Raúl Solís | Las calles de Barcelona han hablado con claridad: los catalanes se sienten incómodos dentro del actual modelo de Estado. Una desafección con España que pudo ser evitada de haberse respetado el Estatuto de Autonomía de Cataluña que, tras adaptarse a la Constitución en el trámite parlamentario del Congreso de los Diputados, el pueblo catalán apoyó en referéndum el 18 de junio de 2006. La derecha española, más preocupada entonces en contentar a sus bases y en situar a Zapatero como enemigo de España y amigo de ETA, prefirió hacer de la catalanofobia su campo de batalla.
El PP erró en lo político aunque ganó en lo electoral. A veces, demasiadas, una decisión política pensada exclusivamente en clave electoral se convierte en un error político mayúsculo. Probablemente, a Mariano Rajoy ahora le gustaría retrotraer el tiempo para evitar el órdago que le han lanzado esta tarde más de dos millones de catalanes que quieren ser un “nuevo Estado de Europa” si el Gobierno central no acepta un pacto fiscal para Cataluña. El pueblo catalán ha salido a demandar y el Ejecutivo del Estado tiene que responder: pacto fiscal o independencia.
Se tome el carril que se tome, la bifurcación cambiará el destino del viaje de manera inexorable. La independencia significaría un conflicto político difícil de predecir y el pacto fiscal no es más que la cesión del Estado a Cataluña de autonomía recaudatoria de los impuestos devengados en Cataluña. Excluyendo los impuestos que se destinan directamente a Bruselas (tasas aduaneras) y formulando un modelo que evite la duplicidad en el cobro de tributos. Parece lógico, para la mayoría de los partidos políticos catalanes, que si las comunidades autónomas tienen que decidir sobre el gasto de los servicios más costosos (Sanidad, Educación o Dependencia), tengan también la posibilidad de obtener recursos para afrontar esos gastos.
El pacto fiscal catalán, por su parte, restaría al Estado español el 18,6% del PIB español: el peso de la economía catalana en el conjunto del Estado. Unido al 8% del PIB que suman País Vasco y Navarra, comunidades que ya gozan de sus respectivos pactos fiscales, supondría para el Gobierno central la pérdida del control fiscal sobre el 30% de PIB español. Los contrarios a que Cataluña tenga un pacto fiscal, aluden que de este modo sería imposible controlar el rating y el control del déficit. Pero a Artus Mas, presidente del Gobierno catalán, este argumento tampoco le convence.
La apuesta que el Gobierno catalán ha lanzado al Ejecutivo central podría tener otros campos de juego y jugadores que siempre aparecen cuando nadie los espera. Si Cataluña consigue negociar el pacto fiscal que reclama, más los cupos vasco y navarro ya existentes, podría ser visto en Andalucía como el rediseño territorial que la derecha centralista y los nacionalismos vasco y catalán no pudieron poner en pie durante la Transición democrática. El 4 de diciembre de 1977, Andalucía cambió el modelo autonómico de “zurrapa para la mayoría” por el “café para todos” y no sería descartable que los andaluces, haciendo valer su peso poblacional y hecho diferencial, se levanten en contra del federalismo asimétrico y reivindiquen un verdadero y solidario Estado federal.
Si Andalucía reclamara también la autonomía fiscal, ¿y ahora qué?, ¿seguiría el PP posponiendo el cierre del diseño territorial del Estado?, ¿estaría preparado el PSOE para levantar sus cartas federalistas o seguirá jugando a la ambigüedad federalismo-centralismo?, ¿habría en Andalucía un andalucismo federalista capaz de liderar las demandas del pueblo andaluz?
Para Rajoy «ahora no toca el lío, la disputa y la polémica» pero fue él mismo quien comenzó este lío al recurrir el Estatuto de Cataluña y usar la catalanofobia para agradar al extremismo españolista de las filas del PP después del naufragio electoral de los conservadores en 2004. El actual presidente del Gobierno de España hizo más caso a los medios de comunicación de la TDT party que a la sensatez que se le presupone a un estadista que está ahora llamado a repartir las cartas para que empiece el juego.
Los catalanes no parecen estar dispuestos a secundar la estrategia de resolución de conflictos por aburrimiento, que tan buenos resultado ha dado a Rajoy para llegar a Moncloa o sofocar problemas internos en su partido. Al contrario, al pueblo catalán le urge clarificar en qué condiciones y qué precio tiene que pagar para convivir bajo el paraguas del Estado español.
Por su parte y no menos importante, el PSOE está obligado a sacar del armario su modelo de Estado federal y Andalucía tiene que estar pendiente para que mayor autonomía fiscal no signifique menos solidaridad. Tampoco podemos olvidar que dentro de poco más de un mes, el nacionalismo vasco puede ocupar el 70 por ciento del hemiciclo del Parlamento de Vitoria. A España le ha llegado su hora. Y ahora, ¿qué hacemos con España: Estado federal o desintegración? La pelota está en las manos de quien la lanzó al tejado del Tribunal Constitucional.
