Antonio Turiel.19/07/2011.Queridos lectores.
Después de esta mini-serie sobre “Por qué los X no entienden el Oil Crash” (donde X ha sido de momento igual a economistas – y su problema para entender el concepto de TRE -, ciudadanos, políticos, científicos y, de diferente manera, las mujeres) llega el momento de ponerse a hacer algo concreto: hemos diagnosticado el problema, ahora debemos ver qué podemos hacer de manera práctica para intentar revertir la situación sobre este aspecto fundamental. Porque, al final, el problema del Oil Crash no es de escasez de materiales, sino que es un problema social. Y como problema social se le ha de dar una solución antes social que técnica. De ahí la importancia del uso de la palabra, una vez concluida la fase de análisis técnico.
Dejemos claro primero que se sobreentiende que se ha pasado la primera barrera: la de explicar el problema. Como se ha dicho en la serie posts anterior, el mayor problema sigue siendo la ignorancia, para lo cual es importante implicarse en la tarea de la concienciación a gran escala de la sociedad. Como explicaba hace unos días en el Forat de la Vergonya en Barcelona, todos tenemos un deber ineludible de hacer comprender a la sociedad lo falso de sus expectativas (e.g. que el crecimiento futuro nos salvará, cosa que ya sabemos que es imposible) y que, peor aún, persistir neciamente en esa vía nos podría precipitar hacia el peor escenario posible. Sin embargo, hacer conocer el problema es sólo la mitad del asunto: enseguida se dispararán en nuestro interlocutor los mecanismos de negación que analizamos en la serie arriba mencionada y, aunque dejemos el poso de la duda en su interior, si queremos ser efectivos (sobre todo por el temor a que las cosas puedan ir muy rápidas por culpa de los efectos no lineales) debemos estar preparados para desactivar al menos los tópicos más comunes en el discurso de negación; incluso, si somos un poco astutos, podemos tender trampas dialécticas efectivas para acelerar el proceso, confrontando al interlocutor con las contradicciones lógicas de su discurso. En lo que sigue daré algunos consejos totalmente personales que pueden ser útiles en este laborioso proceso; aporten Vds. su experiencia y completen y complementen este recetario.
– No hagas apuestas ni previsiones: Una de las cosas que más suele perder a los peakoilers es que, en su afán de acabar con esta agonía de no terminar la vida actual y empezar la nueva nos creemos a veces que las cosas irán más rápidamente o más linealmente de lo que probablemente lo harán. Es imposible predecir la evolución de los precios, materia sobre el que uno suele picar y apostar, por ejemplo: “Ya verás como en 2013 el petróleo está a 500$ el barril”. La economía difícilmente puede soportar esos precios y hasta que el sistema no sea tan disfuncional que el petróleo sea una materia de lujo lo normal será la alta volatilidad, con subidas paulatinas y duraderas sobre períodos de meses (pero con importantes variaciones arriba y abajo si se mira la serie en períodos de semanas), y que culminan en bajadas bruscas cuando la demanda se contrae más de la cuenta y el precio baja. Fue lo que pasó en 2008 y lo que seguramente acabará pasando en 2011. Pero hay mil factores imponderables: un gran país puede sufrir un gran accidente (vean Japón con Fukushima) y los otros aprovechar los despojos; otro puede necesitar aumentar su consumo de petróleo (por ejemplo China), la recesión puede agudizarse de repente en un gran consumidor (China de nuevo) o un país productor puede colapsar (Libia), o mil otras cosas que ahora no imaginamos. Perder la apuesta no tiene importancia, lo grave es perder credibilidad, sobre todo teniendo que transmitir un mensaje de tanta importancia. Es mucho mejor hablar de tendencias, de riesgos objetivos, y explicar los eventos pasados en clave petróleo, qué efecto tuvo en lo que ya se vivió, pero sin exagerar.
