La Nación.Laurencia Saez.Hija única, nacida en una familia de socialistas y anarquistas españoles, Alicia Puleo formó desde joven su mente crítica con la literatura poco conformista que encontró en la biblioteca de su casa. Esta experiencia la preparó a observar con mirada crítica las relaciones de dominación, como las que se han dado entre hombres y mujeres. Sin embargo, la lectura de El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, a los 17 años, fue la que le reveló la palabra que marcaría su producción intelectual: “Fue ahí cuando yo dije: feminismo”, afirma con decisión.
La especialista en filosofía moral y política de la Ilustración teoriza en su último libro sobre la relación entre el ecologismo y el feminismo: el ecofeminismo. Acerca de este vínculo, ofreció una conferencia en el Congreso “Géneros, Feminismos y Diversidades” de la Universidad Nacional el 21 de junio.
Evocando cómo el movimiento feminista de la Francia de los años 80 marcó su compromiso intelectual y político, Puleo nos da primero sus impresiones sobre dos acontecimientos de actualidad: la denuncia contra Dominique Strauss-Kahn (exdirector del FMI) y la ola de manifestaciones de los “jóvenes indignados” en España, cristalizadas en el movimiento del “15-M”.
–¿Puede hablarse de una reactivación del feminismo?
–Sí. Estos son momentos muy interesantes. El feminismo resurge hoy en Francia debido al affaire Dominique Strauss-Kahn, no tanto por este individuo, sino por la reacción de intelectuales y periodistas franceses que se han volcado a favor de “DSK”, pero de una manera que demostraba un sexismo y una misoginia tan fuertes, que les ha chocado a las mujeres, a las francesas, y las ha motivado a pensar: “¿En qué sociedad estamos? ¿Es realmente esta sociedad tan igualitaria como nos creíamos?”.
”Vivían el espejismo de la igualdad. Es muy posible que haya en este momento un resurgir del feminismo militante”.
–En el reciente movimiento de “los indignados” del 15-M, en España, cuando manifestantes feministas colgaron un cartel con la consigna “La revolución será feminista o no será”, fueron abucheadas e insultadas por sus compañeros. ¿Cuáles son sus impresiones al respecto?
–Me recordó que uno de los detonantes del feminismo de los años 70 ocurrió cuando, en el movimiento por los derechos civiles y por la nueva izquierda norteamericana, las compañeras vieron que, al plantear sus reivindicaciones por las mujeres, los estudiantes les dijeron que no había tiempo y que eran temas menores; que no podían recogerlos en el manifiesto final.
”Me parece que la historia se repite muchas veces. Es interesante porque es una experiencia que probablemente tenga consecuencias. ¿Cuáles? Pues la comprensión, por parte de las jóvenes del 15-M, de que no todo está conseguido, de que el sexismo tiene raíces muy profundas, y de que incluso todavía hay mucho que hacer en los compañeros con los que comparten ideales.
”Los momentos de movilización político-social –lo vimos igualmente en la Revolución Francesa– suelen ser momentos en los que también se activa el feminismo”.
–Usted acaba de publicar el libro “Ecofeminismo para otro mundo posible”. ¿Qué le aporta el feminismo al ecologismo, y el ecologismo al feminismo?
–El ecologismo le podría aportar al feminismo la conciencia ecológica y la preocupación por algo que no pertenece a las relaciones que hay dentro de la especie humana.
”El feminismo le puede aportar muchas cosas al ecologismo; entre ellas, hacerlo consciente de actitudes sexistas; darle claves para desmontar elementos antiecológicos, de arrogancia antropocéntrica, de ideas fantasiosas sobre “el hombre”, dándole herramientas de análisis del androcentrismo.
”El feminismo le mostraría que la exclusión de las mujeres de las decisiones, de la construcción de la cultura y de las relaciones de poder ha marcado nuestra historia; y le mostraría cómo la inclusión de las mujeres puede enriquecer y mejorar la relación de nuestra especie con la naturaleza.
