08/07/2011.La tentación de buscar y de encontrar formulas simples y sencillas de reducción de la complejidad social, es propia de la economía cognitiva que tan útil ha s:ido en la historia de nuestra especie. Pero la fascinación hacia este tipo de formulas por el hecho exclusivo de ser simples y sencillas, independiente de su eficacia, es una pendiente por donde circulan todo tipo de errores. La “reductio ab unum” es una de las famosas “trampas de la mente”, tan bien conocidas como manejadas por las técnicas de manipulación política.
El centralismo ha usado y abusado de este tipo de “trampas” para identificar determinados valores como la eficacia, la justicia, o la igualdad con la centralización política uniformizadota. La última versión de esta trampa es la asociación entre centralismo y sostenibilidad. El mantra ecocentralista (lo de “eco” entiéndase como sinónimo de efecto acústico iterativo no como de ecologista) repite que los recursos naturales están mejor conservados cuanto más lejos está el centro de decisión del lugar o recurso en cuestión. Tal infundamentada opinión se ha convertido en jurisprudencia constitucional en la sentencia del TC sobre la gestión del río Guadalquivir. Muchas gentes, cagadas de buenas intenciones, ha respaldado este mantra victimas propiciatorias de la “trampa mental” del simplismo.
Pero, como casi siempre, las cosas no son tan simples y menos aún cuando de la relación entre sociedad y naturaleza se trata. La realidad ha tardado muy poco en demostrar la falsedad de estas trampas. El territorio elegido por la compleja realidad para desmotar el mantra ecocentralista, no puede ser mas simbólico, la “joya de la corona” de los espacios naturales protegidos: Doñana. Sobre el fabuloso parque se ciernen múltiples amenazas pero dos de las más recientes y robustas son: la construcción de un oleoducto que vendría desde Extremadura hasta las costas de Huelva, y el dragado del río Guadalquivir hasta Sevilla.
En ambas amenazas la actitud del Patronato del parque, de la Estación biológica, de las organizaciones y pueblos marismeños y arroceros, e incluso de la consejería de medio ambiente (en especial en lo tocante al oleoducto) ha sido de críticas y de rechazo de estas obras. Pues bien quien está imponiendo a “sangre y fuego” estas actuaciones (oleoducto y dragado) es el Ministerio de Medio Ambiente en Madrid. Si la capacidad de decisión fuera exclusivamente de este, el dragado y el oleoducto estarían ya en marcha. Bien es cierto que esto ejemplos no serían necesarios si se hubiera repasado críticamente la nefasta gestión de las confederación hidrográficas a lo largo de toda su historia a pesar de ser totalmente dependientes del Estado central.
Se podrá alegar contra estas consideraciones que un organismo autonómico, cual es la Junta de Obras del Puerto de Sevilla, es el responsable principal del dragado o que en tiempos de Cristina Narbona el ministerio puso todo tipo de objeciones al dragado. Ambos datos son absolutamente ciertos pero no afectan en nada al argumento central contra el ecocentralismo: la gestión sostenible no depende en si misma de la cercanía o lejanía de los centros de decisión sino del diseño institucional en que se inserten. Por tanto la afirmación “sensu contrario”, la ecolocalista, también sería errónea: la gestión sostenible es mejor cuanto mas próximo está el centro de decisión. Pero que sendas posiciones sean erróneas en su sentido fuerte no implica que sean igualmente erróneas. Pues si bien la proximidad entre recursos y centros de decisión no garantiza la sostenibilidad, ejemplos hay miles, no es menos cierto que sin identificación entre centros de decisión y territorio cualquier proyecto de sostenibilidad es, a medio y largo plazo, una quimera. Poodemos decir que la centralización no es una condición ni necesaria ni suficiente para la gestión sostenible de un recurso o un territorio.Por el contrarioque la proximidad no en si misma una condición suficiente pero si es una condición necesaria para cualquier gobierno ecológicamente sostenible de los recusos naturales.
También la Junta de Andalucía lleva años “imponiendo a “sangre y fuego”” traslocaciones de linces que viven en libertad en Sierra Morena a Doñana, arrastrándolos a habitar en Huelva en un espacio cerrado, el Coto de Doñana, rodeado de una población como Matalascañas, carreteras, actividades agrícolas, etc., persistiendo en el traslado de animales jóvenes y sanos desde Sierra Morena, la única población viable conocida de lince ibérico en el mundo, a Doñana donde la situación de la especie es crítica, con altos grados de consanguinidad, y reponiéndolos cuando mueren cual mercancías en las estanterías de un supermercado. Recordemos, entre otros de estos linces a Caribú que, en noviembre de 2008, fue soltado por la consejera de Medio Ambiente en Doñana -después de su traslado desde Sierra Morena donde vivía en libertad- en un multitudinario acto donde abrió la jaula rodeada de cámaras e invitados. Que tras numerosos intentos de huída de Doñana, terminó muriendo ¿No se puede considerar esta política, entre otros aspectos, como ecocentralismo, pero en este caso autonómico andaluz?