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PEQUEÑO HOMENAJE A FREDRIC JAMESON

Rafa Rodríguez

Fredric Jameson (Cleveland, 1934 – Carolina del Norte, 22 de septiembre de 2024) ha muerto a los 90 años de edad. Su ambicioso objetivo como investigador, durante su larga trayectoria intelectual, ha sido el de desarrollar “una hermenéutica marxista positiva” de la cultura. Junto con Raymond Williams (Gales, 1921 – Essex, 1988), han sido los granes teóricos de la cultura contemporánea.

 

Jameson ha estudiado e interpretado todos campos, desde la arquitectura y la pintura hasta la literatura y la música, insertándola en el contexto del capitalismo del último tercio del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, en el contexto de la globalización, donde se produce:

la expansión prodigiosa de lo cultural a lo largo de todo el dominio social, al punto que puede decirse que todo, en nuestra vida social (desde el valor económico y el poder estatal, hasta las prácticas y la misma estructura psíquica), se ha vuelto “cultural”[1].

 

A este protagonismo de la cultura y de la industria cultural en la fase del capitalismo globalizado lo denominó “postmodernismo”, inspirada y confirmada por el esquema tripartito de Mandel (realismo, el modernismo y posmodernismo). El postmodernismo representa la lógica cultural del capitalismo avanzado en el que “la producción estética actual se ha integrado en la producción de mercancías en general[2]. El marketing, la publicidad y la ubicuidad de los media capitalistas, estaban dominando de todas las áreas de la vida y la conciencia de la mayoría de la población.

 

El posmodernismo supone una reacción ante el modernismo que había sido asimilado por la cultura oficial de la sociedad occidental:

“la canonización e institucionalización académica del movimiento modernista en general, que puede fecharse al final de la década de los años cincuenta” “no solamente Picasso y Joyce han dejado de ser repugnante, sino que ahora los encontramos, en conjunto, bastante realistas[3].

 

La globalización había sometido la cultura a

la frenética urgencia económica de producir constantemente nuevas oleadas refrescantes de géneros de apariencia cada vez más novedosa (desde los vestidos hasta los aviones), con cifras de negocios siempre crecientes, asigna una posición y una función estructural cada vez más fundamental a la innovación y la experimentación estética. El reconocimiento de estas necesidades económicas se manifiesta en el apoyo institucional de todo tipo puesto a disposición del arte más nuevo[4].

 

Jameson caracterizó a la cultura posmoderna como “la expresión interna y superestructural de toda una nueva ola de dominación militar y económica norteamericana de dimensiones mundiales[5]. Considera que la primera y más evidente de sus características es “una nueva superficialidad”, un nuevo tipo de insipidez o falta de profundidad:

“quizás el supremo rasgo formal de todos los posmodernismos a los que tendremos ocasión de volver en numerosos contextos distintos. que se encuentra prolongada tanto en la «teoría» contemporánea como en toda una nueva cultura de la imagen o el simulacro”[6], conectada con “el ocaso de los afectos” sustituida por “la frivolidad suntuaria de este envoltorio decorativo final[7].

 

En la postmodernidad, los capitalistas globalizados ya no necesitan imponer un lenguaje común: “Unos amos sin rostro siguen produciendo las estrategias económicas que constriñen nuestras vidas, pero ya no necesitan (o son incapaces de) imponer su lenguaje[8], sino que buscan dividir y segmentar, imponiendo la incomunicación entre los diferentes grupos de una sociedad, a su vez, fragmentada.

 

Jameson afirma metafóricamente que las obras artísticas poseen un «inconsciente político» que “revelan vestigios de la historia colectiva, aunque parezcan narrar relatos de romance y destino personales[9].

 

Su obra más conocida, “Posmodernismo. La lógica cultural del capitalismo avanzado”, la comienza contraponiendo los “Zapatos de labriego” de Van Gogh, que representa unos zapatos de campesino que “está constituido por todo el mundo instrumental de la miseria agrícola, de la implacable pobreza rural, y por todo el entorno humano rudimentario de las fatigosas faenas campesinas: un mundo reducido a su estado más frágil, primitivo y margina[10]” frente a los “Diamond Dust Shoes” (zapatos de polvo de diamante) de Andy Warhol que ya no nos hablan, evidentemente, con la inmediatez del calzado de Van Gogh: “en realidad, casi me atrevería a decir que no nos hablan en absoluto[11].