– La escasez de petróleo (y de la energía) no es la causa de todos los males del mundo: Ya dicen que cuando naces martillo crees que todas las cosas son clavos. El problema de la crisis energética tiene un alcance más profundo del que se le concede en el debate público (a mi me alarma cuando en las charlas alguien dice – y siempre pasa – “cuando venga la crisis energética…”, como si no estuviéramos ya en ella). Sin embargo, no es el origen de todos los problemas, inestabilidad e injusticias de este mundo. Incluso en problemas donde tiene una gran influencia (por ejemplo, en la subida del precio de los alimentos y los problemas que está trayendo) hay otros factores que también influyen y mucho (en el caso de los alimentos, la presión especulativa sobre las materias primas -petróleo incluido- aventada por las medidas de alivio cuantitativo de los EE.UU.). Llevado al paroxismo, uno acaba viendo el espectro de la energía hasta en las malas cosechas de trigo de Rusia, y no es que no tenga absolutamente nada que ver (las fuentes de energía están por todas partes, se utilizan en todas las actividades humanas) pero en algunos casos se exagera su importancia como factor causal. Esto también hace perder credibilidad, porque uno acaba pareciendo un fanático obsesionado, monotemático y paranoico.
– No ser demasiado “antisistema”: Vale, de acuerdo, todos sabemos que nuestros sistemas económico y financiero no funcionan, pero, ¿podemos esperar que la gente acepte de buenas a primeras tirar por la ventana algo tan comúnmente aceptado y que, según se insiste en los medios de comunicación, “funciona tan bien”? Aunque la consecuencia lógica de la escasez de la energía (y de materias primas en general) es la necesidad de reformular los postulados económicos, y en particular el de la búsqueda del crecimiento exponencial (ese tanto por ciento del PIB que hay que crecer cada año) no se puede esperar que la gente lo acepte de repente, entre otras cosas porque supone un mazazo a sus expectativas de una vida más cómoda y con más bienes materiales. Es una mejor estrategia hacer una exposición simple y razonada de los hechos y dejar que la gente los madure. A algunos les costará más porque tienen los prejuicios más instalados, pero justamente con éstos no merece la pena insistir demasiado, so pena de que se atrincheren en sus ideas preconcebidas y que lleguen a la convicción de que les queremos engañar o pervertir.
– No hacerse pesado: Aunque nos obsesione el tema, evidentemente hablando todo el rato de Peak Oil no se liga mucho, y tampoco es fácil conseguir relaciones de amistad. Hay que vencer muchas resistencias y prejuicios, y el bombardeo propagandístico de la publicidad dificulta la comprensión del problema. Dejemos a la gente madurar los datos y simplemente estemos al quite para ayudarles a ir dando los pasos necesarios en su razonamiento lógico.
– No ser catastrofista: Aunque uno esté convencido de que esto va a acabar muy mal, en el fondo ninguno de nosotros lo sabe. Yo siempre digo que si nos diera un ataque masivo de sentido común podríamos encarar un futuro mucho mejor que el que ahora se perfila. Eso demuestra que el problema es fundamentalmente societario, y si uno hace el esfuerzo de salir a hablar es importante evitar que la gente se deprima y caiga en la inacción; “total, como no se puede hacer nada mejor nos dedicamos a vivir bien mientras esto dure”. Pues no. Hay que hacer entender que si todo el mundo lo comprendiera la cosa se podría revertir.