”Recordemos que las mujeres son un grupo que se ha ocupado tradicionalmente de la mediación entre la naturaleza y la cultura –porque esta es la tarea que se les ha dado: el cuidado, el mantenimiento de la vida, etcétera–.
–Usted prefiere usar el término ‘naturaleza’ en lugar de ‘medio ambiente’. ¿Por qué?
–Como el ecologismo, yo prefiero el término ‘naturaleza’ porque ‘naturaleza’ tiene una historia filosófica que debemos recuperar: la physis griega, la fuerza que emerge, no es la “materia prima”, ni “los recursos” o el escenario para que los seres humanos hagan su vida… Esto último sería simplemente “medio ambiente”.
”En cambio, ‘naturaleza’ tiene una entidad filosófica y un trasfondo del imaginario cultural mucho más rico. ‘Medio ambiente’ no tiene fuerza, no tiene potencia; es solo un decorado que hay que mantener más o menos limpio, pero nada más”.
–¿Existe una misma matriz ideológica entre la dominación de la naturaleza y la dominación de las mujeres por el hombre?
–Hay elementos en común entre todas las formas de dominación. Uno de ellos es entender una diferencia como inferioridad; construir la desigualdad sobre la base de imágenes estereotipadas y reduccionistas del otro, de la otra.
”El sexismo, el racismo, el clasismo, así como el rechazo y la fobia contra las opciones sexuales divergentes, muy a menudo utilizan la “naturalización”. Allí hay un punto de contacto: se utiliza la naturalización para presentar algo como inferior y para establecer una jerarquía en la cual lo “normal” –que no es más que lo establecido– puede constituirse en una instancia legitimada y legitimante de todo lo que es la explotación y dominación”.
–¿Está a favor de que los seres no humanos tengan derechos? Quizá haya gente que sienta miedo de pensar que, al darles derechos a los animales, se desplace al ser humano como aquel que mantiene su dominio sobre la naturaleza.
–El ecofeminismo es un pensamiento contrario a todas las formas de dominación. En ese sentido, es un pensamiento utópico, no porque no se pueda cumplir, sino porque está proyectando una sociedad que todavía no ha existido. Toda sociedad necesita un horizonte moral, y este es un horizonte moral muy amplio.
”El dominio sobre los animales es muy salvaje, muy bárbaro en estos momentos. Quizá nunca en la historia haya habido un dominio tan feroz, que llega hasta el exterminio. Nuestras sociedades tienen dos caras. Una es la cara de las “mascotas”, que cuidamos, y luego está la cara de lo que son los animales para el consumo.
”El sufrimiento y la opresión jamás habían llegado a los extremos fabulosos de millones de individuos a los que se les arrebata totalmente la posibilidad de caminar, de estar en contacto con otros, ¡de ver el cielo, simplemente! Ese infierno que no vemos ni queremos ver, es una forma de opresión que necesariamente debemos denunciar.
”¿Qué significa entonces dar derechos a los animales? Por las características propias de los animales no humanos, solamente se les pueden dar ciertos derechos básicos. Por ejemplo, ¡no se les podría dar el derecho al voto!
”Cuando se habla de derechos, se trata de darles derecho a no ser torturados, derecho a no ser encarcelados de por vida. Son esos derechos básicos; no es otorgarles un estatuto humano. Miedo no creo que podamos tener a eso.
–Usted sostiene que existe una relación entre violencia contra los animales y violencia contra las mujeres…
–Empíricamente, tenemos datos que nos dicen que la violencia contra los animales está vinculada a la violencia contra los seres humanos. Una sociedad que no practicase sistemáticamente la violencia contra los animales, sería una sociedad menos violenta para con los seres humanos.
”No hablemos ya de la violencia contra las mujeres, que está muy estudiada en cuanto a su relación con la violencia inferida a los animales.