Tiene gracia eso de pretender que Andalucía vigile que pase lo que pase con Cataluña se garantice la solidaridad, si lo que no quiere Cataluña es precisamente seguir contribuyendo a ella y lo del estatut fue una trampa, sabían que era inconstitucional y que el PP iba a picar y así dar el pretexto para todo lo que ha venido después. Respecto al estado federal, ningún independentista vasco ni catalán lo quieren, eso solo es una palabra, hay estados federales con menos competencias que Cataluña y pocos tienen más que Esuscadi.
Desde luego las cosas hay que dejarlas claras cuanto antes, pues de ello depende si el resto de los españoles gastamos un dineral en el corredor mediterráneo hasta la Junquera o lo desviamos desde Valencia hacia Aragón y Francia, si seguimos invirtiendo en el puerto de Barcelona o lo hacemos en el de Valencia y en el de Algeciras. Lo cierto es que para permitir que catalanes y vascos hagan lo que les de la gana, el resto tenemos que prepararnos para ello.
mejor la confederacion que cada pueblo conquiste la cota de autogobierno que quiera. si unos quieren más y otros menos, no debería ser un problema. Saludos cordiales
pues nada,se esta como se esta.ayer solo se manifestaron una minoria,no todos los que vivimos aqui.si aun hubieran asistido 4 millones de personas,pues no diria que si,per osolo por menos de un millon,para que cambiarlo.ademas,cataluña si se independiza se quedaria fuera de europa y con la deuda que tiene seria como cualquier nacion de africa del centro
Desintegración ontrolada. Pa federalismo ya tenemos a Europa o es que vamos a crear estados independientes pero federados dentro de la confederación europea. A eso le llamaría yo rizar el rizo.
El confederalismo sería malo por el simple hecho de que en Andalucía ni siquiera los andalucistas se atreven a postular fórmulas así. A veces me pregunto qué es lo que busca el andalucismo, además de un vago discurso autocomplaciente, esencialista y, en ocasiones, esotérico, que versa sobre una nación (cuando se atreven a llamarla así) que no quiere ejercer como tal ni quiere alterar la estructura territorial del Estado, por no hablar de sus tibias propuestas sociales. Véase, sin ir más lejos, el último artículo de Antonio Manuel publicado en esta misma web, donde hace una disertación seudopoética sobre las bondades de la autonomía frente a un concepto de soberanía tocado de puntillas inexplicablemente.
¿Es acaso éste el universalismo de Blas Infante? Como es sabido, Infante quiso innovar el panorama institucional político-jurídico hasta conseguir una Unión confederal de los pueblos ibéricos. De eso apenas quedan dos citas para los andalucistas actuales.
Está el Federalismo, apuesta por la que me me decanto y el Confederalismo, es decir la «asimetria» de un Pais vasco y Cataluña con concierto económico propio o Pacto Fiscal. Eso sí estamos hablando desde el resto del estado español en mantener de momento a estas dos nacionalidades integradas en España, cosa harto dificil, pues la apuesta soberanista plena en Euskadi y Catalunya va en aumento social y político. Es una demanda creciente y en gran parte auspiciada por la ceguera del nacionalismo español, con el PP a la cabeza como muy bien expresas en tú artículo.
El problema es ese, que la derecha española no cree para nada en el Federalismo. No hay mas que considerar la deriva de Esperanza Aguirre y Mª D. de Cospedal, intentado a todas luces recortar las competencias de las Autonomías reduciendolas poco menos que a una mera descentralización. Y la Izquierda, el PSOE particularmente, es debil en su discurso Federalista pues lo limita a un «desideratum» inconcreto, ya que ni tan siquiera plantea reformas constitucionales que lo posibiliten. Y la otra izquierda, IU, mantiene una cierta ambiguedad ya que defiende el modelo Federal para el Estado español, pero a su vez acepta la capacidad de decisión, de soberanía propia de Catalunya y Euskadi si asi lo desean y lo expresan sus ciudadanos.
En esas circustancias y sumando la crisis económica gravisima por la que estamos atravesando el País entero, que retrae buena parte de todos los esfuerzo de confrontación y de alternativas para salir de ella, -con poco exito todavía por cierto-, plantear el debate, incuestionablemente necesario, del pacto fiscal, o el soberanismo catalán refrendado en la masiva manifestación de ayer, parece más un deseo que una posibilidad real de afrontarlo. Y sin embargo hay que hacerlo, es inaplazable y Andalucía tiene mucho que decir al respecto.
Desintegración.Es absurdo el federalismo cuando la mayoria de los españoles no lo aceptan,no aceptan las diferencias ni nada que se aleje de su vision castellanocentrica.Es un hecho objetivo y seguir insistiendo por ese camino me parece un engaño e imagino que los catalanes y vascos que estan hasta el gorro no van a picar el anzuelo.Y esta bien eso de pedir un federalismo en el PSOE.Que venga el poli bueno a salvar con mano izquierda la integridad del estado.Poli bueno,poli malo.El PSOE dudo que sea capaz de volver a traicionar y engañar a los españoles como hicieron desde la transición.Bueno,a los españoles que no sean unos anlfabetos funcionales…