– No ofrecer soluciones simples: No hay soluciones simples a un problema tan complejo, y aunque cada uno tiene sus filias y fobias en cuanto a las posibles fuentes de energía de futuro, la forma de encarar las dificultades y cómo se debe organizar la sociedad, no se puede poner en pie de igualdad estas opiniones con los hechos objetivos que nos indican el estado de agotamiento de los recursos, del declive de la producción de materias primas. No hacer esta distinción nos dará una imagen de sectarios, de tener una agenda oculta que queremos imponer usando un problema societario como palanca, y al final hasta nuestro diagnóstico del problema será puesto en cuestión bajo la sospecha de que lo hemos exagerado en nuestro provecho. Es cierto que la gente te suele pedir soluciones, e incluso tu plan para salir del atolladoro, en parte porque vivimos en una sociedad de niños que esperan que un padre le solucione la vida en vez de encarar los problemas como adultos y asumir personalmente la responsabilidad de cuidar de la propia vida y hacienda; delante de estas personas no ofrecer ninguna respuesta te puede hacer perder credibilidad. Así que uno se tiene que mover por el filo de una navaja, hablando de algunas iniciativas (red del decrecimiento, Transition Towns, re-ruralización,…) y técnicas (permacultura, Green Wizards,…) y al tiempo incidir en políticas que serán útiles (promover la eficiencia y el ahorro, reconcebir el sistema productivo, discutir abiertamente el problema insoluble de la deuda) pero intentando mantener una visión ecuánime y desapasionada sobre esos asuntos, como si uno simplemente hiciese una fría contabilidad de lo que hay. Encontrar el punto justo es complicado: demasiado pasional y uno será tomado por un sectario; demasiado frío y el problema se verá como una complicación técnica que no implica personalmente y debe ser resuelto por una instancia política; demasiado drástico y la gente se deprimirá y caerá en la inacción, convencida de que cualquier cosa que hagan no sirve de nada; demasiado optimista y la gente no hará nada esperando que quien lo tiene previsto resuelva el problema. Practicando uno acaba encontrando algo parecido a ese punto medio.
1.- Hablando con economistas: (sensu lato: entiéndase empresarios, gestores, inversores, …)
– Hacer entender que el precio no es la variable relevante en el largo plazo: Siempre se repite que de acuerdo con la ley de la oferta y la demanda se fija el precio a un nivel adecuado, lo cual es lógico en un mercado eficiente (ya que si hay un comprador dispuesto a pagar lo suficiente habrá un vendedor e intermediarios para traerle el producto). Sin embargo estamos observando que hay crecientes ineficiencias en el mercado del petróleo, agravadas por la guerra en Libia y la incapacidad de reponer esos 1,5 Mb/d que el país norteafricano ponía a la venta, y que han obligado a medidas extraordinarias como las que estableció el Gobierno español en Febrero -ahora retiradas de manera oportunista- y la liberación de las reservas estratégicas de la Agencia Internacional de la Energía. Se debe sacar estas cuestiones a colación en las discusiones sobre el precio. También, se debe explicar que, justamente por los mecanismos de destrucción progresiva de la demanda que es bien constado, la evolución del precio del petróleo sera muy volátil en el corto plazo (bajadas y subidas continuas de unos cuantos dólares en el plazo de días) y también en el medio plazo (picos de precios cada ciertos años, alternados con bajadas bruscas de precios, como ya discutimos hace tiempo aquí). Sobre todo hay que hacer entender que el paradigma que ha explicado la evolución económica durante el último siglo y medio ya no es válido, o como mínimo sembrar dudas sobre su validez plena.
– No hay que mirar las reservas, hay que mirar la producción: Ya comentamos en su día sobre la falacia Q/P. Los economistas tienden a pensar que si hay suficientes reservas (no les tomen por idiotas, seguramente entienden la diferencia entre reservas y recursos) de petróleo entonces el problema es exclusivamente un problema de inversión. Dificulta romper esta percepción las continuas noticias en prensa especializada que hablan del descubrimiento de nuevos yacimientos en lugares cada vez de más difícil extracción, los grandilocuentes anuncios sobre las perspectivas de explotación futura de las arenas bituminosas del Canadá y los petróleos extra-pesados de la Faja del Orinoco, o los enfáticos anuncios sobre la revolución del petróleo de pizarra, de los líquidos del gas natural o el futuro de algunos biocombustibles. Delante de esto, la mejor manera de desengañar al incauto es mostrarle las hemerotecas (mejor, pedir que las consulte él) y que mire cuáles eran hace cinco años las perspectivas de crecimiento de la producción de las arenas bituminosas para este año, por ejemplo; o cuánto tiempo se lleva diciendo que el shale oil y el oil shale (que, de manera divertida, no es una y la misma cosa) son la gran fuente futura de petróleo dado la gran magnitud de sus reservas, a pesar de más de 40 años de experimentación infructuosa, no por incapacidad técnica sino por la imposibilidad de hacerlo económicamente viable, o cuáles son las enormes dificultades a las que tiene que hacer frente la plataforma Hibernia en frente de las costas de Terranova, etc.
