tal grado de adulteración política se llegó que algunos han dicho con amarga ironía que los lideres andalucistas había malinterpretado la letra del himno andaluz: “Pedir tierra y libertad: Tierra para construir y Libertad para especular. Almunllecar, Marbella, Camas son dolorosos ejemplos de este giro inmobiliario del andalucismo político.
El proyecto de un andalucismo conservador, de derechas, se ha revelado a partir de las biografías políticas de Pedro y Alejandro, un proyecto imposible. La condena de Pacheco y el embalsamamiento del PA así lo confirman. El andalucismo o es de izquierda y progresista o no es nada, poco más que alcaldes chulos y líderes siniestros, un pelele patético en manso de las garras de los herederos de Isabel y Fernando.