Rocío Cruz
Entre todo lo que está pasando en el mundo no deja de sonar esa frase en mi cabeza que tanto hemos repetido, en algunas ocasiones, a lo largo de nuestra vida “que se pare el mundo que yo me bajo”. Ya tenemos al mundo prácticamente paralizado, ¿Quién es capaz de bajarse? Yo me niego a bajarme y abandonar el barco. Ahora más que nunca es el momento de remar, de empujar para que el mundo siga dando vueltas, pero quizás de una forma más lenta, más pausada como el ser humano y el mundo necesita.
Voy a poner un ejemplo para ver si así lo entendemos mejor: Es como una noria de feria la cual debe tener su ritmo para disfrutar del viaje, disfrutar de las vistas y sobre todo reír y disfrutar con las personas que te acompañan en ese maravilloso viaje. Ese viaje debería estar acompañado de risas, de compartir diferentes perspectivas de un mismo paisaje para que, en el diálogo, poder obtener detalles de un mismo momento visto desde diferentes ángulos y así poder tener una realidad del momento más amplia. En estos últimos tiempos el viaje de la noria se había “escacharrao”. Había cogido una velocidad frenética que hasta nos hacía marearnos.
Ni siquiera nos permitía mirar a quien teníamos al lado, solo estábamos preocupados de agarrarnos bien fuerte para que no nos cayéramos. Nuestro yo era lo más importante y si teníamos que preocuparnos de agarrar a alguien más, nos producía tremenda ansiedad y dolor. Yo a eso lo llamo no disfrutar del viaje.
Pues bien, la noria se ha parado en seco y nos ha pillado a todos y todas en una posición difícil. La cabina se mueve, estamos aterrorizados y hasta que no se arregle no vamos a poder bajar. Puede pasar un día o dos, pero en este caso vamos a estar 4 semanas o más. Lo primero que he hecho es soltarme del barrote al cual estaba fuertemente agarrado. He mirado de nuevo a mi alrededor y me acompaña mi familia. He vuelto a mirar fijamente a los ojos y al mirar más abajo he visto en otras cabinas a personas que quiero a las cuales no puedo abrazar ni besar, este parón me ha permitido decirles a gritos que las quiero, que las extraño y que cuando la noria vuelva a andar las apretaré fuerte.
Seguimos pidiendo a las personas extrañas que nos acompañan en el viaje que no se muevan de forma brusca porque nos perjudican a los demás viajeros en el arreglo de este desastre, pero parece que aún no asimilan la situación en la que nos encontramos de peligro. Pienso que quizás por este motivo no se ha podido arreglar la avería a su debido tiempo. Les pido por favor una y otra vez que paren de moverse, que toda la noria debe estar quieta para que los técnicos la puedan arreglar y poder continuar el viaje. Solo así podremos continuar.
Confío en que cuando todo esté arreglado el viaje no vuelva a ser como antes. Al principio será lento, muy lento incluso puede que tengamos parones bruscos de forma momentánea pero no vale desistir, no vale moverse de nuevo. Solo así cogeremos ritmo, ojo el ritmo adecuado, no aquel que teníamos que hizo que la noria se parase en seco. De ser así gritaré “que paren la noria que yo me bajo”.