– Hay que fijarse en la TRE: El concepto de Tasa de Retorno Energético es desconocido para la mayoría de los economistas, a pesar de ser fundamental en su trabajo, donde muchas decisiones estratégicas deberían depender de un correcto análisis de la TRE. Los economistas se fijan en el retorno de la inversión (ROI), en los aspectos monetarios, y creen que todo es cuestión de poner más dinero sobre la mesa, sin darse cuenta de que el ROI es subsidiario de la TRE. Como los flujos monetarios tienen un cierto retraso temporal sobre los inputs energéticos, que la TRE esté bajando no es inmediatamente perceptible, máxime cuando hay mucha heterogeneidad de TREs en nuestras múltiples fuentes. Por eso el economista no se parará a considerar la variable y dirá que el precio es un buen indicador de la rentabilidad tanto económica como energética. Lo cual puede ser más o menos cierto en un mercado eficiente y con información completa, pero el problema es cuando se proyecta la rentabilidad de futura se hacen suposiciones que, en el fondo, no contemplan que aparte de decrecer la producción baje la TRE. Esta discusión es una de las más difíciles de manejar con un economista, porque se resistirá a creer que el dinero no lo puede todo en el mundo físico. Lo mejor es irle poniéndole ejemplos simples (del tipo: “si tengo que recorrer, ida y vuelta, 500 kilómetros para rellenar el depósito de mi coche no me queda mucho margen útil”) y que vaya madurando la idea. Además, la discusión de la TRE está íntimamente relacionada con el concepto de tecnología al que aludiremos a continuación y donde acabaremos esta discusión.
– La tecnología no lo puede solucionar todo: No deja de ser curioso también la insistencia de los economistas en que el progreso tecnológico va a resolver los problemas y, peor aún, que se puede acelerar ese progreso a base de poner más dinero sobre la mesa. De nuevo, un siglo y medio de éxitos evidentes avalan esa percepción, aunque la conexión inversión-progreso tecnológico no sea tan obvia (sí que lo es en la vertiente de desarrollo y explotación de una tecnología ya probada, pero no en el descubrimiento de nuevas tecnologías). Hace poco he mantenido una discusión sobre este tema en Facebook; mi interlocutor alegaba que seguramente los problemas de suministro de acarreará el Peak Oil no serán tan graves mirando cómo se ha mejorado la explotación de los pozos en los últimos 30 años: él aludía en concreto a cómo se había pasado de una ratio de éxito de pozos productivos tras perforar de 1:15 (es decir, de cada 15 agujeros que se hacían en el suelo en 1980 sólo uno daba petróleo) a 1:5 en la actualidad, y también como la recuperación del petróleo in situ había mejorado, pasando a una media de entre el 10 y 15% del contenido del reservorio al 30-35% de la actualidad. Todo lo cual es cierto, y es argumento que suelen invocar no sólo los economistas sino también algunos geólogos del petróleo. Sin embargo, como le dije, su razonamiento está asumiendo implícitamente que mientras la tecnología mejora todo lo demás sigue igual, y no es cierto. Lo cierto es que los nuevos yacimientos que entran en explotación son de peor calidad (de acceso más difícil, con geologías más complicadas, en condiciones de operación más duras, con petróleo de peor calidad, etc), con lo cual se gasta más energía en relación con la que se recupera; en suma, que baja la TRE. O sea que, entre otros factores, tenemos dos obviamente contrapuestos: la mejora de la tecnología, que tiende a incrementar la TRE, y el empeoramiento de los reservorios, que tiende a disminuir la TRE. ¿Y cuál está ganando? Tengo una gráfica del Departamento de Energía (DoE) de los EE.UU. que aclarará fácilmente la cuestión (gracias JC por enlazarla en Facebook):
