Francisco Garrido. Puigdemont se ha marchado a Bruselas para huir de la prisión. Junqueras ,sabiendo lo mismo que sabía Puigdemont y habiéndolo podio acompañar , no lo hizo y está en la cárcel. ¿Es Junqueras un hombre valiente y Puigdemont un cobarde? Los tertulianos tóxicos de Madrid y provincias, han llegado a la segunda conclusión, Puigdemont cobarde, pero no a la primera, Junqueras valiente; ellos son así, cualquier afinidad con la lógica les repele , son propagandistas del odio y la verdad les estorba. Pero lo cierto, por qué así lo indican los hechos, es que tanto Puigdemont como Junqueras están siguiendo una misma y coordinada estrategia política. Una estrategia tan legítima como inteligente que tiene como con objetivo visualizar ante la opinión pública española y , básicamente, europea, lo injusto e ilegitimo de la represión sobre el soberanismo catalán por parte del estado español.
En esto están siguiendo al milímetro las instrucciones de cualquier manual de desobediencia civil. Primero, no ofrecer resistencia ante la represión/ sanción.Segundo, la actitud ha de ser en todo momento pacífica.Tercero, hacer ver por medio de la sanción lo injusto de la norma. Y Cuarto, el objetivo es modificar democráticamente, por eso concurrirán a las ilegítimas elecciones del 21 diciembre, las normas que le impiden el ejercicio al derecho a decidir democráticamente el futuro de Cataluña.
Alguien podrá objetar que Puigmdemont ha huido y por tanto ha incumplido uno de los preceptos de la desobediencia civil. Pero Puigdemont no está escondido, está en Bruselas que es territorio europeo, perfectamente localizable y disponible para que la justicia belga pueda tomarle declaración. No hay sustracción a la acción de la justicia sino la búsqueda de que otra justicia, a priori más imparcial, revise las demandas de detención de la justicia española.Y de esta forma visualizar la veracidad de una de las motivaciones centrales de la desobediencia (la parcialidad y politización de los tribuales de excepción españoles). Al contrario del fugitivo que busca nada de justicia, Puigdemont , como todo desobediente busca en Bruselas más justicia.
Nada más lejos pues del “golpismo” que las hienas mediáticas de Madrid y el tándem de Lamela y Maza quieren hacernos ver. Los actos de desobediencia civil, como mucho de los vistos en estos días en Cataluña, no persiguen ningún efecto jurídico, ni fáctico sino meramente deliberativo. Por eso no ha habido DUI y el mismo referéndum del 1-O no es un acto de decisión sino de expresión de voluntad popular y de verificación pública de la imposibilidad ilegítima de que esta voluntad se exprese libremente en el actual marco normativo. Los catalanes y las catalanas no fueran convocados a decidir sobre la independencia de Cataluña sino a la movilizarse contra la injusta y antidemocrática prohibición del derecho a decidir. Nunca la diligencia soberanista ha pensado que de este proceso iba a salir directamente una Cataluña independiente pero si que este proceso podría ayudar a deshacer el “·estado de cosas” (régimen del 78) que impiden que Cataluña sea independiente.
Para el gran constitucionalista alemán Heberle los movimientos sociales son una especiae de amicus curiae del Tribual Constitucional, forman parte de la comunidad hermenéutica constitucional y son pues legítimos interpretadores de la constitución abierta. Los actos ilícitos de la desobediencia civil, como actos deliberativos que detectan las fallas de ilegitimidad de la constitución, pertenecen al acerbo de la constitucional cultural. En el caso de la desobediencia civil catalana el conflicto tiene una magnitud enorme puesto que la desobediencia afecta a piedras angulares de la constitución de 1978 (soberanía nacional, monarquía, territorios, división de poderes, igualdad ante la ley…). Por eso la reacción del Estado ha sido tan antijurídica aunque , por el mismo motivo, haya sido camuflada como una respuesta judicial y no como una reacción política, que es de lo que realmente se trata.
No, no hay un cobarde y un valiente. Junqueras muestra en la celda de la prisión madrileña , lo que Puigdemon denuncia en los salones de Bruselas. Convencidos como están, y no les falta razón, de que en el marco legal y político español sus legítimas aspiraciones no tienen posibilidad alguna de prosperar, optan por la desobediencia y por la internacionalización del conflicto. Saben que mientras el régimen del 78 siga, Cataluña no podrá decidir. El auto de Lamela, los delirios inquisitoriales de Maza, no hacen sino confirmar esta sospecha: la verdadera causa de la persecución es ser independentista y querer decidir. Y aunque en la retórica nacionalista española de Lamela y Maza parece pesar más el secesionismo , todos podemos ver que lo que realmente les repugna es la democracia.
De acuerdo en todo y añadiría que «la verdadera causa de la persecución es ser independentista ( o no,como es mi caso,pero quiero que mi pueblo ,el catalán ,decida) y querer decidir»