”Un aspecto muy interesante es que la historia del feminismo tiene una historia olvidada: la historia de las feministas que lucharon contra la crueldad inferida a los animales y que vincularon ambas luchas, particularmente en el siglo XIX. Es una historia que se está rescatando ahora”.
–¿En qué sentido el daño que le hace el ser humano a la naturaleza afecta de modo específico a las mujeres?
–En un primer nivel, nos afecta la salud porque somos más vulnerables a todos los agrotóxicos que se utilizan. Numerosos estudios prueban que las mujeres somos las primeras afectadas por el síndrome de hipersensibilidad química múltiple: las personas van desarrollando lo que los médicos primero creen que son simples alergias, pero que son una serie de reacciones del cuerpo a la acumulación de sustancias tóxicas. La mayor parte de los afectadas son las mujeres.
”Muchas veces, las mujeres que trabajan en la agricultura desarrollan enfermedades relacionadas con los agrotóxicos, pero estos casos ni siquiera son contabilizados. No se establece ningún tipo de relación porque, cuando fallecen, su actividad aparece como “sublabor” ya que se considera que simplemente han “ayudado” en el campo.
”La relación de causalidad se establece cada vez más entre el trabajo agrícola –o el trabajo en fábricas– y la aparición de enfermedades, pero, en el caso de las mujeres, como no aparecen ellas como trabajadoras de ese ramo, entonces ni siquiera se constatan sus afecciones.
”Por otro lado, está el problema de la pérdida de poder en determinados espacios del sur, cuando irrumpen los monocultivos y se pierden las economías de huerta. Esto lo ha trabajado mucho [la científica y filósofa ecofeminista india] Vandana Shiva.
”Ella ha denunciado que las mujeres y los niños son las primeras víctimas del mal desarrollo, de un desarrollo orientado al mercado y destructor de la biodiversidad, y con ello de la diversidad cultural también”.
–¿Qué plantea su propuesta de ecofeminismo crítico? ¿Cuáles son sus desafíos?
–El ecofeminismo crítico es un ecofeminismo “no esencialista”; es decir, considera que tanto mujeres como hombres somos naturaleza y somos cultura; no identifica a las mujeres como seres “más naturales” que los hombres –como lo ha hecho algún ecofeminismo–.
”El ecofeminismo crítico conserva el legado ilustrado de los derechos individuales, de los derechos a la autonomía de las mujeres y al control de su propio cuerpo.
”No hace una difusa exaltación de la “vida”, así, en general: lo que deberemos atender, justamente, son todos esos aspectos de la vida que normalmente no merecen ningún tipo de cuidado ni de protección”.
”Por otro lado, el ecofeminismo crítico es una aceptación prudente de la ciencia y de la tecnología; no es una “tecnolatría”, la creencia que la tecnología lo puede resolver todo.
No es así; tenemos muchos ejemplos, como el de Fukushima, que muestran hasta qué punto las situaciones pueden ser inesperadas y el control de los expertos está muy lejos de ser tan eficaz como imaginamos. Se trata de aplicar el principio de precaución, pero sistemático y real.
”Por otra parte, propongo una extensión de la ética del cuidado. Debemos enseñar a los varones la ética del cuidado, que durante tantos siglos fue patrimonio exclusivo de las mujeres; que desarrollen sensibilidad, empatía, lo que no corresponde exactamente al modelo que se suele exigir de los hombres –un modelo que establece una distancia emocional–. Se trata de proponer una ética del cuidado compartida y extendida más allá del mundo humano.
”Lo llamo ecofeminismo crítico porque es una crítica a los prejuicios. Retiene el legado ilustrado, pero lo revisa críticamente porque la modernidad tiene sus luces y sus sombras, tanto para las mujeres como para la naturaleza.
”La modernidad ha sido un gran proyecto de dominio de la naturaleza; en ese sentido, deberá corregirse y reformarse mucho