El eje de las abscisas (horizontal) representa cuánto petróleo de cada tipo se ha producido ya, y el eje de las ordenadas (vertical) la cantidad de energía neta (expresada como un porcentaje) que se ha ganado en la recuperación. Lo que ven es que, a medida que las diversas fuentes están más explotadas el porcentaje de energía neta disponible va cayendo. La mayor parte de las curvas son proyecciones en el futuro que hace el DoE, o sea que no se deben de tomarse como una verdad indiscutible, pero es significativo que el DoE considere que, a pesar de la mejora tecnológica, la TRE irá bajando. Recuerden que si n es el tanto por uno de energía neta, TRE=1/(1-n), con lo que si la eficiencia que se muestra en la gráfica es del 50% la TRE sería de 2; de hecho los valores límite de TRE que solemos comentar para tener una sociedad viable (TRE entre 5 y 10), tomando n=1-1/TRE, son n=0.8 (80% de eficiencia) para TRE=5 y n=0.9 (90% de eficiencia) para TRE=10. Lo que las gráficas de arriba muestran claramente es que el curso previsible de los acontecimientos, en lo que a la producción del petróleo convencional y no convencional se refiere, es a llegar pronto a niveles de energía neta excesivamente bajos para mantener esta sociedad si esta fuente de energía fuese la dominante.
Por tanto, discutiendo con economistas se puede blandir esta gráfica y explicarla. Si no se tiene a mano (lo usual) lo mejor es hacerles comprender que fijarse sólo en el progreso tecnológico sin ver al tiempo la degradación de los yacimientos explotados es quedarse con la mitad de la película. En realidad, si no hubiera sido por la mejora tecnológica hace tiempo que no podríamos usar el petróleo, así que el desarrollo tecnológico ha sido condición necesaria para que siquiera podamos tener esta discusión, pero no basta para evitar el declive. Peor aún, en una situación de recursos menguantes y con problemas de financiación por una crisis económica forzada por esta escasez de todo y unos precios fluctuantes que desincentivan la inversión lo normal es que el problema se agrave. Y confiar en que con un precio suficientemente alto se incentiva la explotación de nuevos recursos no evita que su TRE baje, y si baja demasiado el estrangulamiento de recursos está garantizado, no importa cómo sean de grandes los recursos. Por tanto, a pesar de que algunos se empeñan en creer que con tecnología suficiente se ampliará la base de recursos, la realidad es que si estos recursos no son lo suficientemente baratos (en términos energéticos, si no tienen una TRE suficientemente elevada) no se podrán explotar, y la tendencia histórica de la TRE es a bajar, a pesar de la mejora tecnológica.
– No hay la más mínima evidencia de que se pueda desmaterializar la economía: Los más teóricos de entre los economistas piensan que se puede llegar a un sistema económico que crezca indefinidamente pero que no consuma de forma creciente recursos; es lo que se dio en llamar “desmaterialización de la economía”, de lo cual la “Sociedad de la Información” ha sido uno de los epítomes más conocidos. Se podría resumir esta idea como: “No te preocupes por el futuro; aunque ahora estemos sufriendo pronto llegaremos al paraíso en la Tierra de la Sociedad de la Información, donde las mercancías serán bits y la moneda será la información, y todos seremos inmateriales”. El argumento más habitual de los defensores de esta idea es que de hecho la intensidad energética (cantidad de energía consumida por cada dólar de PIB producido) de los países desarrollados está cayendo, lo cual significa que sus economías se están desmaterializando, al menos en el aspecto energético. Nada más lejos de la realidad: lo que está pasando es que la producción se ha ido deslocalizando hacia otros países con mano de obra más barata, y el consumo de energía global no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado debido al mayor intercambio de mercancías (los iPhones que consumimos aquí tienen que viajar desde China). Repetiremos aquí la gráfica de relación entre PIB y consumo de energía a escala global que la Agencia Internacional de la Energía suele mostrar cada año:
Por tanto, en vez de estar disminuyendo nuestro consumo de energía en realidad lo estamos aumentando; sólo estamos haciéndolo más inhomogéneo.
