Permítanme que me disculpe.
Soy mujer, tengo 35 años .
Debo pedir perdón por haber estudiado una carrera universitaria.
Debo pedir perdón porque durante años viví ajena a lo que era la discriminación, porque me trataron igual que a mis hermanos, o eso pensaba yo. Aunque era yo, quien ayudaba en las tareas de casa mientras mis hermanos iban a jugar al fútbol. Siempre quise jugar a fútbol pero fui a Gimnasia rítmica que era deporte de chicas.
Debo pedir perdón, porque seguramente encontraré trabajo a media jornada donde no desempeñaré la profesión para la que estudié.
Debo pedir perdón por querer pagar mis facturas y no dejar que mi amigo Alex me pague las copas en el Bar.
Pido perdón por hablar sin permiso de un hombre, cuando creo que llevo razón.
Pido perdón porque tendré que soportar chistes sobre mi talla de sujetador o lo que me favorece tal o cual vestido, en la oficina.
Pido perdón por cada vez que me pregunten si quiero y no puedo tener hijos o por qué no tengo pareja estable.
Pido perdón por querer ganar lo mismo que un hombre. Por querer tener los mismo derechos .
Pido perdón por reivindicar que no nos echen del trabajo por ser madres .
Pido perdón por dejar a mis hijos con un cuidador o cuidadora o mi familia para trabajar. Por recogerles tarde del comedor o no poder pasar la tarde en el parque con ellos.
Pido perdón por tener aspiraciones laborales.
Permítanme que pida perdón.
Ayer fui violada. Han hecho polvo mi vida, me duele el alma y tengo el corazón y el cuerpo desgarrados, pero pido perdón.
Habrá muchas voces que hoy me culpen de aquella brutal agresión. Que insistan en que el haberme puesto una camiseta con escote, una falda corta o haber bebido alcohol son motivos suficientes para dicho desenlace.
Habrá quién no condene este hecho, ni los asesinatos machistas que riegan a diario las estadísticas porque simplemente, lo merecían.
A todas esas personas solo les deseo que no sean ellas víctimas o no tengan a una hija, una hermana o una nieta que lo sea.
Que no las tengan que ver como yo me vi ayer, teniendo que gritar hasta quedarme afónica y dejarme las uñas, la piel, por tratar de defenderme, en medio de un lugar repleto de gente.
Que no sean insultadas, tocadas, manoseadas, agredidas por el simple hecho de ser mujer y estar en un lugar determinado. Mientras, hay hombres, en la misma situación, a los que no les ocurre nada.
Sólo les deseo que siendo hombres nunca sientan como las miradas lascivas y los comentarios sexistas se ciñen sobre su figura al caminar por una calle estrecha. Que no tengan que acelerar el paso o cambiar de acera al ver que se le acerca un hombre de madrugada por una calle desierta.
Que no sientan como se les juzga por tener determinada conducta o como no se le permite ni siquiera decidir, sobre si quieren o no sexo.
Que no sientan como siendo víctimas son tratados como agresores, como se les cuestiona la veracidad de sus denuncias o si han ido provocando.
Solo deseo que no haya ni una más. Porque cada vez que una de nosotras sufre una agresión, una discriminación o un acto de violencia machista perdemos todas. La sociedad pierde. El futuro se ennegrece y la esperanza se apaga.
PILAR PRAENA, publicado inicialmente en su blog el pasado 11 de julio de 2016