 

Aunque era un pesimista que dijo la famosa frase “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo y el modo de vida que determina[12], que luego desarrollaría Mark Fisher (Leicester, 11 de julio de 1968-Felixstowe, 13 de enero de 2017) en su libro “Realismo capitalista: ¿No hay alternativa?”[13], cuya tesis principal era precisamente «la sensación generalizada de que no solo el capitalismo es el único sistema político y económico viable, sino también que ahora es imposible incluso imaginar una alternativa coherente a él», Fredric Jameson propuso un horizonte de transformación en donde el acto de pensar era otro recurso para “una travesía de esperanza”.

 

Recientemente Corine Pelluchon ha escrito precisamente sobre la importancia política de la esperanza y su diferencia con el optimismo:

enfrentarse a la posibilidad de que nuestra civilización se hunda es la oportunidad de cambio que abre un horizonte de esperanza. Esto requiere entender que la esperanza nada tiene que ver con el optimismo, que oculta la gravedad de la situación, y también se distingue de la expectativa, que expresa el deseo de ver cumplidos los anhelos personales. A diferencia de la negación, la esperanza implica poner a prueba lo negativo[14]

 

Jameson propone que, ante fragmentación y la incomunicación social que ha provocado la globalización, tenemos la necesidad de nuevos mapas cognitivos globales, tanto a escala social como espacial, que nos proporcionen un marco común, porque hay futuro que transformar.

 

Estos mapas cognitivos necesitan de un sujeto colectivo, de organizaciones de base abiertas, híbridas y mestizas, que vayan tejiendo unos referentes comunes, una lengua franca de la izquierda, más allá de las profundas diferencias que se han ido generando desde los pedazos que han surgidos de la segmentación social e ideológica durante el largo periodo del capitalismo globalizado, que ha utilizado tanto su herramienta política (neoliberalismo) como cultural (postmodernismo), que con tanto rigor ha analizado Jameson.

 

Mapas cognitivos para situar la política con arraigo y coordenadas en esta crisis de la globalización (la cuarta fase), dominada por nuevas oligarquías que han desistido de la democracia y están sumiendo al planeta en guerras de exterminios, destrucción ambiental y desigualdad extrema. Mapas cognitivos para recuperar la capacidad de concebir nuestra situación como sujetos individuales y colectivos y nuestras posibilidades de acción y de lucha.

 

Referencias

 

Fisher, Mark. Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? Caja negra. 2017.

 

Jameson, Fredric. Postmodernismo. La lógica cultural del capitalismo avanzado. Paidós. 1992

 

Jameson, Fredric. Las semillas del tiempo. Madrid. Trotta. 2000

 

Pelluchon, Corine. La esperanza o la travesía de lo imposible. NED. 2023.

 

Robson, Leo. Jameson después de la poscrítica. New left review 144, enero-febrero 2024.

 

NOTAS

[1] Jameson, Fredric. Posmodernismo. La lógica cultural del capitalismo avanzado. 2012, p. 91.

[2]  Idem, p. 17.

[3] Ídem, p.7.

[4] Ídem. p.7.

[5] Ídem. p. 7.

[6] Ídem, p.13.

[7] Ídem, p.14.

[8] Ídem, p.21.

[9] leo Robson. Jameson después de la poscrítica. new left review 144, enero-febrero 2024.

[10] Jameson, Fredric. Posmodernismo. La lógica cultural del capitalismo avanzado. 2012, p.10.

[11] Ídem, p. 12.

[12] Jameson, Fredric (2001[1994]). Las semillas del tiempo. Madrid: Trotta. 2011.

[13] Mark Fisher. Realismo capitalista: ¿No hay alternativa?. Caja negra. 2017.

[14] Corine Pelluchon. La esperanza o la travesía de lo imposible. NED. 2023.

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