– El libre mercado es un sistema ideal: Hemos oído decir tantas veces las mismas falacias que las creemos sin cuestionarlas. Sabemos que el PIB tiene que crecer (“Tenemos que recuperar la senda del crecimiento”) sin saber qué significa, y creemos a pies juntillas que el libre mercado lo regula todo, gracias al equilibrio entre oferta y demanda; si hay poco petróleo, el precio sube, la gente consume menos y entran en explotación nuevos tipos de yacimiento, y al final se asimila perfectamente dentro del sistema. Este tipo de visión casa mal con la realidad. Por un lado, el precio del petróleo no puede aumentar indefinidamente, ni tan siquiera puede subir un poquito: ya hemos dicho varias veces que ciertos estudios (como los del profesor James Hamilton, de la Universidad de California San Diego) y ya últimamente el FMI y algunas instituciones financieras (amén de la propia Agencia Internacional de la Energía) avalan que el precio del barril de petróleo no puede rebasar los 85-90$ de manera duradera (es decir, unos meses) sin causar recesión económica a escala global. Por otra parte, los costes de producción de algunas fuentes de petróleo convencional no son inferiores a los 60-80$, con lo que la ventana de precios posibles es demasiado estrecha, y tiende a estrecharse cada vez más ya que el límite superior se calcula a través de un porcentaje del PIB (con lo que al agudizarse la recesión y bajar el PIB baja el precio máximo admisible) en tanto que el precio inferior crece al empeorar la calidad de los yacimientos (y como dijimos arriba bajar la TRE a pesar de la mejora tecnológica, con lo que el coste energético, y por tanto el económico, crece). Llegará un momento, si no ha pasado ya, que la ventana se cerrará y ningún precio será adecuado. Por tanto, la ley de oferta y demanda no puede regular per se un recurso agotable y con una demanda inelástica (es decir, cautiva, que no puede prescindir de él). Algunos lectores pueden argumentar que el problema es que la señal de la agotabilidad de la materia prima no se está transmitiendo al precio y por eso se produce esta distorsión que nos lleva al suicidio, y tendrán razón, pero es que ése es el mundo en el que vivimos. Por otro lado, se está dando un problema de falta recurrente de suministro de petróleo, en el que países como España han perdido el 13% de su suministro al cerrarse el mercado libio y no han podido compensar su falta en ninguna parte, no importa qué precio quisiera pagar (es decir, el mercado no es eficiente), lo cual ha acabado por conducir a la liberación de una parte de las reservas estratégicas. En suma, el mercado no señala bien los precios y encima no es eficiente.
2.- Hablando con la gente corriente:
– El planeta es finito, después de todo: Vale que es muy grande, pero al fin y al cabo con nuestras excavaciones sólo arañamos la superficie (nuestras minas más profundas llegan a unos 10 Km de profundidad, que no es nada comparado con el radio de 6366 Km del planeta). Yo suelo dar un dato para que nos demos cuenta hasta qué punto el planeta no es tan grande teniendo en cuenta los que somos. La superficie del planeta es aproximadamente de 509 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales un 80% es mar, con lo que nos quedan sólo unos 100 millones de superficie emergida. Somos 7.000 millones de personas en el planeta, por lo que tocamos a 70 personas por cada kilómetro cuadrado de tierra, es decir, 1,4 hectáreas por habitante. Esta superficie, 1,4 hectáreas, no es nada impresionante: son 14.000 metros cuadrados, la superficie de un cuadrado de unos 120 metros de lado. Algo que uno puede abarcar con la vista. Pero es que, además, de esos 14.000 metros cuadrados tendremos nuestra parte alícuota de desierto, de montaña incultivable, de ríos y pantanos, de ciudades e infraestructuras, y de bosque incultivable porque es necesario para otros usos; de hecho, la superficie cultivable es aproximadamente la mitad de la cantidad que dábamos antes (unos 7.000 metros cuadrados por habitante), mayoritariamente pastos (dos tercios), con lo que sólo nos quedan unos 2.300 metros cuadrados por persona para cultivos humanos, un cuadrado de unos 47 metros de lado. Hemos podido alimentar a la gente con tan poca superficie porque hemos incrementado la productividad de la tierra inyectándole energía de los combustibles fósiles, pero esta posibilidad ahora declina. De manera semejante, los recursos minerales que se pueden explotar no son infinitos; es verdad que quedan enormes cantidades de petróleo, uranio, carbón y gas (del uranio se suelen citar las enormes cantidades que hay en el mar, por ejemplo), pero están tan diluidas que jamás se podrán recuperar, porque se gastaría más energía que la que nos darían.
