Antonio Aguilera / Nadie sabe como ha sido pero la primavera ha llegado. La etapa más festiva y alegre del año se abre paso tras las nubes, el sol comienza a picar. Por todos los rincones se abren las flores y en cada pueblo, en cada barrio, en cada casa se prepara algún motivo de fiesta.
La primavera llega cargada de símbolos, de olores, de sabores, de colores. Uno quizá de los más emblemáticos es el azahar, esa flor blanca del naranjo que impregna el ambiente por miles de rincones de Andalucía. La ciudad de Sevilla se convierte, una vez más, en emblema de ese paisaje oloroso.
Las abundantes y recientes lluvias dotan a los naranjos de fuerza, y es presumible que en apenas dos días de sol, la copa de los naranjos se vista de un manto blanco que hará las delicias de propios y extraños.
Además de tanto ambiente lírico, conviene recordar que tras el azahar viene la naranja. Efectivamente, tras la flor, viene el fruto. Lo que ocurre es que la mayor parte de los naranjos que pueblan las ciudades, y en concreto la ciudad de Sevilla son naranjos amargos, no nos gusta su sabor, al menos tal como la cogemos del árbol, y no las valoramos tanto, por eso es habitual verlas en los árboles o incluso esparcidas por el suelo tras un día de lluvia.
Cada año, el ayuntamiento de Sevilla, mediante contrato público asigna a una empresa privada la recogida y retirada de las toneladas de naranjas que dan los árboles que pueden verse en las aceras. En Sevilla, en sus once distritos hay más de 40.000 naranjos, y la producción de los mismos es de casi 1.000 toneladas anuales.
Conviene detenerse un minuto en conocer el proceso y destino que tiene toda esa ingente cantidad de fruta. La mayor parte es triturada, molida y enviada en forma de pulpa, en bidones de 200 kilos al exterior, mucha de ella viaja hasta Inglaterra. Allí, esta pulpa es muy apreciada pues con ella se hace la mermelada de naranja amarga y numerosos pasteles y confituras.
La mermelada de naranja amarga inglesa tiene fama mundial y se encuentra en los más exquisitos hogares, restaurantes y hoteles. Agasajar a los invitados con un variado de pastas inglesas es un exquisito y tradicional detalle de las más refinadas casas sevillanas. En estos días, puede abrirse la ventana y degustar esas pastas con el olor a azahar que llega desde la calle.
Las naranjas amargas que crecen en Sevilla son vendidas a granel, por toneladas a un precio irrisorio, casi anecdótico a unos listos que se dedican a manipularlas, elaborarlas para a continuación meterlas en botes muy pequeñitos que nos venden a precios astronómicos.
No es baladí fijarse en este ejemplo del que en realidad somos expertos en Andalucía, donde nos dedicamos a hacer grandes y valorados productos pero a los que no conseguimos extraerles el valor añadido que llevan consigo y son otros los que lo hacen. Nos sobran ejemplos en el ámbito de las frutas, las hortalizas, el aceite, la miel, la carne, o también en el ámbito de las industrias manufactureras.
Disfrutar de la primavera y el azahar, por supuesto, es un placer. Trabajar en mecanismos que generen valor añadido en nuestra tierra, también, resulta necesario, prioritario, urgente.