– No todo el mundo dice que el progreso es inevitable: Hemos comentado sobre el mito del progreso en los posts precedentes; una cosa importante de cara a hacer entender el problema del Oil Crash es que no todo el mundo habla del progreso como un hecho inevitable, o bien que quienes dicen que el progreso no es una necesidad no son unos pocos locos descebrados. Al contrario, desde los años 60 ha habido muchos científicos avisando de lo insostenible de nuestro curso y de que el progreso no sólo trae soluciones a problemas antiguos sino también causa problemas nuevos. Sin necesidad de remontarse a Paul Ehrlich o al trabajo de Meadows et al (el denostado “Los límites del crecimiento“), se puede citar el trabajo de Pimentel, de Charles Hall, de Jean Laherrère o de Colin Campbell, aparte por supuesto del de Marion King Hubbert; a nivel más local, Ramón Fernández Durán o Carlos Taibo son buenas referencias (y las de mis colegas de Crisis Energética, qué duda cabe). La verdad es que este conjunto de referencias es muy pequeño y sesgado, ya que si se busca bien se verá que son legión. Y justamente la mayoría de los que están opinando que no se puede seguir en esta senda, y que el progreso no es algo no ya inevitable, ni tan siquiera garantizado, resultan ser científicos y técnicos. Y quienes suelen insistir en el progreso invencible, en la ilimitada capacidad técnica, son frecuentemente políticos y economistas.
– ¿Por qué se ha de crecer siempre?: Ésta es una cuestión curiosa; nadie se lo cuestiona. Cómo explicar el por qué de esta enorme necedad que, en su enormidad, pasa desapercibida como la famosa metáfora del elefante en el salón. Recomiendo a los lectores que se hagan el Crash Course de Chris Marteson; pueden encontrar todos los vídeos traducidos en español en la Sección de Recursos de la web del OCO. Allí entenderán el concepto de “Dinero como deuda” que es clave para comprender por qué todo nuestro sistema es un gran sinsentido y esencialmente inflacionario. No sólo intentar crecer sin fin es absurdo, es que nos lleva al desastre.
– Durante los últimos años, nada ha ido según lo previsto: Éste es un buen argumento para desmontar cualquier atisbo de optimismo. Algunos lo tacharán de oportunista, lo que cual de deja de ser un sarcasmo para los que llevamos años diciendo lo mismo y siendo ridiculizados cuando las cosas iban bien. El mejor aval, precisamente, es haber hecho esa travesía del desierto. En mi caso, sólo mis allegados saben que llevo años dando la lata con esto, puesto que ciertamente antes no vi la oportunidad de lanzarme a la divulgación del problema (y, por qué no decirlo, porque fui tan ingenuo de creer que nuestros representantes tomarían cartas en el asunto); sin embargo, ahí están los compañeros de Crisis Energética dando la cara desde 2003. Dado el fracaso de los diversos planes de recuperación de la economía y, sobre todo, el continuo erróneo diagnóstico de la situación hacen que la gente pierda toda la fe en el sistema. Es importante hacer comprender a la gente que las cosas todavía pueden ir peor, y que es importante que entiendan y que se movilicen.
3.- Hablando con políticos:
– Dejando de lado los grandes, centrándose en los pequeños: Se puede intentar contactar con políticos de ámbito nacional, pero es dudoso que sirva de algo. Los políticos están atrapados en una maraña de intereses cruzados, propios, y cuando más alto estén en el escalafón más ruido de fondo reciben y más les cuesta hacerse una idea clara de qué es lo que está pasando, qué es lo que va a pasar y qué es lo que deberían de hacer; esto es cierto incluso para los que son honestos o tienen pretensión de serlo. Añádase a eso la dificultad de llegar a ellos, y comprenderán que no merece la pena perder el tiempo con los políticos de alto rango. Lo que es fundamental es centrarse en los cargos políticos muy locales, preferiblemente los alcaldes y concejales de municipios pequeños; ellos viven un día a día más cercano con la realidad, y además en la progresiva degradación económica a la que nos vemos abocados los ayuntamientos serán las primeras instituciones públicas en ser sacrificadas, básicamente dejándoles ahogarse en sus deudas. Con las presiones acuciantes de las deudas de los servicios de basuras, aguas, electricidad de los edificios públicos, etc será difícil hablar con un alcalde agobiado por el día al día, pero es importante hacerlo. Porque es importante hacerle entender que seguir con los esquemas del pasado sólo puede empeorar más las cosas, por increíble que pueda parecer. Para hablar con un alcalde no hay trucos; cada alcalde tiene su idiosincrasia y sus manías. Son ciudadanos, mayormente. Primero querrán información, después querrán soluciones. Para información, el prontuario es un buen punto de arranque y en los próximos meses esperamos desarrollar más material. Para soluciones, los lectores más avezados pueden tener sus preferencias, pero también pueden irse remitiendo a este blog. Y sepan que nosotros estamos disponibles para charlas de concienciación. Se tiene que pensar que en un mundo que, faltando energía, se vuelve mucho más grande en distancias y pequeño en recursos, por lo que lo que tendrá que organizarse se deberá hacer a la escala local, y de ahí la relevancia de los alcaldes.
– De aquí en cuatro años la gente le culpará de no haber hecho nada útil: Con ese argumento se puede conseguir llegar al corazoncito del alcalde de turno, sobre todo si percibe que la situación es, como parece, tan desesperada que requiere medidas extraordinarias. Dado el creciente descontento con la clase política, los alcaldes, sobre todo los de pequeñas localidades que casi conocen a todos los vecinos, se darán cuenta de que necesitan desligarse de la mala fama que cada vez más aquejará a sus “hermanos mayores”. Que necesitan hacer algo, demostrar a sus vecinos que pueden hacer algo. Pero todo lo que hacen, siguiendo con la rutina habitual, no lleva a nada bueno, nada funciona, todo se va progresivamente al carajo. Ahí es donde uno les debe ofrecer una visión alternativa, y darles una pauta de actuación coherente con un mundo más difícil donde lo primero ha de ser asegurar el suministro de alimentos y agua potable, y seguridad en segundo término. Un mundo mucho más difícil.
– Los políticos de esta legislatura tienen una cita con la historia: De lo que ellos hagan dependerá el mundo futuro. Un mundo que será mucho más local; habrá ciudades y comarcas que fracasarán y otras que prosperarán. No se puede esperar ayuda desde las instituciones superiores, si acaso que intenten quitarles recursos si en un lugar las cosas van un poco mejor. Aquellos que mejor interpreten el curso de los acontecimientos y se adapten a ella serán recordados con gloria; los que sigan la misma senda mezquina de ahora serán vituperados y finalmente olvidados. Para Vd., Sr. Alcalde, es el momento de elegir.
4.- Hablando con científicos:
Los científicos, que espabilen. Pueden leer este blog y discutir con su autor, que les podrá hablar en su lenguaje.
5.- Hablando con las mujeres:
Siempre resulta conveniente. Sobre todo para dar una visión más pragmática que la de los hombres.
Publicao en: http://oilcrash.net/